lunes, 25 de septiembre de 2017

La Iglesia verdadera, ¿una, o muchas?



¿Existe una sola iglesia verdadera?

“Asì como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa: ‘una sola Iglesia católica y apostólica’.” (Dominus Iesus.)
El cardenal católico Joseph Ratzinger expuso así la doctrina de su iglesia de que solo hay una religión verdadera. Existe, dijo él, “una única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia católica”.
“No son Iglesia en sentido propio”

Aunque el papa Juan Pablo II insistió en que el documento Dominus Iesus no contiene “arrogancia que desprecie las demás religiones”, su publicación desató una fuerte reacción entre los líderes eclesiásticos protestantes. 
Por ejemplo, en la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana, celebrada en junio de 2001 en Belfast (Irlanda del Norte), un pastor afirmó que el documento era obra de “una poderosa facción de la Iglesia Católica, [...] aterrorizada por el espíritu de apertura fomentado por el Concilio Vaticano II”.
Robin Eames, primado de la Iglesia de Irlanda, dijo que quedaría “sumamente decepcionado” si el documento constituyera “un retroceso al espíritu anterior al Concilio Vaticano II”. 

Opinando sobre la afirmación vaticana de que las iglesias que rechazan ciertas doctrinas católicas “no son Iglesia en sentido propio”, Eames añadió: “A mí, eso me resulta ofensivo”.

¿Qué originó la declaración Dominus Iesus? 
Al parecer, a la curia romana le inquietaba lo que ha venido en llamarse relativismo religioso.
 Según el rotativo The Irish Times, “el surgimiento de la teología pluralista —que en síntesis establece que no hay una religión mejor que otra— [...] preocupaba cada vez más al cardenal Ratzinger”. 

Todo indica que la aparición de tal filosofía generó los comentarios que este hizo sobre la única iglesia verdadera.

¿Importa a qué iglesia se pertenezca?

Claro, para algunos, el relativismo religioso o la teología pluralista tienen mucho mayor atractivo y lógica que la idea de que solo hay una iglesia verdadera. Opinan que la religión debería ser una cuestión estrictamente personal. “A fin de cuentas —dicen—, no importa a qué iglesia se pertenezca.”

Este tal vez parezca ser el punto de vista más tolerante, aunque el efecto que ha producido es la fragmentación de la religión en miles de confesiones. “Tal diversidad en materia religiosa —aseguran muchos— constituye una sana expresión de la libertad individual.” Sin embargo, Steve Bruce en su libro A House Divided: Protestantism, Schism, and Secularization (Una casa dividida: el protestantismo, los cismas y la secularización) dice que esa “tolerancia religiosa” no es nada más que “indiferencia religiosa”.

¿Cuál es, entonces, la óptica acertada? 
¿Existe una sola iglesia verdadera? 
¿Subsiste únicamente en la Iglesia Católica? 
¿Hay otras religiones igualmente aceptas a Dios? 
Dado que estas preguntas influyen en nuestra relación con el Creador, es muy importante que sepamos su opinión sobre el asunto. ¿Cómo averiguarla? 
Examinando la Biblia, su Palabra inspirada (Hechos 17:11; 2 Timoteo 3:16, 17). 
Veamos qué tiene que decir sobre el tema de la única iglesia verdadera.




La única y verdadera fe cristiana

JESUCRISTO fundó una sola iglesia, o congregación, que constituía un cuerpo espiritual, una familia unida por lazos espirituales. Lo que queremos decir es que era una agrupación de personas escogidas por el espíritu santo y reconocidas por Dios como “hijos” (Romanos 8:16, 17; Gálatas 3:26).
Jesús enseñó que Dios utilizó solo una manera de dirigir a las personas a la verdad y la vida. Para ilustrar esta importante realidad, comparó la senda de la vida eterna a un camino, al decir: “Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14; Juan 14:6; Hechos 4:11, 12).


Una congregación unida

No hemos de pensar que la congregación primitiva era “una institución universal organizada en el sentido al que nos referimos cuando hablamos de la Iglesia Católica actual”, dice The New Dictionary of Theology. ¿Por qué no? “Por la sencilla razón —aclara— de que tal institución universal organizada no existía.”
Nadie puede con propiedad negar el hecho de que la congregación cristiana primitiva era totalmente distinta a los sistemas eclesiásticos institucionalizados de hoy. No obstante, estaba organizada, pues las congregaciones no obraban por su cuenta, sino que reconocían la autoridad de un órgano directivo situado en Jerusalén. Constituido por los apóstoles y ancianos de la congregación de dicha ciudad, este órgano directivo contribuyó a mantener la unidad de la congregación, es decir, “del cuerpo” de Cristo (Efesios 4:4, 11-16; Hechos 15:22-31; 16:4, 5).
¿Qué le sucedió a esa única congregación verdadera? ¿Se transformó en la poderosa Iglesia Católica? ¿Evolucionó hasta convertirse en el fragmentado protestantismo actual? ¿O sucedió algo diferente?

“El trigo” y “la mala hierba”

Para hallar las respuestas, repasemos meticulosamente lo que el propio Jesucristo profetizó. Tal vez le sorprenda descubrir que Jesús sabía que su congregación dejaría de ser fácilmente identificable y que él iba a permitir que esa triste situación durara siglos.
Jesús relacionó su congregación con “el reino de los cielos” diciendo: “El reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un hombre que sembró semilla excelente en su campo. Mientras los hombres dormían, vino el enemigo de él y sobresembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando el tallo brotó y produjo fruto, entonces apareció también la mala hierba. De modo que los esclavos del amo de casa vinieron y le dijeron: ‘Amo, ¿no sembraste semilla excelente en tu campo? Entonces, ¿cómo sucede que tiene mala hierba?’. Él les dijo: ‘Un enemigo, un hombre, hizo esto’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres, pues, que vayamos y la juntemos?’. Él dijo: ‘No; no sea que por casualidad, al juntar la mala hierba, desarraiguen el trigo junto con ella. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega; y en la época de la siega diré a los segadores: Junten primero la mala hierba y átenla en haces para quemarla; entonces pónganse a recoger el trigo en mi granero’” (Mateo 13:24-30).
Jesús señaló que él mismo era “el sembrador” y que “la semilla excelente” representaba a sus auténticos discípulos. “El enemigo” era Satanás el Diablo, y “la mala hierba”, los cristianos falsos que se infiltraron en la congregación cristiana primitiva. Dijo, además, que permitiría que “el trigo” y “la mala hierba” crecieran juntos hasta “la siega”, que tendría lugar en “una conclusión de un sistema de cosas” (Mateo 13:37-43). ¿Qué implicó todo esto?

Se corrompe la congregación cristiana

Poco después de la muerte de los apóstoles, maestros apóstatas de dentro de la congregación comenzaron a apoderarse de ella. Hablaban “cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hechos 20:29, 30). Aquello hizo que muchos cristianos “se apartar[a]n de la fe” y fueran “desviados a cuentos falsos” (1 Timoteo 4:1-3; 2 Timoteo 4:3, 4).
The New Dictionary of Theology dice que para el siglo IV, “el cristianismo católico ya se había convertido en la religión oficial [...] del Imperio romano”. Existía una “unión de la sociedad civil y la eclesial”, es decir, una fusión entre Iglesia y Estado que era diametralmente opuesta a las convicciones de los primeros cristianos (Juan 17:16; Santiago 4:4). La misma obra asegura que con el correr del tiempo, toda la estructura y naturaleza de la Iglesia, así como muchas de sus doctrinas fundamentales, cambiaron por completo “bajo la influencia de una extraña y totalmente perniciosa combinación del AT [Antiguo Testamento] con ideas neoplatónicas”. Tal como predijo Jesucristo, el florecimiento de los falsos cristianos ocultó a los auténticos discípulos.
Quienes escucharon a Jesús sabían lo difícil que era distinguir el trigo verdadero de las malas hierbas, como la cizaña aristada, que antes de madurar se parece mucho al trigo. Con esta ilustración, Jesús reveló que durante una época resultaría difícil diferenciar a los auténticos cristianos de los falsos. Esto no significa que la congregación cristiana dejó de existir, pues él prometió que seguiría guiando a sus hermanos espirituales “todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 28:20). Jesús dijo que el trigo no cesaría de crecer. A pesar de ello y de que durante siglos los auténticos cristianos —agrupados o no— se esforzaron al máximo por ser fieles a las enseñanzas de Cristo, ya no formaban una organización, o cuerpo visible, fácilmente identificable. Sin lugar a dudas, no fueron como el sistema religioso apóstata que a lo largo de la historia no hizo más que traer vergüenza y deshonra al nombre de Jesucristo (2 Pedro 2:1, 2).

‘El hombre del desafuero queda revelado’

El apóstol Pablo predijo otra seña de identidad de este sistema religioso falso. Escribió: “Que nadie los seduzca de manera alguna, porque [el día de Jehová] no vendrá a menos que primero venga la apostasía y el hombre del desafuero quede revelado” (2 Tesalonicenses 2:2-4). Este “hombre del desafuero” es nada menos que la clase clerical que se ha elevado a sí misma sobre la supuesta congregación cristiana a fin de dominarla.
La apostasía comenzó en los días del apóstol Pablo y aumentó rápidamente cuando murieron los apóstoles y desapareció su influencia restrictiva. Se caracterizaría, dijo Pablo, por “la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos presagiosos mentirosos, y con todo engaño injusto” (2 Tesalonicenses 2:6-12). ¿Y no es cierto que muchísimos caudillos religiosos han obrado así a lo largo de la historia?
Entre los argumentos que emplean los líderes católicos para afirmar que el catolicismo es la única iglesia verdadera figura el de que los obispos ordenados, “por una sucesión que se remonta a los mismos orígenes, conservan la semilla apostólica”. Pero, en realidad, aseverar que mantienen la sucesión apostólica carece de base histórica y bíblica. No existe prueba convincente alguna de que el espíritu de Dios dirigiese jamás el sistema eclesiástico que surgió tras la muerte de los apóstoles de Jesús (Romanos 8:9; Gálatas 5:19-21).
¿Y qué se puede decir de las iglesias que se formaron tras la llamada Reforma? ¿Adoptaron el modelo de la congregación cristiana primitiva? ¿Recuperaron la pureza de la congregación cristiana original? Es cierto que tras la Reforma, la Biblia llegó a estar al alcance de muchas personas en su propio idioma. No obstante, la historia demuestra que estas iglesias siguieron enseñando doctrinas erróneas (Mateo 15:7-9).
Ahora bien, pensemos en este asunto. Jesucristo predijo con claridad que su única congregación verdadera sería restaurada durante lo que él llamó una conclusión de un sistema de cosas (Mateo 13:30, 39). El cumplimiento de las profecías bíblicas indica que estamos viviendo en ese espacio de tiempo (Mateo 24:3-35). En tal caso, es necesario que cada uno se pregunte: “¿Dónde está esa única iglesia verdadera?”. Debería hacerse cada vez más fácil de identificar.
Quizá creamos que ya hemos encontrado esa iglesia, o congregación, pero es importante asegurarse de ello. ¿La razón? Tal como en el siglo primero, solo puede haber una sola iglesia verdadera. ¿Se ha parado usted a pensar si su religión se conforma estrechamente al modelo que marcó la congregación cristiana del siglo primero y si lealmente se ciñe a las enseñanzas de Jesucristo? ¿Por qué no hacerlo ahora? Los testigos de Jehová le ayudarán con gusto (Hechos 17:11).


[Notas]
Véase el capítulo titulado “La Reforma... la búsqueda cambió de dirección”, del libro El hombre en busca de Dios, págs. 306-328, editado por los testigos de Jehová.

