sábado, 15 de julio de 2017

Datando manuscritos antiguos



¿Cómo se datan los manuscritos antiguos?
Rebuscando en las bibliotecas del monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí (Egipto), donde estaba de visita, el biblista Konstantin von Tischendorf encontró en 1844 unos pergaminos excepcionales. 
Gracias a sus conocimientos de paleografía pudo identificarlos como folios de la Septuaginta, una traducción al griego de las Escrituras Hebreas, o “Antiguo Testamento”.
 “Jamás había visto nada que pudiera considerarse tan antiguo como estas páginas sinaíticas”, escribió.
Aquellos pergaminos eran parte de lo que llegó a conocerse como el Códice Sinaítico, cuya antigüedad se remonta al siglo IV de la era común (e.c.). 
Este códice es tan solo uno de los miles de manuscritos antiguos de las Escrituras Hebreas y Griegas que constituyen un vasto campo de investigación para los expertos.

Evolución de la paleografía griega
Un monje benedictino llamado Bernard de Montfaucon (1655-1741) puso el fundamento para el estudio sistemático de los manuscritos griegos. 
Andando el tiempo, otros eruditos añadieron su granito de arena. 
Por ejemplo, Tischendorf asumió la enorme tarea de hacer una lista de los manuscritos más antiguos de la Biblia dispersados por las bibliotecas europeas. 
Realizó, además, varios viajes al Oriente Medio, examinó centenares de documentos y publicó sus conclusiones.
En el siglo XX, los paleógrafos tuvieron a su disposición nuevos instrumentos de trabajo, como una lista que elaboró Marcel Richard en la que figuran 900 catálogos que describen 55.000 manuscritos griegos, tanto bíblicos como seculares, pertenecientes a 820 bibliotecas o a colecciones privadas. 
Esta inmensa cantidad de información resulta de mucha utilidad a los traductores y ayuda a los paleógrafos a datar los manuscritos con mayor exactitud.

Método de datación
Imaginemos que estamos limpiando el desván de una vieja casa y encontramos una carta sin fecha, escrita a mano sobre un papel que el paso del tiempo se ha encargado de amarillear. 
“¿Cuántos años tendrá?”, nos preguntamos. 
Entonces vemos otra carta. 
El estilo, la caligrafía, la puntuación y otros aspectos se asemejan a los de la primera, pero para nuestro deleite, esta está fechada. 
Ahora contamos con un claro indicio para calcular la época en que se escribió la primera carta, aunque no podamos asegurar el año.
Pues bien