¿Qué nos enseña la ilustración de Jesús del trigo y la mala hierba sobre la congregación verdadera?

¿Se ajusta mi iglesia al modelo que los cristianos del siglo primero marcaron en cuanto a la predicación y el estudio?




Identificación del “hombre del desafuero”

“Será revelado el desaforado, a quien el Señor Jesús eliminará.” (2 Tesalonicenses 2:8.)

Vivimos en una era de desafuero. Es un fenómeno mundial. Por todas partes hay temor a los desaforados que hacen de otros sus víctimas y a la amenaza que estos representan para nuestra persona y propiedad. 
Sin embargo, un elemento desaforado mucho más insidioso, engañador, ha estado funcionando por muchos siglos. En la Biblia se le llama “el hombre del desafuero”.
2 Es vital que identifiquemos a este hombre del desafuero. ¿Por qué? Porque él busca socavar la buena posición que ocupamos ante Dios y nuestra esperanza de alcanzar vida eterna. ¿Cómo? Procurando que abandonemos la verdad y en lugar de ella creamos falsedades, lo que nos desviaría de adorar a Dios “con espíritu y con verdad”. (Juan 4:23.) 
Las acciones de este elemento desaforado particular muestran claramente que se opone a Dios y Sus propósitos, así como a Su pueblo dedicado.
3 La Biblia nos habla de este hombre del desafuero en 2ª Tesalonicenses 2:3. Por inspiración del espíritu de Dios, el apóstol Pablo escribió: “Que nadie los seduzca de manera alguna, porque no vendrá [el día en que Jehová destruye este sistema inicuo] a menos que primero venga la apostasía y el hombre del desafuero quede revelado”. 

Aquí Pablo profetizó que se desarrollaría una apostasía antes del fin de este sistema y aparecería un desaforado, un hombre del desafuero. 
De hecho, Pablo declaró en el versículo 7: “El misterio de este desafuero ya está obrando”. Como se ve, en el primer siglo este desaforado había empezado a manifestarse.


El origen del hombre del desafuero

4 ¿Quién dio origen a este hombre del desafuero y lo apoya? Pablo contesta: “La presencia del desaforado es según la operación de Satanás con toda obra poderosa y señales y portentos presagiosos mentirosos, y con todo engaño injusto para los que están pereciendo, como retribución porque no aceptaron el amor de la verdad para que fueran salvos”. (2 Tesalonicenses 2:9, 10.) De modo que Satanás es el padre y apoyador del hombre del desafuero. Y tal como Satanás se opone a Jehová, Sus propósitos y Su pueblo, lo mismo hace el hombre del desafuero, sea que se dé cuenta de ello o no.
5 A los que siguen al hombre del desafuero les pasará lo mismo que a él... serán destruidos: “Será revelado el desaforado, a quien el Señor Jesús eliminará [...] y reducirá a nada por la manifestación de su presencia”. (2 Tesalonicenses 2:8.) Ese tiempo en que serán destruidos el hombre del desafuero y sus apoyadores (“los que están pereciendo”) vendrá dentro de poco, “al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna”. (2 Tesalonicenses 1:6-9.)
6 Pablo añade esto a su descripción del desaforado: “Él está puesto en oposición y se alza a sí mismo sobre todo aquel a quien se llama ‘dios’ o todo objeto de reverencia, de modo que se sienta en el templo del Dios, y públicamente ostenta ser un dios”. (2 Tesalonicenses 2:4.) Como vemos, Pablo advierte que Satanás levantaría a un desaforado, un falso objeto de reverencia, que hasta se pondría por encima de la ley de Dios.


Identificación del desaforado

7 ¿Hablaba Pablo de un individuo, una sola persona? No, pues dice que en sus días este “hombre” ya se manifestaba y seguiría existiendo hasta que fuera destruido por Jehová al fin de este sistema. Esto quiere decir que ha existido por muchos siglos. Obviamente ningún hombre, en el sentido literal de esa palabra, ha vivido tanto tiempo. 
Por eso, la expresión “hombre del desafuero” tiene que representar a una agrupación, o una clase, de personas.
8 ¿A quiénes representa? 
La prueba muestra que es al cuerpo o grupo de los clérigos orgullosos y ambiciosos de la cristiandad, quienes a través de los siglos han dictado sus propias leyes a otros. 

Esto se puede ver por el hecho de que hay miles de diferentes religiones y sectas en la cristiandad, cada una con su clero, pero cada una en conflicto con las demás en algún aspecto de la doctrina o la práctica. Esta división es prueba clara de que no siguen la ley de Dios. No pueden haber venido de Dios. (Compárese con Miqueas 2:12; Marcos 3:24; Romanos 16:17; 1 Corintios 1:10.) Lo que todas estas religiones tienen en común es que no se adhieren a las enseñanzas bíblicas, pues han violado la regla: “No vayas más allá de las cosas que están escritas”. (1 Corintios 4:6; véase también Mateo 15:3, 9, 14.)
9 Se ve, pues, que este desaforado es una persona compuesta: el clero religioso de la cristiandad. Todos ellos, sean papas, sacerdotes, patriarcas o predicadores protestantes, comparten responsabilidad por los pecados religiosos de la cristiandad. Han cambiado las verdades de Dios por mentiras paganas, al enseñar doctrinas antibíblicas como las de la inmortalidad del alma humana, un infierno de fuego, el purgatorio y la Trinidad. Son como los líderes religiosos de quienes Jesús dijo: “Ustedes proceden de su padre el Diablo, y quieren hacer los deseos de su padre. Ese [...] es mentiroso y el padre de la mentira”. (Juan 8:44.) Sus prácticas también los denuncian como desaforados, por su participación en actividades que violan las leyes de Dios. A estos Jesús dice: “Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mateo 7:21-23.)

Se ensalzan a sí mismos

10 La historia muestra que los que componen esta clase del hombre del desafuero han desplegado tanto orgullo y arrogancia que en realidad han dictado a los gobernantes del mundo. Con la doctrina del ‘derecho divino de los reyes’ como pretexto, el clero ha alegado ser el intermediario esencial entre los gobernantes y Dios. Ha entronado y destronado a reyes y emperadores y ha podido mover a las masas de la gente a favor o en contra de los gobernantes. En realidad han dicho, como lo hicieron los sacerdotes principales judíos que rechazaron a Jesús: “No tenemos más rey que César”. (Juan 19:15.) Sin embargo, Jesús enseñó claramente: “Mi reino no es parte de este mundo”. (Juan 18:36.)
11 Para elevarse todavía más sobre la gente común, esta clase desaforada ha adoptado vestidura diferente, por lo general negra. Además, se ha adornado con todo tipo de imponente adorno de realeza, junto con coronas, cruces y mitras. (Compárese con Mateo 23:5, 6.) Pero Jesús y sus seguidores no tenían tal vestidura; se vestían como la gente común. Los clérigos también se han dado a sí mismos títulos como “Padre”, “Santo Padre”, “Reverendo”, “Reverendísimo”, “Su Excelencia” y “Su Eminencia”, para más ‘ensalzarse sobre todos’. 
Sin embargo, Jesús enseñó lo siguiente en cuanto a títulos religiosos: “No llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra”. (Mateo 23:9.) 
De manera similar, Elihú, al rebatir a los consoladores hipócritas de Job, dijo: “No vaya yo, por favor, a mostrar parcialidad a un hombre; y a un hombre terrestre no otorgaré título”. (Job 32:21.)

12 Cuando allá en su tiempo Pablo dijo que el hombre del desafuero ya había empezado su actividad, también dijo acerca de los que reflejaban la actitud de desafuero de ese: “Porque tales hombres son apóstoles falsos, obreros engañosos, que se transforman en apóstoles de Cristo. 
Y no es maravilla, porque Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz. 
No es, por lo tanto, gran cosa el que sus ministros también sigan transformándose en ministros de justicia. 
Pero su fin será conforme a sus obras”. (2 Corintios 11:13-15.)


Rebelión contra la adoración verdadera

13 Pablo dijo que este hombre del desafuero se desarrollaría junto con la apostasía. De hecho, la primera pista que Pablo dio en cuanto a la identidad de esta clase desaforada fue que “el día de Jehová [cuando Jehová destruye a este inicuo sistema de cosas] [...] no vendrá a menos que primero venga la apostasía”. 
(2ª Tesalonicenses 2:2, 3.) 
Pero ¿qué se quiere decir por “apostasía”? En este contexto no significa simplemente un desliz o un abandono por debilidad espiritual. La palabra griega que se usa aquí para “apostasía” significaba, entre otras cosas, una “defección” o “revuelta”. Se ha vertido también “rebelión”. La Versión Popular dice: “Antes de aquel día tiene que venir la rebelión contra Dios”. Por lo tanto, en el marco de lo que Pablo considera, “apostasía” significa una rebelión contra la adoración verdadera.
14 ¿Cómo se desarrolló esta apostasía, esta rebelión? En 2 Tesalonicenses 2:6 Pablo escribió, con relación a sus días, sobre ‘lo que obraba como restricción’ para el desaforado. ¿Qué era eso? Era la fuerza restrictiva de los apóstoles. Su presencia, apoyada por sus poderosos dones otorgados por espíritu santo, impedía que en aquel tiempo la apostasía se convirtiera en una epidemia. (Hechos 2:1-4; 1 Corintios 12:28.) Pero cuando los apóstoles habían muerto, para aproximadamente el fin del primer siglo, el freno que restringía fue quitado.


Se desarrolla una clase clerical no bíblica

15 La congregación que Jesús estableció se desarrolló durante el primer siglo bajo la guía de ancianos (superintendentes) y siervos ministeriales. (Mateo 20:25-27; 1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9.) Estos venían de la congregación. Eran hombres espirituales capacitados que no tenían adiestramiento teológico especial, tal como Jesús no tuvo tal adiestramiento. De hecho, los opositores de Jesús se preguntaron: “¿Cómo tiene este hombre conocimiento de letras, cuando no ha estudiado en las escuelas?”. (Juan 7:15.) Y, acerca de los apóstoles, los gobernantes religiosos dijeron lo mismo: “Ahora bien, al contemplar la franqueza de Pedro y de Juan, y al percibir que eran hombres iletrados y del vulgo, se admiraban. Y empezaron a reconocer, acerca de ellos, que solían estar con Jesús”. (Hechos 4:13.)
16 Sin embargo, la apostasía introdujo conceptos derivados del clero judío y, con el tiempo, del sistema religioso de la Roma pagana. A medida que el tiempo pasó y tuvo lugar el apartarse de la fe verdadera, se desarrolló una clase clerical no bíblica. Un papa coronado empezó a gobernar sobre un colegio de cardenales, personas a quienes se escogía de entre centenares de obispos y arzobispos, quienes a su vez habían llegado a su puesto por promoción de entre sacerdotes educados en seminarios. Así, poco después del primer siglo una clase clerical mística tomó las riendas en la cristiandad. Esta clase no seguía la estructura de ancianos y siervos ministeriales cristianos del primer siglo, sino la de los sistemas religiosos paganos.
17 Allá en el siglo III E.C. los creyentes ordinarios habían sido rebajados a la categoría secundaria de legos. El apóstata hombre del desafuero asumió gradualmente las riendas del poder. Este poder adquirió firmeza durante el reinado del emperador romano Constantino, especialmente después del Concilio de Nicea en 325 E.C. Entonces la Iglesia y el Estado se fusionaron. Así, el hombre del desafuero —el clero de la cristiandad— llegó a ser una línea (que ha durado siglos) de apóstatas en revuelta contra el Dios verdadero, Jehová. Las leyes y los arreglos que han seguido son los suyos y no los de Dios.


Enseñanzas paganas

18 El hombre del desafuero en desarrollo también incorporó en su enseñanza ideas tomadas del paganismo. Por ejemplo, se puso a un misterioso e incomprensible dios trinitario en el lugar de Aquel que dice: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria”. “Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Con la excepción de mí no hay Dios.” (Isaías 42:8; 45:5.) Esto de poner conceptos humanos, hasta paganos, en lugar de las verdades de Dios se extendió hasta incluir otra blasfemia: el venerar a la humilde María de la Biblia como la “Madre de Dios” de la cristiandad. Así, los promotores de esas enseñanzas falsas —la clase clerical— llegaron a ser la peor “mala hierba” sembrada por Satanás para tratar de ahogar la semilla excelente sembrada por Cristo. (Mateo 13:36-39.)
19 Con el desarrollo de cismas y divisiones la cristiandad se fue fragmentando en centenares de religiones y sectas. Pero, con contadas excepciones, cada nueva religión o secta retuvo su división de clero y legos. Como resultado, la clase del hombre del desafuero se ha perpetuado hasta hoy. Y todavía sigue ensalzándose sobre la gente común por su vestidura distintiva y sus títulos altisonantes. Queda claro que Pablo no exageró cuando dijo que la clase del hombre del desafuero se glorificaría y se elevaría hasta hacerse como un dios.


El papado

20 Un ejemplo de esa glorificación es la del papado de Roma. Un diccionario eclesiástico por Lucio Ferraris, publicado en Italia, describe al papa como “de tal dignidad y alteza que no es sencillamente un hombre, sino, como si dijéramos, Dios, y el Vicario de Dios”. Su corona es triple por vérsele “como rey del cielo, la Tierra y el infierno”. El mismo diccionario dice también: “Se pudiera decir que el papa es Dios en la Tierra, el único príncipe de los fieles de Cristo, el mayor rey de todos los reyes”. Añade: “El papa puede a veces contrarrestar la ley divina”. Además, The New Catholic Dictionary (El Nuevo Diccionario Católico) dice del papa: “Sus embajadores tienen prioridad sobre los demás miembros del cuerpo diplomático”.
21 A diferencia de los discípulos de Jesús, el papa suele usar vestidura primorosamente trabajada y recibe con gusto la adulación de los hombres. El papa permite que la gente se incline ante él, bese su anillo y lo lleve sobre los hombros en una silla especial. ¡Qué vanidad han desplegado los papas a través de los siglos! ¡Qué contraste con la sencilla humildad de Pedro, quien dijo a Cornelio, el oficial militar romano que se arrodilló a sus pies: “Levántate, que también yo soy un hombre”! (Hechos 10:25, 26, Biblia de Jerusalén, una versión católica.) ¡Y qué contraste con el ángel que dio la Revelación al apóstol Juan! Juan trató de inclinarse en adoración a aquel ángel, pero él declaró: “¡Ten cuidado! ¡No hagas eso! Yo simplemente soy coesclavo tuyo y de tus hermanos que son profetas, y de los que están observando las palabras de este rollo. Adora a Dios”. (Revelación 22:8, 9.)
22 ¿Es demasiado severo lo que aquí decimos de la clase clerical? Esto lo podemos determinar si aplicamos la regla que Jesús dio para identificar a los falsos profetas: “Por sus frutos los reconocerán”. (Mateo 7:15, 16.) Entonces, ¿cuál ha sido el fruto del clero a través de los siglos y en nuestro propio siglo XX? ¿Qué le espera a este hombre del desafuero, y a quiénes, con él, les espera lo mismo? Con relación a este desaforado, ¿qué responsabilidad tienen los que de veras temen a Dios? Los siguientes artículos considerarán estos puntos.


A diferencia de los papas, el apóstol Pedro no permitió que un hombre se inclinara ante él




El juicio divino contra “el hombre del desafuero”

“Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego.” (MATEO 7:19.)
CUANDO el apóstol Pablo predijo por inspiración divina la venida de un “hombre del desafuero”, dijo que hasta en sus días empezaba a aparecer. Como se explicó en el artículo anterior, Pablo hablaba de una clase compuesta de individuos que llevarían la delantera en apostatar del cristianismo verdadero. Ese apartarse de la verdad comenzó a fines del primer siglo, especialmente después de la muerte de los últimos apóstoles. La clase desaforada introdujo doctrinas y prácticas en desacuerdo con la Palabra de Dios. (2 Tesalonicenses 2:3, 7; Hechos 20:29, 30; 2 Timoteo 3:16, 17; 4:3, 4.)
2 Con el tiempo esa clase desaforada se desarrolló hasta convertirse en el clero de la cristiandad. El emperador romano Constantino solidificó el poder de esa clase en el siglo IV, cuando las iglesias apóstatas entraron en consorcio con el Estado pagano. A medida que la cristiandad siguió fragmentándose en una multitud de sectas, el clero continuó elevándose por encima de los legos y, frecuentemente, hasta por encima de los gobernantes seglares. (2 Tesalonicenses 2:4.)
3 ¿Qué le esperaría al hombre del desafuero? Pablo predijo: “Será revelado el desaforado, a quien el Señor Jesús eliminará [...] y reducirá a nada por la manifestación de su presencia”. (2 Tesalonicenses 2:8.) Eso significa que el clero será destruido cuando Dios le ponga fin a todo el sistema de Satanás. Dios utiliza a su Rey celestial, Cristo Jesús, para conducir a las fuerzas de ejecución angelicales. (2 Tesalonicenses 1:6-9; Revelación 19:11-21.) Esto es lo que le espera al clero por haber deshonrado a Dios y a Cristo, y por haber desviado de la adoración verdadera a millones de personas.
4 Jesús mencionó el principio por el cual se juzgaría al hombre del desafuero cuando dijo: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los reconocerán. Nunca se recogen uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? Así mismo, todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, ni puede un árbol podrido producir fruto excelente. Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego. [...] No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. (Mateo 7:15-21; véanse también Tito 1:16; 1 Juan 2:17.)


Excelente fruto cristiano

5 En 1 Juan 5:3 se indica cuál es el fundamento del excelente fruto cristiano, así: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”. Y un mandamiento básico es este: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39.) Así que los verdaderos siervos de Dios tienen que amar a su semejante sin importar de qué raza o nacionalidad sea. (Mateo 5:43-48; Romanos 12:17-21.)
6 Sobre todo, los siervos de Dios tienen que amar a sus hermanos espirituales. “Si alguno hace la declaración: ‘Yo amo a Dios’, y sin embargo está odiando a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto. Y este mandamiento lo tenemos de él, que el que ama a Dios esté amando también a su hermano.” (1 Juan 4:20, 21.) Jesús dijo que ese amor identificaría a los cristianos verdaderos: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:35; véanse también Romanos 14:19; Gálatas 6:10; 1 Juan 3:10-12.)
7 El amor fraternal es el “pegamento” que pone a los siervos de Dios en unidad: “Vístanse de amor, porque es un vínculo perfecto de unión”. (Colosenses 3:14.) Y los cristianos verdaderos tienen que estar en unidad con sus hermanos de todo el mundo, pues la Palabra de Dios ordena: “Todos hablen de acuerdo [...] No haya divisiones entre ustedes [...] Estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar”. (1 Corintios 1:10.) Para mantener ese amor y unidad por todo el globo terrestre, los siervos de Dios tienen que ser neutrales en cuanto a los asuntos políticos de este mundo. Jesús dijo: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 17:16.)
8 Jesús demostró el alcance de lo que tenía presente cuando, con una espada, Pedro le cortó la oreja a uno de los hombres que habían ido a arrestar a Jesús. ¿Fomentó Jesús ese uso de la fuerza siquiera para proteger de opositores al Hijo de Dios? No; dijo a Pedro: “Vuelve tu espada a su lugar”. (Mateo 26:52.) Por eso, los cristianos verdaderos no participan en las guerras de las naciones ni en ningún otro derramamiento de sangre humana aunque el negarse a ello signifique que se les martirice por su postura neutral, como les ha ocurrido a muchos a través de los siglos, incluso en nuestro tiempo. Saben que solamente el Reino de Dios bajo Cristo eliminará para siempre la guerra y el derramamiento de sangre. (Salmo 46:9; Mateo 6:9, 10; 2 Pedro 3:11-13.)
9 La historia confirma que los cristianos del primer siglo no derramaban sangre humana. Un ex profesor de teología inglés, Peter De Rosa, escribe: “Derramar sangre era un pecado grave. Por eso los cristianos se oponían al combate gladiatorio. [...] Aunque la guerra y el uso de la fuerza eran necesarios para la protección de Roma, a los cristianos no les parecía que pudieran participar en tales cosas. [...] Se consideraban, como Jesús, mensajeros de la paz; de ninguna manera podían ser agentes de la muerte”. Por otro lado, las religiones desunidas de la cristiandad han violado el mandamiento del amor y han derramado una enorme cantidad de sangre. No han sido mensajeras de la paz, sino que muchas veces han sido agentes de la muerte.


Babilonia la Grande es culpable de sangre

10 Satanás es “el gobernante de este mundo”, “el dios de este sistema de cosas”. (Juan 12:31; 2 Corintios 4:4.) El sistema mundial de religión falsa que él ha creado a través de los siglos, que incluye a la cristiandad y su clero, es parte del mundo de Satanás. A ese sistema mundial de religión falsa la Biblia lo llama “Babilonia la Grande, la madre de las rameras [espirituales] y de las cosas repugnantes de la tierra”. (Revelación 17:5.) Las raíces de las religiones falsas actuales se remontan a la antigua ciudad de Babilonia, donde abundaban la religión falsa y las doctrinas y prácticas que deshonraban a Dios. Por eso, a lo que hoy es un paralelo de la antigua Babilonia se le llama Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa.
11 Respecto a esa Babilonia religiosa, la Palabra de Dios dice: “En ella se halló la sangre de profetas y de santos y de todos los que han sido degollados en la tierra”. (Revelación 18:24.) ¿Por qué son responsables de la sangre de todos los que han sido degollados las religiones de este mundo? Porque todas esas religiones —lo que incluye tanto a las iglesias de la cristiandad como a las religiones no cristianas— han apoyado y aprobado tácitamente las guerras de las naciones, o hasta han llevado la delantera en ellas; también han perseguido y matado a las personas temerosas de Dios que no han concordado con ellas.


Un registro que deshonra a Dios

12 El clero de la cristiandad es más reprensible que otros líderes religiosos por el derramamiento de sangre. ¿Por qué? Porque además de haber tomado sobre sí el nombre de Dios han tomado el de Cristo. Así han asumido la obligación de seguir las enseñanzas de Jesús. (Juan 15:10-14.) Pero no han seguido esas enseñanzas, y así han acarreado gran vituperio tanto a Dios como a Cristo. El clero ha sido culpable de derramamiento de sangre tanto directamente —en las Cruzadas, otras guerras religiosas, inquisiciones y persecuciones— como indirectamente, al dar su aprobación tácita a guerras en las que miembros de las iglesias han matado a su semejante en otros países.
13 Por ejemplo, desde el siglo XI hasta el XIII el clero de la cristiandad introdujo las Cruzadas. El resultado de estas fue derramamiento de sangre y saqueo horrendos en el nombre de Dios y de Cristo. Se dio muerte a centenares de miles de personas. Entre las Cruzadas estuvo la Cruzada de los niños, en el año 1212, que terminó en la matanza insensata de miles de niños a quienes se indujo a participar en ella.
14 En el siglo XIII la Iglesia Católica Romana aprobó oficialmente otro horror que deshonraba a Dios: la Inquisición. Esta institución comenzó en Europa y se extendió a las Américas; duró más de seis siglos. Creada y apoyada por el papado, con ánimo asesino se usó para torturar y eliminar a todo el que no concordara con la iglesia. Aunque la iglesia había perseguido previamente a los no católicos, la Inquisición pasó a hacer mucho más que eso.
15 Peter De Rosa, quien afirma que es “católico patriótico”, dice en su libro reciente Vicars of Christ—The Dark Side of the Papacy (Vicarios de Cristo... el lado maligno del papado): “La iglesia fue responsable de la persecución de los judíos, de la Inquisición, de la matanza de millares de herejes, de volver a introducir la tortura en Europa como parte del proceso judicial. [...] Los papas nombraban y destituían hasta a emperadores, exigían que estos impusieran el cristianismo a sus súbditos bajo amenaza de tortura y muerte. [...] El efecto que esto tuvo en el mensaje del Evangelio fue horrendo”. El único “delito” de algunos que fueron asesinados fue que tenían una Biblia.
16 Respecto al papa Inocencio III, de principios del siglo XIII, De Rosa dice: “Se ha calculado que en la última y más violenta persecución por el emperador [romano] Diocleciano [del siglo III] por todo el mundo perecieron unos dos mil cristianos. Durante la primera atrocidad de la Cruzada del papa Inocencio [contra los “herejes” de Francia] se dio muerte a diez veces más personas. [...] Alarma el descubrir que, de un golpe, un papa mató a muchos cristianos más que Diocleciano. [...] [Inocencio] no tuvo reparos en usar el nombre de Cristo para cuanto Cristo mismo desaprobó”.
17 De Rosa menciona que “en el nombre del papa [los inquisidores] fueron responsables del más violento y continuo ataque contra la decencia en la historia de la raza humana”. Del inquisidor Torquemada, un dominico español, dice: “Nombrado en 1483, gobernó tiránicamente por quince años. Sus víctimas fueron más de 114.000, de las cuales 10.220 fueron quemadas”.
18 El escritor citado llega a esta conclusión: “El registro de la Inquisición sería vergonzoso para cualquier organismo; para la Iglesia Católica es aplastante. [...] Lo que muestra la historia es que, por más de seis siglos, sin interrupción, el papado fue el enemigo jurado de la justicia elemental. De una línea de ochenta papas, desde el siglo XIII en adelante, ninguno de ellos desaprobó la teología de la Inquisición ni su sistema represivo. Por el contrario, uno tras otro fueron añadiendo sus propios rasgos crueles al funcionamiento de esta mortífera maquinaria. Lo que uno no se explica es: ¿cómo pudiera ser que unos papas continuaran por generaciones en esta virtual herejía? ¿Cómo se les hizo posible repudiar todo punto del Evangelio de Jesús?”. Contesta: “Los pontífices prefirieron contradecir el Evangelio a contradecir a un predecesor ‘infalible’, pues eso abatiría al papado mismo”.
19 También fue desaforado el papel que el clero desempeñó en la institución violenta de la esclavitud. Las naciones de la cristiandad secuestraron a millares de africanos, los llevaron a lugares remotos y por siglos los maltrataron física y mentalmente como esclavos. Relativamente pocos miembros de la clase clerical se opusieron con vigor a ello. Algunos hasta afirmaron que era la voluntad de Dios. (Véase Mateo 7:12.)


Culpa de sangre en el siglo XX

20 La culpa de sangre del hombre del desafuero ha alcanzado un punto máximo en nuestro siglo. El clero ha apoyado guerras en que han muerto decenas de millones de personas, las peores guerras de la historia. Apoyó a ambos lados en las dos guerras mundiales, en las que personas de la misma religión, “hermanos”, se mataron unas a otras. Por ejemplo, en la II Guerra Mundial católicos franceses y estadounidenses mataron a católicos alemanes e italianos; protestantes británicos y estadounidenses mataron a protestantes alemanes. A veces mataron a otros que no solo eran de su misma religión, sino que también tenían sus mismos antecedentes nacionales. Las dos guerras mundiales estallaron en el corazón de la cristiandad y no habrían ocurrido si el clero hubiera obedecido el mandamiento de amarse unos a otros y hubiera enseñado a sus seguidores a hacer lo mismo.
21 El periódico The New York Times afirmó: “En el pasado las jerarquías católicas locales casi siempre apoyaron las guerras de sus naciones al bendecir a los soldados y hacer oraciones por la victoria, mientras que en el bando opuesto otro grupo de obispos oraba públicamente por el resultado contrario. [...] La contradicción entre el espíritu cristiano y la conducta bélica [...] se les hace cada vez más patente a muchas personas, a medida que los armamentos se hacen más brutales”. Y la revista U.S.News & World Report comentó: “La frecuencia con que las naciones llamadas cristianas han utilizado la violencia ha perjudicado gravemente el prestigio del cristianismo en el mundo”.
22 Además, aunque hoy día no hay oficialmente una Inquisición, el clero se ha valido del brazo del Estado para perseguir a “profetas” y “santos” que no concuerdan con él. Ha presionado a líderes políticos para que ‘con apariencia de ley perpetren agravios’. Así, en nuestro siglo ha causado o aprobado el que se proscriba, encarcele, golpee, torture y hasta se dé muerte a personas que temen a Dios. (Revelación 17:6; Salmo 94:20, Bartina-Roquer.)
Dios le pedirá cuentas
23 En realidad en la religión falsa se halla la sangre de profetas, de santos y de todos los que han sido degollados en la Tierra. (Revelación 18:24.) Puesto que el peor derramamiento de sangre se ha realizado en la cristiandad, el clero tiene la mayor culpa. ¡Cuán apropiado es que la Biblia lo llame un “hombre del desafuero”! Pero la Palabra de Dios también dice: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. (Gálatas 6:7.) De modo que Dios pedirá cuentas al clero desaforado.
24 Jesús dijo: “Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mateo 7:23.) Y mencionó: “Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego”. (Mateo 7:19.) Se acerca rápidamente el tiempo del ardiente fin del hombre del desafuero, junto con toda la religión falsa, cuando los elementos políticos con los cuales los de esa clase se han prostituido se vuelvan contra ellos: “Estos odiarán a la ramera y harán que quede devastada y desnuda, y se comerán sus carnes y la quemarán por completo con fuego”. (Revelación 17:16.) Dado que esos acontecimientos de trascendencia mundial tendrán lugar dentro de poco, los siervos de Dios tienen que darlos a conocer a otras personas. El artículo siguiente examinará cómo lo han estado haciendo.

“Las jerarquías católicas locales casi siempre apoyaron las guerras de sus naciones”
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Las Cruzadas causaron un horroroso derramamiento de sangre en el nombre de Dios y de Cristo
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Se desenmascara al “hombre del desafuero”

“Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y [...] recibir parte de sus plagas.” (Revelaciòn 18:4.)

La Palabra de Dios predijo la venida de un “hombre del desafuero”. También predijo que ese elemento desaforado sería ‘eliminado y reducido a nada’ por el Ejecutor celestial de Dios, Cristo Jesús. 
(2ª Tesalonicenses 2:3-8.) 

Como han mostrado los artículos anteriores, ese hombre del desafuero es el clero de la cristiandad. 
Este abandonó hace mucho las verdades de la Palabra de Dios y adoptó enseñanzas paganas, como las de la Trinidad, el infierno de fuego y la inmortalidad del alma. 
Además, ha actuado contra las leyes de Dios. 
Al igual que las personas de quienes Pablo advirtió a Tito que se cuidara, los clérigos “declaran públicamente que conocen a Dios, pero por sus obras lo repudian, porque son detestables y desobedientes y no aprobados para obra buena de clase alguna”. (Tito 1:16.)

2 Jesús dijo: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los reconocerán”. 
Los falsos profetas producirían “fruto inservible”. (Mateo 7:15-17.) Una prueba del fruto malo del clero es su enorme culpa de derramamiento de sangre. 
Por siglos ha apoyado cruzadas, inquisiciones y guerras en las que se ha derramado la sangre de millones de personas. 
En guerras en las que miembros de la misma religión se han matado unos a otros, el clero ha orado por los dos lados en contienda y los ha bendecido. 
En contraste con esto, el apóstol Pablo pudo decir: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre”. (Hechos 20:26.) 
El clero no lo está. 
A ellos Dios declara: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre”. (Isaías 1:15.)

3 Se acerca velozmente el tiempo en que Dios ejecutará su juicio contra el hombre del desafuero. Pronto, como predijo Jesús, “habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder”. (Mateo 24:21.) Ese tiempo turbulento sin precedente empezará con la ejecución de Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa, que incluye a las religiones de la cristiandad. Los elementos políticos “harán que quede devastada y desnuda, y se comerán sus carnes y la quemarán por completo con fuego”. (Revelación 17:16.) La gran tribulación culminará con la destrucción del resto del mundo de Satanás en Armagedón, “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”. (Revelación 16:14, 16; 19:11-21.)


La obligación de amar a otros

4 Puesto que la tierra habitada pronto será sacudida por esos acontecimientos de trascendencia mundial, 
¿qué obligaciones tienen los que ‘adoran al Padre con espíritu y 
con verdad’? (Juan 4:23.) 

Entre otras cosas, deben tener presente lo que dijo Jesús: “Si observan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he observado los mandamientos del Padre y permanezco en su amor. [...] 
Este es mi mandamiento: que ustedes se amen unos a otros así como yo los he amado a ustedes. 
Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos. 
Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando”. (Juan 15:10-14; 1 Juan 5:3.)

5 Por lo tanto, los cristianos verdaderos están bajo la obligación de amar a otras personas, especialmente a sus hermanos y hermanas cristianos de toda la Tierra. (Hechos 10:34; Gálatas 6:10; 1 Juan 4:20, 21.) 
En realidad los compañeros cristianos deben tener “amor intenso unos para con otros”. (1 Pedro 4:8.) 
Esa clase de amor de alcance mundial los identifica como adoradores verdaderos, pues Jesús dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. 
En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:34, 35.)


6 ¿Qué tenía de nuevo aquel mandamiento? ¿Acaso no habían recibido los judíos bajo la Ley de Moisés el mandato: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’? (Levítico 19:18.) Sí; pero Jesús indicó algo adicional cuando dijo: “Así como yo los he amado”. El amor de él incluyó entregar su vida por otros, y sus discípulos deben estar dispuestos a hacer lo mismo. (Juan 15:13.) Ese amor era de un nivel superior, pues la Ley de Moisés no exigía tal sacrificio.


7 En nuestro siglo, ¿qué religión ha obedecido esa ley del amor? Ciertamente no han sido las religiones de la cristiandad, pues decenas de millones de sus miembros se han degollado unos a otros en dos guerras mundiales y en otros conflictos. 
Los testigos de Jehová son quienes han obedecido la ley del amor por toda la Tierra. 
Han mantenido neutralidad absoluta en las guerras de las naciones, pues Jesús dijo que sus seguidores “no [deben ser] parte del mundo”. (Juan 17:16.) 
Por eso pueden decir, como Pablo, que están ‘limpios de la sangre de todo hombre’. 
Por ejemplo, note las palabras de apertura de una resolución que adoptaron los siervos de Jehová en la asamblea de Washington, D.C. (E.U.A), el 27 de noviembre de 1921:

“Como cristianos que nos esforzamos solícitamente por seguir las enseñanzas de nuestro Señor Cristo Jesús y sus Apóstoles, sostenemos: que la guerra es un vestigio del barbarismo, perjudicial para la buena moralidad y un oprobio para los pueblos cristianos; que los principios que enseñó el Señor Jesucristo mueven a los cristianos consagrados a no participar en guerras ni derramamiento de sangre ni violencia de forma alguna”.

8 ¿Cómo se aplicó ese punto de vista durante la II Guerra Mundial? 
En aquella guerra, la peor de la historia humana, murieron unos 50.000.000 de personas. 
¡Pero ninguna persona murió a manos de un testigo de Jehová! Por ejemplo, casi todo el clero alemán apoyó activa o pasivamente el nazismo. 
Por contraste, los testigos de Jehová bajo el régimen nazi mantuvieron neutralidad absoluta y se negaron a aclamar a Hitler y a ser parte de su organización militar. 
Por consiguiente, no mataron a ninguno de sus hermanos espirituales de otros países ni a ninguna otra persona. 
Y los testigos de Jehová de los demás países también se mantuvieron neutrales.

9 Muchos testigos de Jehová han entregado su alma a favor de sus amigos en obediencia a la ley del amor. 
Un análisis del libro Kirchenkampf in Deutschland (Lucha de las iglesias en Alemania), por Friedrich Zipfel, dice respecto a los Testigos: “El 97% de los miembros de este grupito religioso experimentó la persecución nacionalsocialista [nazi]. 
La tercera parte murió, fuera por ejecución, otros actos de violencia, hambre, enfermedades o trabajo de esclavos. 
La severidad con que se les trató no tuvo precedente, y fue el resultado de una fe inquebrantable que no podía conciliarse con la ideología nacionalsocialista”. 
En Austria, el 25% de los testigos de Jehová fueron ejecutados o murieron por golpes recibidos o por enfermedades o agotamiento en los campos nazis.

10 Los que fueron martirizados por obedecer la ley del amor confiaban en que “Dios no es injusto para olvidar la obra de [ellos] y el amor que mostraron para con su nombre”. (Hebreos 6:10.) 

Sabían que “el mundo va pasando, y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1 Juan 2:17.) 

Tenían la esperanza segura de que serían resucitados con la perspectiva de vivir para siempre. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.)

11 Los siervos de Jehová son los únicos que obedecen la regla que declararon Pedro y otros apóstoles a un tribunal supremo: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. (Hechos 5:29.) 
Porque los testigos de Jehová hacen eso, tienen el apoyo del “espíritu santo, el cual Dios ha dado a los que le obedecen como gobernante”. (Hechos 5:32.) 
Ese es el poder que les permite cumplir la profecía de Isaías 2:2-4. Esta predijo que en nuestros tiempos se restablecería la adoración verdadera y que personas de todas las naciones y religiones afluirían a ella. 
Uno de los resultados de esto sería este: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. Puesto que los siervos de Jehová están preparándose para vivir en un nuevo mundo pacífico, no aprenderán más la guerra. Aprenden la ley del amor. (Juan 13:34, 35.)

12 En vista de que el amor cristiano incluye ‘amar al prójimo como a uno mismo’, los siervos de Dios no pueden ser egoístas en cuanto a lo que saben. (Mateo 22:39.) 
Todavía hay muchas personas que quisieran servir a Dios y vivir en Su nuevo mundo. 
Mientras quede tiempo, ellas también tienen que aprender acerca de la ley del amor y las muchas otras verdades relacionadas con el Soberano Universal, Jehová Dios. 
Es necesario enseñarles que solo Jehová es digno de nuestra adoración y cómo se le ha de adorar. (Mateo 4:10; Revelación 4:11.) 
Los que ya han aprendido estas cosas tienen la obligación de compartirlas con otros para que ellos también reciban el favor de Jehová. (Ezequiel 33:7-9, 14-16.)


Se desenmascara al hombre del desafuero

13 Jesús dijo que las “buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. (Mateo 24:14.) Como parte de esa testificación mundial, los siervos de Dios tienen la obligación de dar a conocer Su juicio contra la religión falsa, especialmente contra el clero de la cristiandad. A la vista de Dios este es más reprensible, pues afirma ser cristiano. 

Tiene que ser desenmascarado para que los que quieren servir a Dios puedan ser librados de su influencia y dar los pasos apropiados para sobrevivir. Como dijo Jesús: “La verdad los libertará”. (Juan 8:32.)
14 Por eso, los testigos de Jehová tienen que dar a conocer este mensaje inspirado respecto a la religión falsa: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta llegar al cielo, y Dios ha recordado sus actos de injusticia. [...] En un solo día vendrán sus plagas: muerte y lamento y hambre, y será quemada por completo con fuego, porque fuerte es Jehová Dios que la juzgó”. (Revelación 18:4-8.)

15 Las profecías bíblicas muestran que “los últimos días” de este sistema de cosas empezaron en el año crucial de 1914. (2 Timoteo 3:1-5, 13; Mateo 24:3-13.) Desde ese año hemos estado en “el tiempo del fin”. (Daniel 12:4.) 
Inmediatamente después de la I Guerra Mundial, según el horario de Jehová, sus siervos comenzaron a esparcir con vigor el anuncio del Reino de Dios, según se predijo en Mateo 24:14. También empezaron a desenmascarar con mayor ahínco a la religión falsa, particularmente a la desaforada clase del clero de la cristiandad apóstata.

16 Por más de 70 años ya, y con mayor vigor que nunca, los siervos de Dios han advertido a la gente sobre la actividad engañosa del hombre del desafuero. Después de la I Guerra Mundial solo unos cuantos miles de Testigos efectuaban esta obra. 
Pero ahora han llegado a ser “una nación poderosa” de más de tres millones y medio de ministros activos, organizados en más de 60.000 congregaciones por toda la Tierra. (Isaías 60:22.) 

Los siervos de Dios, en constante aumento, proclaman con celo el Reino de Dios como la única esperanza para la humanidad y, a la misma vez, desenmascaran al clero por lo que es: un engañoso hombre del desafuero.


¿Por qué tanto vigor?

17 Durante todos estos años, ¿por qué han desenmascarado vigorosamente al hombre del desafuero los siervos de Jehová? 

Porque hay que proteger del mundo de Satanás y de su religión falsa a los millones de personas que componen la gran muchedumbre de ovejas de Jehová que ya están encaminadas a la salvación. (Juan 10:16; Revelación 7:9-14.) 

Además, si no se desenmascarara al clero la gente de corazón honrado que todavía no es parte del rebaño de Dios no sabría cómo evitar un derrotero incorrecto. 
Por eso hay que informarles, como Jesús informó a la gente cuando le dijo lo siguiente acerca de los líderes religiosos hipócritas de sus días: “Guías ciegos es lo que son. Por eso, si un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo”. (Mateo 15:14; véanse también 2 Corintios 4:4; 11:13-15.)

18 El clero es parte del mundo de Satanás. (Juan 8:44.) Pero este es un mundo que Dios pronto eliminará por completo. (2 Pedro 3:11-13; 1 Juan 2:15-17.) 
Por eso la Palabra de Dios advierte: “Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios”. (Santiago 4:4.) 
El clero pasa por alto esa advertencia y sigue metiéndose en los asuntos políticos. 
Dice a sus seguidores que vendrá un mundo mejor por los esfuerzos de los políticos. 
Pero esa es una esperanza falsa, pues pronto este mundo bajo el poder de Satanás será destruido. 
De modo que se está engañando a las personas que cifran su esperanza en este mundo. 
Tienen que oír la verdad sobre lo que le espera a este mundo y lo que lo sustituirá. (Proverbios 14:12; 19:21; Mateo 6:9, 10; Revelación 21:4, 5.)

19 En los últimos años, hasta los medios de comunicación han denunciado la mundanalidad de algunos miembros del clero, como, por ejemplo, el estilo de vida licencioso y lujoso de algunos clérigos de la TV. 
Cierto compositor moderno escribió una canción titulada: “¿Llevaría Jesús un [reloj] Rolex [de $10.000 (E.U.A.)] en Su programa de televisión?”. La canción pasa a decir: “Si Jesús regresara a la Tierra, ¿sería un político, tendría Su segundo hogar en [la lujosa ciudad de] Palm Springs y trataría de ocultar Su fortuna?”. 
Además, cada vez son más los clérigos que aprueban tácitamente la homosexualidad, o la practican. 
Ahora mismo en los Estados Unidos la Iglesia Católica paga millones de dólares en indemnización por los daños y perjuicios causados por sacerdotes culpables de haber abusado sexualmente de niños. (Romanos 1:24-27; 1 Corintios 6:9, 10.)

20 Los siervos de Dios no pueden pasar por alto esos males; más bien, tienen que denunciarlos para beneficio de otras personas.

 Debe protegerse a la gran muchedumbre de las otras ovejas de los que quisieran llevarlas a violar las leyes de Dios. 
Además, hay que hallar a los que están “suspirando y gimiendo por todas las cosas detestables que se están haciendo” y reunirlos bajo la guía protectora del Gran Pastor, Jehová Dios, y “el Pastor Excelente”, Cristo Jesús. (Ezequiel 9:4; Juan 10:11; Proverbios 18:10.)

21 Por lo tanto, el pueblo de Dios no vacilará en declarar la venganza divina contra todo el mundo de Satanás, incluso contra su hombre del desafuero, el clero de la cristiandad. 
Proclamará con vigor el mensaje angelical de Revelación 14:7: “Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora del juicio por él”. 
E incluirá en esa proclamación la advertencia urgente de Revelación 18:4 respecto a la religión falsa: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y [...] recibir parte de sus plagas”.

Preguntas de repaso:
□ ¿Qué le espera al hombre del desafuero, y por qué?
□ ¿Qué obligación tienen los siervos de Jehová para con otras personas?
□ ¿Cómo se ha mantenido limpio de la sangre de todo hombre el pueblo de Jehová?
□ ¿Qué tenemos que hacer en cuanto a Babilonia la Grande?
□ ¿Por qué seguiremos proclamando nuestro mensaje vigoroso acerca del hombre del desafuero?
[Preguntas del estudio]
 1, 2. a) ¿Cómo puede identificarse al hombre del desafuero? b) ¿Cómo considera Dios a los que afirman servirle a pesar de que tienen culpa de sangre? (Mateo 7:21-23.)
 3. ¿Qué sucesos de trascendencia mundial se acercan velozmente?
 4. ¿Qué deben tener presente los que adoran a Dios “con espíritu y con verdad”?
 5, 6. a) ¿Qué mandó Jesús que hicieran sus discípulos, lo cual los identificaría? b) ¿En qué sentido era ese un nuevo mandamiento?
 7. En este siglo, ¿qué religión ha obedecido la ley del amor?
 8. ¿Qué muestra la historia respecto a los testigos de Jehová durante la II Guerra Mundial?
 9. ¿Qué experimentaron los testigos de Jehová en Alemania y Austria bajo el régimen nazi?
10. ¿En qué confiaban los que murieron por obedecer la ley del amor?
11. ¿En qué sentido son singulares los siervos de Jehová, y qué profecía cumplen?
12. ¿Qué tienen que hacer a favor de otras personas los que obedecen la ley del amor?
13. Como parte de nuestra testificación mundial, ¿qué tenemos que dar a conocer, y por qué?
14. ¿Qué mensaje claro respecto a la religión falsa es necesario proclamar?
15. ¿Qué papel desempeñó el año 1914 en el horario de Jehová, y qué sucedió después de la I Guerra Mundial?
16. ¿Cómo ha ido incrementando en su vigor por más de 70 años el desenmascaramiento del hombre del desafuero?
17. ¿Por qué han desenmascarado vigorosamente al hombre del desafuero los siervos de Jehová?
18. ¿Qué tienen que saber los que buscan la verdad?
19. En los últimos años, ¿cómo han denunciado la mundanalidad de algunos clérigos los medios de comunicación?
20. ¿Por qué deben seguir desenmascarando al hombre del desafuero los siervos de Dios?
21. ¿Qué seguirán declarando los testigos de Jehová?
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Los apóstoles dijeron a un tribunal supremo: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”
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Los sinceros tienen que saber lo que les espera al mundo y sus religiones.

(La Atalaya 1 Septiembre 2003)
(La Atalaya 1 Febrero 1990)


Cambio y confusiòn en la cristiandad


La Iglesia: cambios y confusión

“Muchos fieles se sienten turbados por los cambios que les imponen.” (L’Histoire, julio/agosto de 1987.)
“Con que solo se rompa un eslabón, [...] el edificio pierde toda inteligibilidad. [...] Reemplace la comunión en los labios por la comunión en la mano, y habrá ‘acabado con la fe de muchos franceses’.” (Voyage à l’intérieur de l’Église Catholique.)
“Con la modernización de la liturgia y la adopción de la lengua vernácula, parece que la Iglesia perdió a la gran mayoría de los [católicos] practicantes apegados a ciertas tradiciones que se consideraban inmutables. [...] De pronto, el sentimiento de obligación desapareció y la fe vacilante [...] se vino abajo.” (Nord Eclair, 24-25 de abril de 1983.)

                                    Antes llenas



LAS citas precedentes dejan traslucir con claridad la confusión que existe en muchas mentes católicas. Hay una pregunta que sigue planteándose: “Nuestros padres y abuelos escuchaban la misa en latín y rezaban de cierta manera. ¿Cómo es posible que todo eso haya quedado anticuado de la noche a la mañana?”.
La nueva postura que ha adoptado la Iglesia con respecto a otras religiones también ha suscitado problemas. El diario francés Le Monde explica: “Muchos creyentes [...] se sienten engañados. Les habían repetido muchas veces que su religión era la única verdadera, o por lo menos la mejor”. 
Es cierto que un gran número de católicos apoyan el diálogo con sus “hermanos separados”, sean ortodoxos o protestantes. 

Pero muchos creyentes a los que antes se había enseñado que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ no comprenden este cambio de opinión. 
El cisma entre el Vaticano y los tradicionalistas, cuyo líder espiritual, el ex arzobispo Marcel Lefebvre, fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988, se debe en gran parte a este nuevo criterio de la Iglesia.

Rechazan la autoridad de la Iglesia

Los católicos a menudo expresan su desconcierto poniendo en tela de juicio la autoridad de la Iglesia. 
Aunque al papa Juan Pablo II se le aprecia por su postura a favor de que exista justicia en el mundo, muchos católicos rehúsan acatar los preceptos morales que defiende en sus discursos públicos. 

De hecho, una gran proporción de parejas católicas utilizan métodos anticonceptivos condenados por la Iglesia. Otras optan por el aborto.

Se ha cuestionado la autoridad de la Iglesia a todos los niveles. 
El hecho de que el Papa y otras altas jerarquías hayan adoptado cierta postura en particular con respecto a un tema no ha impedido que los laicos, los sacerdotes y hasta los obispos los contradigan. 

El libro La Réception de Vatican II explica: “Desde este punto de vista, la situación creada por el concilio se extiende a la vida de la Iglesia. 
La Iglesia Católica Romana es actualmente el escenario de acaloradas y constantes discusiones. 
Las recomendaciones del Papa son objeto de debate y, con frecuencia, hasta criticadas. 
Cada vez son más los católicos romanos que dicen no poder hacer suyas —en parte o totalmente— ciertas declaraciones pontificales”.

Algunos católicos han aceptado los cambios por lealtad a la Iglesia y continúan practicando sus ritos. 
A otros les molesta la situación y se contentan con vivir como miembros marginales de la Iglesia. 
Según encuestas recientes, existe también un tercer grupo de católicos nominales, bastante nutrido, que ya han dejado de apoyar a la Iglesia.





Pero la confusión religiosa no se limita a la Iglesia Católica de Francia. En los Países Bajos e Inglaterra, los católicos y los protestantes también están atravesando una crisis.


  ¿IMPROBABLE? 
No según el periódico londinense The Sunday Times. “La Iglesia de Inglaterra [o Iglesia Anglicana] está partida en dos —decía—.
 Una Iglesia dividida se encamina a una guerra civil.” 

¿Qué ha llevado a la Iglesia oficial de Inglaterra a una condición tan lamentable?.
 La reforma relacionada con la ordenación de las mujeres.






  En una decisión histórica adoptada el pasado mes de noviembre, el sínodo de la Iglesia de Inglaterra aprobó la ordenación de las mujeres por una mayoría de dos tercios. 
Se dice que unos tres mil quinientos clérigos —una tercera parte de todos los clérigos anglicanos— se oponen a dicha reforma, y algunos ya han abandonado la Iglesia totalmente desconcertados. 

Otros, bajo la dirección del ex obispo de Londres, desean conservar su identidad anglicana “en comunión con la Sede de Pedro” en Roma.
  El paladín de la campaña a favor del cambio fue el propio arzobispo de Canterbury. “La ordenación sacerdotal de las mujeres —dijo— no altera ni una sola palabra de los credos, las Escrituras o la fe de nuestra Iglesia.” 
Y añadió que, “en realidad, puede fomentar la credibilidad de la Iglesia ante el resto del mundo. 
[La Iglesia] verdaderamente está practicando lo que predica cuando habla de igualdad”.

  Sin embargo, no todos comparten su opinión. 
Cuando se hizo público el veredicto, un laico tachó la decisión del sínodo de “apostasía” y abandonó inmediatamente la Iglesia para hacerse católico romano. 
“La decisión de ordenar mujeres ha sido como una sacudida. 
Se ha producido un estado de confusión espiritual. 
La mayoría no sabe qué hacer”, 
se lamentó cierto clérigo londinense. 

Entretanto, el Vaticano da una cautelosa acogida a los disidentes y ve esta decisión como “un nuevo y grave obstáculo a todo el proceso de reconciliación”.
  Se calcula que hay 1.400 mujeres a la espera de ser ordenadas, pero el Parlamento británico todavía tiene que aprobar la reforma, que, una vez ratificada, debe recibir la sanción oficial de la reina. 

Todo este proceso podría prolongarse hasta dos años. Será interesante ver en qué condición se encontrará la Iglesia de Inglaterra para entonces.



El Vaticano II: ¿benefició o perjudicó?

SUCEDIÓ en 1962 en el Vaticano. Ante un obispo intrigado, el Papa abrió una ventana de su palacio. 
Con ese gesto el papa Juan XXIII ilustró lo que esperaba del Concilio Vaticano II (1962-1965): introducir aire fresco en la Iglesia Católica, efectuar un aggiornamento, una puesta al día.

¿Qué cambios introdujo en la Iglesia ese concilio?.
 Esta pregunta sigue siendo pertinente, pues el Vaticano II y sus consecuencias continúan provocando mucho debate.

‘Verdad en otras religiones’

Era muy obvio que el papa Juan XXIII quería cambios. 
Los teólogos cuyas ideas vanguardistas habían sido condenadas unos años antes fueron invitados al Concilio Vaticano II en calidad de expertos. 
Se invitó también como observadores a dignatarios ortodoxos y protestantes.

Esta nueva postura produjo un cambio radical en cuestiones de libertad religiosa y de conciencia. 
Durante siglos, la Iglesia había condenado firmemente estas ideas; Gregorio XVI, un Papa del siglo XIX, hasta las calificó de “delirio”. 
Sin embargo, en 1964, el concilio adoptó por gran mayoría un decreto en el que se reconocía el derecho de todo hombre a escoger su propia religión.

Aquello no fue un simple reconocimiento de libertad. 
La revista Notre Histoire explicó: “A partir de ese momento se reconoció que podía encontrarse algo de verdad en otras religiones”.

Después del Vaticano II la Iglesia ha seguido manifestando esa actitud más liberal con respecto a otras religiones. 
Como prueba de ello, el papa Juan Pablo II hizo visitas al rey Hassan II de Marruecos, guía espiritual musulmán. 
También visitó una iglesia protestante y una sinagoga de Roma.

 Muchos católicos recuerdan la reunión que se celebró en 1986 en Asís (Italia), en la que el papa Juan Pablo II invitó a los líderes de las grandes religiones del mundo a orar con él en pro de la paz.


¿Perjudicaron los cambios del Vaticano II?

Algunas personas opinaron que el refrescante “soplo de aire” que esperaba el papa Juan XXIII pareció más bien una fría ráfaga de viento. 
Para apoyar su opinión, se remitieron a un famoso discurso del papa Pablo VI, sucesor de Juan XXIII, en el que dijo que en la Iglesia se había infiltrado “el humo de Satanás”. 

El libro La Réception de Vatican II explicó que con estas palabras parece que Pablo VI “vinculaba el impulso creado por el concilio a un proceso contrario a los intereses de la Iglesia”.

Muchos católicos practicantes comparten este criterio. 
Una encuesta reciente reveló que casi la mitad de los católicos franceses piensan que “la Iglesia, a fuerza de reformas, ha ido demasiado lejos”. 
Los que critican el Vaticano II acusan a la Iglesia de no seguir fiel a su tradición y de haberse contaminado con la modernidad. 

Dicen que la Iglesia ha apoyado cambios que han sacudido la sociedad occidental y que han provocado la crisis de la Iglesia.

¿Beneficiaron los cambios del Vaticano II?

Otras personas creen que el concilio no debería ponerse en tela de juicio. 
Dicen que antes del Vaticano II ya se veían claramente las primeras señales de debilidad en la Iglesia. 
El diario francés La Croix comentó: “La escasez de vocaciones religiosas y sacerdotales en los países occidentales está relacionada con la crisis general de la sociedad y sus repercusiones en las comunidades cristianas: muchos cristianos se han dejado impregnar de las ideologías y mentalidades contemporáneas”.

También hay quien piensa que los cambios recomendados por el Vaticano II eran esenciales. 
Otro periodista del rotativo La Croix expresó: “Uno debería [...] preguntarse qué sería hoy de la Iglesia si hubiese seguido mirando hacia dentro”. 
Finalmente, diversos comentaristas católicos explican que la Iglesia es una organización compuesta de humanos imperfectos, que ha superado crisis en el pasado y que esta también la superará. 

Gilles, citado en el artículo anterior, hizo la siguiente observación: “Cuando sacábamos a colación los problemas de la Iglesia, se nos decía que se encontraba en plena crisis juvenil, pero que esta pasaría sin dejar rastro”.

Prescindiendo de si los cambios recomendados por el Vaticano II beneficiaron o perjudicaron, dicho concilio ha hecho mucha mella en los católicos.







¿Cambiará las cosas un nuevo catecismo?

“EL CATECISMO del 2000”, “El catálogo de los nuevos pecados”, “Nueva imagen para la Iglesia”: estos son algunos de los titulares que han aparecido recientemente en la prensa italiana con referencia al nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, que por el momento se ha publicado en alemán, español, francés e italiano.

En Italia se vendieron 110.000 ejemplares de dicho catecismo en menos de tres semanas. 
Por supuesto, en un país católico de casi 58 millones de habitantes, esa cifra tiene poco de sensacional. 
Un escritor italiano dijo que cualquiera que lo compre “buscando únicamente un catálogo de nuevos pecados” sufrirá una “decepción”.

El 7 de diciembre de 1992 el papa Juan Pablo II presentó oficialmente el libro de 450 páginas (la versión en español tiene unas setecientas), al que denominó un “compendio de la fe y la moral católicas”. 
Tomó más de seis años de redactar y volver a redactar, así como de recibir muchas críticas de la comunidad católica, producir este volumen. 

Naturalmente, perpetúa la enseñanza de la cristiandad de que “el misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe”. 

También dice que “cada alma espiritual es directamente creada por Dios [...], y que es inmortal”. (Compárese con 1 Corintios 15:28; Mateo 24:36; véase también Ezequiel 18:4, 20.). 

Pero ¿por qué se consideró necesario confeccionar un nuevo catecismo?

Un erudito católico escribió: “Muchos catecismos editados por centros diocesanos para la catequesis están llenos de afirmaciones temerarias, errores dogmáticos y extravagancias”. 
Y, sin embargo, han sido utilizados durante años para adoctrinar a los fieles católicos. 

La publicación católica La Civiltà Cattolica comentó que el nuevo catecismo sería “una ayuda importante para garantizar la unidad de la fe”, que en las últimas décadas ha sido zarandeada. 

El propio Papa señaló: “No es fácil prever los cambios que producirá este catecismo. Pero [...] puede llegar a ser un instrumento valioso y eficaz para adquirir un conocimiento más profundo y lograr una auténtica renovación espiritual y moral”.

¿Será así? 
¿Acabará este catecismo con la desunión de los católicos? 
Estas divisiones se manifiestan sobre todo en la reacción de los católicos de todo el mundo ante cuestiones como el aborto, la anticoncepción, la teología de la liberación y la participación en las llamadas guerras justas (incluso aquellas en las que católicos matan a católicos). 
En esferas más altas, existe desde hace tiempo antipatía y divisiones entre el ahora poderoso Opus Dei —institución respaldada por el Papa y muchos miembros influyentes de la jerarquía católica— y los jesuitas, que ya no gozan de las simpatías papales.

¿Cambiará este catecismo el corazón y la conducta de los miles de políticos y hombres de negocios italianos que han estado implicados recientemente en casos de corrupción y otros escándalos?. 
¿Cuánto afectará en realidad este documento la conducta de la elite dirigente de Italia?. 
Si no es capaz de cambiar la ética de la clase dirigente, 
¿debería esperarse que influyera en el católico de término medio?.

 Además, siendo que el libro es bastante voluminoso —y la lectura no es la actividad que más atrae a la mayoría—, ¿puede esperarse un impacto duradero en la conducta de la gente?.

Crisis religiosa en los Países Bajos


“POR favor, que el último padre apague las luces.” Este es un dicho irónico que está circulando por los monasterios de los Países Bajos.

 Prevé un tiempo en el que el último monje o sacerdote saldrá del último monasterio abierto del país y lo dejará vacío. 





Y se le dice que procure no dejarse las luces encendidas cuando abandone el edificio. 
¿Podría llegar a suceder algo así?. 
¿Corren el clero y sus feligreses el riesgo de desaparecer de los Países Bajos?

Abandonan el sacerdocio

En lo que a la Iglesia Católica se refiere, todos los años mengua el número de sacerdotes. 
Entre 1968 y 1978, el número de sacerdotes seglares disminuyó en un 27,2%, y dicha tendencia continúa desde entonces. ¿Por qué? Una de las razones aportadas es el celibato obligatorio. En 1970 el Concilio Pastoral Nacional decidió que ‘la obligación de guardar el celibato como requisito para llevar a cabo las tareas de ministro [religioso] debería abolirse’. Los obispos holandeses pensaban que los fieles incluso saldrían beneficiados si pudieran ser atendidos por sacerdotes casados. Sin embargo, el papa Pablo VI rechazó contundentemente la idea. Por lo visto esta fue una razón por la que a principios de 1980 más de dos mil sacerdotes abandonaron el sacerdocio y el número de las nuevas vocaciones disminuyó.
Hablando sobre la mengua del número de sacerdotes que se observa en los Países Bajos, el difunto cardenal Alfrink recordó la ocasión en que un nuncio del Papa, mientras contemplaba un seminario que había frente a la casa del cardenal, se preguntaba en voz alta por qué cerrarían los obispos unos edificios tan hermosos. El cardenal respondió: “Es obvio que usted no lo entiende. Los obispos no han cerrado ningún seminario; lo único que han hecho es cerrar las puertas después que los estudiantes se marcharon”.



En los Países Bajos no solo dejan la Iglesia los sacerdotes, sino también sus feligreses. Y el fenómeno no es nuevo. Un censo elaborado en 1879 indicaba que menos del 1% de la población no pertenecía a ninguna Iglesia. Para 1920, casi el 8% de la población decía no ser de religión alguna. En 1930 ese porcentaje ascendió a un 14,4%. Para 1982 se había convertido en un alarmante 42%, y una encuesta reciente indicó que más del 51% de los holandeses no pertenecen a ninguna Iglesia.




Un “período glaciar” para la Iglesia

Más palpable aún que la merma en el número de miembros de la Iglesia ha sido el hecho de que los que pertenecen a una Iglesia cada vez asisten menos a los servicios religiosos. En 1988 el periódico De Telegraaf publicó el siguiente comentario bajo el titular “Empieza un período glaciar para la Iglesia”: “Ya nadie se alarma cuando se derriba una iglesia. La asistencia a los servicios religiosos está disminuyendo de modo alarmante. Y esto ocurre no solo en el seno de la Iglesia Católica, sino también en el de la Reformada y la Calvinista. Si esta secularización continúa, en unas pocas generaciones ya nadie irá a la iglesia”.
El periódico pasó a informar que donde más mengua se observa es en el catolicismo romano. Mencionó que en 1965 aproximadamente el 60% de todos los católicos holandeses iba todavía a misa. En 1975 dicho porcentaje había quedado reducido a un 28%. En años recientes ha disminuido a menos de un 16%.



El descenso en la asistencia a los servicios religiosos ha repercutido en los propios edificios eclesiales, pues tienen que ser cerrados cuando las menguantes congregaciones ya no pueden hacer frente a los elevados gastos de mantenimiento y utilización. Por eso, muchos edificios religiosos han sido derribados o vendidos para otros usos. A pocos hoy día les sorprende entrar en una iglesia y descubrir que se está utilizando como museo, tienda de bicicletas, centro deportivo, sala de conciertos, floristería, restaurante o edificio de apartamentos.
No es extraño, entonces, que las autoridades religiosas vean el futuro con pesimismo. Después de la visita que el papa Juan Pablo II hizo a los Países Bajos, un obispo dijo: “El Papa visitó a un cadáver, o por lo menos a un paciente terminal que piensa que aún está vivo”.

Por qué abandonan la Iglesia

La disminución en el número de miembros de la Iglesia se ha visto acelerada por nuevos factores. Entre estos está la falta de respeto a la autoridad. La gente ya no quiere aceptar las cosas solo porque se lo diga alguien que tiene autoridad. A ello hay que añadir la importancia que se atribuye a la libertad individual. Hoy la gente quiere decidir por sí misma lo que va a creer y cómo va a actuar.
Se dice que otros dos factores que contribuyen a esta situación son la influencia de los medios informativos y la tendencia moderna a desconfiar de las instituciones. También existe la opinión de que las instituciones restan libertad e individualidad. Además, aun cuando la gente todavía tiene inclinaciones religiosas, las circunstancias pueden inducirla a abandonar su Iglesia. Por ejemplo, los feligreses con mentalidad tradicionalista se sienten incómodos en una Iglesia cuyo ministro o sacerdote tenga ideas progresistas. Por otra parte, los que tienen una forma de pensar más moderna se ven fuera de lugar en congregaciones conservadoras.
En lo que tiene que ver con los protestantes, la Iglesia Calvinista ha tenido por mucho tiempo la fama de apegarse a una moralidad anticuada. De ahí que muchos se sorprendieran cuando en 1979 el Sínodo Calvinista de los Países Bajos instó a las iglesias locales a que admitieran a los homosexuales en la eucaristía y el ministerio. 





En 1988 el Sínodo Ecuménico Calvinista internacional pidió a los calvinistas de los Países Bajos que reconsideraran su postura, pero estos respondieron que la decisión era irrevocable. En 1989 el sínodo de la Iglesia Reformada Holandesa también votó para oponerse a cualquier medida disciplinaria contra los homosexuales. Imagínese lo “anticuados” que debieron sentirse los protestantes cuando un ministro calvinista homosexual dijo en la iglesia que “la homosexualidad es un don de Dios; a Dios también le gusta el rosa”.

¿Va a desaparecer el cristianismo?

En vista de los factores mencionados y de otros muchos, ¿es extraño que en los Países Bajos, al igual que en otras muchas naciones, se haya producido un éxodo masivo de las Iglesias? Algunas personas serias hasta han llegado a la conclusión de que, por lo visto, el verdadero cristianismo no se puede encontrar en ninguna parte. ¿Terminará por desaparecer?
La Biblia predijo que en nuestros días menguaría el apoyo a la cristiandad y a otras religiones. (Revelación 16:12; 17:15.) Pero también previó que algunos abandonarían la religión falsa, no solo por sentirse descontentos o desilusionados, sino por una razón positiva. 

La Biblia insta en términos proféticos: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas”. (Revelación 18:4.) Con “ella” se hace referencia a la simbólica ramera religiosa, “Babilonia la Grande”, que abarca a todas las religiones del mundo, incluidas las de la cristiandad moderna. 
El “pueblo mío” lo componen aquellos que buscan sinceramente la verdad y que se salen de Babilonia la Grande porque quieren servir a Dios como Jesús enseñó. 
La cristiandad se ha desviado tanto del cristianismo verdadero, que las personas sinceras tienen que abandonarla si desean servir a Dios de manera aceptable.

No obstante, tanto en los Países Bajos como en el resto del mundo, el cristianismo verdadero está vivo y floreciente. 
Los testigos de Jehová, a pesar de sus imperfecciones, se apegan a las enseñanzas y prácticas de Cristo. 
Pero no se espera que usted acepte esta afirmación simplemente porque sí. 
¿Por qué no examina las creencias de los Testigos a la luz de la Biblia y lo comprueba por sí mismo? 
Descubra en la Palabra de Dios el cristianismo de los apóstoles de Jesús, en contraste con lo que las religiones de la cristiandad han enseñado y practicado durante siglos. 

Este proceder, como explicó el apóstol Pablo, le será provechoso para “la vida de ahora y [...] la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)

Actualmente muchas iglesias de Europa se utilizan para fines no religiosos. Un garaje en los Países Bajos.  Un hogar del pensionista, un taller, un centro para jóvenes y una iglesia abandonada en Penygraig (Gales, Reino Unido).


LAS IGLESIAS SE CONFIESAN


“El Papa somete a juicio a la Iglesia.” “La Iglesia elabora su ‘mea culpa’ por la Inquisición y el antisemitismo.” “Se entona el ‘mea culpa’ por el Holocausto.” “Los metodistas se disculpan con los indígenas del Lejano Oeste.”

¿HA LEÍDO titulares como estos? 
Por lo visto, con cada vez mayor frecuencia las iglesias aceptan la culpa y piden perdón por la forma en que han obrado durante el transcurso de los siglos. 
La prensa destaca continuamente nuevas mea culpas del Papa.

Cuando el Papa pide perdón

Entre 1980 y 1996, Juan Pablo II ‘reconoció las faltas históricas 
de la Iglesia o pidió perdón’ un mínimo de noventa y cuatro 
veces, informa Luigi Accattoli, comentarista sobre asuntos 
del Vaticano, en su libro Quando il papa chiede perdono 
(Cuando el Papa pide perdón). 

Accattoli dice que “en la Iglesia Católica, solo al Papa le compete entonar el mea culpa”. 
Y en efecto, lo ha hecho con relación a las páginas más polémicas de la historia católica: las Cruzadas, las guerras, el apoyo a las dictaduras, las divisiones en las iglesias, el antisemitismo, las inquisiciones, la Mafia y el racismo. 

En un memorando enviado en 1994 a los cardenales (para algunas personas el documento más importante del pontificado), Juan Pablo II propugnó “una confesión general y milenaria de los pecados”.

Varios prelados han seguido el ejemplo del Papa. En diciembre de 1994, el periódico italiano Il Giornale manifestó: “Muchos obispos estadounidenses aparecieron en la televisión y se disculparon públicamente”. 
¿Por qué? Por haber subestimado el problema de los sacerdotes pedófilos, en perjuicio de muchas víctimas jóvenes. 

En enero de 1995, el periódico La Repubblica informó sobre 
“un gesto sin precedentes en la historia del catolicismo contemporáneo”: se abordó la cuestión del silencio del papa 
Pío XII respecto al Holocausto. 

En el mismo mes, dicho periódico dio a conocer que el episcopado alemán había pedido perdón por las “muchas faltas” de los católicos romanos que apoyaron los crímenes de los nazis. 
Varias iglesias protestantes también se han sometido a la autocrítica. ¿Cuàndo van ellas todas a pedir perdòn?.

¿Por qué?

La Biblia nos anima a pedir perdón cuando cargamos con alguna culpa, y muchas personas felicitan a las iglesias por someterse a la autocrítica (Santiago 5:16). 
Pero ¿qué ha motivado a las iglesias a tomar esta acción? 
¿Qué efecto debe tener este asunto en nuestro concepto de ellas?

[Nota]
"Mea culpa"
Expresión latina que significa “por mi culpa”, y que los fieles repiten como parte de una oración católica (el confíteor, esto es, “me confieso”).


¿Por qué piden perdón?

LA IDEA de que las iglesias deban arrepentirse de sus errores y reformarse no es nueva. Religioni e miti (Las religiones y los mitos), un diccionario de religión, dice que la supuesta integridad de la iglesia primitiva cautivó a la gente durante la Edad Media y la llevó a pedir reformas.

En 1523, después de que Martín Lutero rompió con Roma, el papa Adriano VI intentó acabar con el cisma enviando el siguiente mensaje a la Dieta de Nuremberg: “Somos plenamente conscientes de que, durante muchos años, la Santa Sede se ha visto rodeada de abominaciones [...]. 
Nos empeñaremos con la mayor diligencia en reformar, sobre todo, la curia romana, en la cual posiblemente hayan tenido su origen todos estos males”. 
Sin embargo, tal reconocimiento no logró poner fin a la escisión ni contrarrestar la corrupción dentro de la curia romana.

En tiempos más recientes se ha criticado a las iglesias por su silencio ante el Holocausto. 
Asimismo, se las ha acusado de no actuar para disuadir a sus feligreses de participar en las guerras. 
En 1941, mientras se peleaba encarnizadamente la II Guerra Mundial, un sacerdote llamado Primo Mazzolari preguntó: 
“¿Por qué no ha reaccionado Roma de forma tan enérgica ante el deterioro del catolicismo como lo hacía, y aún lo hace, en el caso de doctrinas menos peligrosas?”. 
¿Menos peligrosas en comparación con qué? 
El sacerdote hacía alusión al nacionalismo belicista que en ese momento desgarraba a la civilización.

Sin embargo, la verdad es que hasta hace muy poco era la excepción, más bien que la regla, el que las iglesias reconocieran su culpa. 
En 1832, en respuesta a algunas voces que instaban a la Iglesia Católica a ‘regenerarse’, Gregorio XVI dijo: 
“Es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta restauración y regeneración para volverla a su incolumidad primitiva, dándol[e] nuevo vigor, como si pudiera [...] pensarse [...] que la Iglesia está sujeta a defecto”. 
¿Qué puede decirse de los defectos demasiado obvios como para negarlos? 
Se adoptaron diversas estrategias para encontrarles una explicación convincente. 
Por ejemplo, algunos teólogos han sostenido que la Iglesia es tanto santa como pecadora. 
Se dice que la institución misma es santa, salvaguardada por Dios del error, mientras que las personas que la componen son pecadoras. 
Así pues, cuando se cometen atrocidades en el nombre de la Iglesia, la responsabilidad no debe atribuirse a la institución misma, sino a sus componentes humanos. 
¿Le parece lógico tal argumento? 
El teólogo católico romano Hans Küng no considera que lo sea. 

Escribió: “No hay una Iglesia ideal desligada de los hombres, suspendida de lo alto”. 
Además, dijo: “No hay Iglesia que no tenga que rezar el confiteor”.

El ecumenismo y la posición moral

Quizás usted se pregunte qué nuevas circunstancias han llevado a las iglesias a disculparse ahora. 
Para empezar, en la conferencia ecuménica “Fe y orden”, celebrada en Lausanne (Suiza) en 1927, los protestantes y los ortodoxos reconocieron su responsabilidad por las “divisiones del pasado” entre las diversas confesiones. 
Con el tiempo, la Iglesia Católica Romana obró de manera similar. En particular desde el Concilio Vaticano II, los altos prelados, incluso los papas, se han disculpado con cada vez mayor frecuencia por las divisiones existentes en la cristiandad. 
¿Con qué propósito?
 Por lo visto, desean fomentar mayor unidad dentro de esta. 
El historiador católico Nicolino Sarale manifestó que en “la serie de ‘mea culpas’ [de Juan Pablo II] existe una estrategia: el ecumenismo”.

Sin embargo, hay más implicado que solo el ecumenismo. 
Hoy en día se conoce ampliamente la infame historia de la cristiandad. 
“El católico [...] no puede desprenderse de esa historia —dice el teólogo Hans Urs von Balthasar— [...]. La misma Iglesia a la que él se somete ha realizado o permitido cosas que hoy ya no es posible aceptar.” 
Por consiguiente, el Papa ha nombrado una comisión para “arrojar luz sobre las páginas oscuras de la Iglesia a fin de que [...] se pida perdón”. 
Otra razón, pues, por la que la Iglesia está dispuesta a someterse a la autocrítica parece ser el deseo de recuperar su posición moral.


En la misma línea, al comentar sobre las solicitudes de perdón de la Iglesia, el historiador Alberto Melloni escribe: “En realidad, lo que algunas veces se pide es una conmutación de las acusaciones de responsabilidad”. 
En efecto, parece que la Iglesia Católica procura quitarse de encima la carga de los pecados del pasado con el fin de recuperar su credibilidad a los ojos de la opinión pública. 
Sin embargo, con toda sinceridad debe decirse que da la impresión de estar más preocupada por hacer las paces con el mundo que con Dios.

Tal comportamiento nos recuerda a Saúl, el primer rey de Israel (1 Samuel 15:1-12). 
Cometió un grave error y, cuando se sacó a la luz, lo primero que hizo fue tratar de justificarse —de minimizar el error— delante de Samuel, un fiel profeta de Dios (1 Samuel 15:13-21). Finalmente, el rey tuvo que reconocer ante Samuel: “He pecado; pues he traspasado la orden de Jehová” (1 Samuel 15:24, 25). 

En efecto, reconoció su falta. Pero sus siguientes palabras a Samuel revelan lo que más le preocupaba: “He pecado. Ahora hónrame, por favor, enfrente de los ancianos de mi pueblo y enfrente de Israel” (1 Samuel 15:30). 
Por lo visto, a Saúl le preocupaba más su posición en Israel que la reconciliación con Dios. 
Tal actitud no resultó en que Dios lo perdonara. ¿Le parece a usted que con una actitud similar las iglesias recibirán el perdón de Dios?

No todos concuerdan

No todas las personas concuerdan en que las iglesias deban disculparse públicamente. Por ejemplo, a más de un católico romano le incomoda el que el Papa pida perdón por la esclavitud, o que rehabilite a “herejes” como Hus y Calvino. 
Según informes procedentes del Vaticano, los cardenales que asistieron a un consistorio en junio de 1994 criticaron el documento que se les había enviado, en el cual se proponía un “examen de conciencia” respecto a la historia del catolicismo durante el pasado milenio. 
Cuando, pese a todo, el Papa quiso incluir la esencia de esa propuesta en una encíclica, el cardenal italiano Giacomo Biffi emitió una nota pastoral en la cual recalcó: 
“La Iglesia no tiene pecado”. No obstante, reconoció: “Pedir perdón por los errores eclesiásticos de siglos pasados [...] quizás sirva para mejorar nuestra imagen”.

“La confesión del pecado es uno de los temas más polémicos dentro de la Iglesia Católica —dice Luigi Accattoli, comentarista sobre asuntos del Vaticano—. 
Si el Papa reconoce los errores de los misioneros, hay misioneros que sinceramente se resienten de ello.” 

Además, un periodista católico romano escribió: “Si el Papa en realidad considera tan aborrecible la historia de la Iglesia, es difícil entender cómo puede presentar a esta misma Iglesia como el paladín de los ‘derechos humanos’, la única ‘madre y maestra’ que puede guiar a la humanidad hacia un tercer milenio verdaderamente brillante”.
La Biblia previene contra una apariencia de arrepentimiento cuya única motivación sea la vergüenza por haber sido sorprendido cometiendo un mal. 
Ese tipo de arrepentimiento rara vez lleva a la persona implicada a una transformación permanente (compárese con 2 Corintios 7:8-11). 
El arrepentimiento que tiene valor a los ojos de Dios va acompañado de “frutos propios del arrepentimiento”, es decir, prueba de su sinceridad (Lucas 3:8).

La Biblia dice que la persona que se arrepiente y confiesa sus faltas tiene que abandonar sus obras impropias, dejar de practicarlas (Proverbios 28:13). 
¿Ha sucedido esto? 
Pues bien, después de que la Iglesia Católica Romana y otras iglesias hicieron tantas confesiones de haber obrado mal, ¿qué ocurrió en los recientes conflictos civiles de África central y Europa oriental, en los que había implicadas grandes poblaciones “cristianas”? 
¿Constituyeron las iglesias una fuerza promotora de la paz? ¿Denunciaron unidamente todos los caudillos eclesiásticos las atrocidades que estaban cometiendo sus feligreses? 
No. Al contrario, algunos ministros religiosos hasta participaron en la matanza.

El juicio divino

Haciendo alusión a los muchos mea culpas del Papa, el cardenal Biffi preguntó con ironía: “En cuanto a los pecados históricos, ¿no sería mejor que todos esperáramos hasta el juicio universal?”. Pues bien, el juicio de toda la humanidad es inminente. Jehová Dios conoce bien todas las páginas vergonzosas de la historia de la religión y, dentro de poco, ajustará cuentas con los culpables (Revelación [Apocalipsis] 18:4-8). Mientras tanto, ¿es posible encontrar una forma de adoración que no esté contaminada con el derramamiento de sangre, la intolerancia asesina y otros crímenes por los que están pidiendo perdón las iglesias de la cristiandad? Sí.
¿Cómo podemos hacerlo? Aplicando la regla que enunció Jesucristo: “Por sus frutos los reconocerán”. Los datos históricos, que algunas religiones quisieran olvidar, nos ayudan a identificar, no solo a aquellos que Jesús calificó de “falsos profetas”, sino también a los que han producido “fruto excelente” (Mateo 7:15-20). ¿Quiénes son estos? Le invitamos a hallar la respuesta personalmente examinando la Biblia con los testigos de Jehová. Averigüe quiénes, hoy en día, procuran de verdad guiarse por la Palabra de Dios en lugar de empeñarse en mantener una posición influyente en el mundo (Hechos 17:11).

(Despertad 8 Septiembre 1993)
(La Atalaya 1 Marzo 1998)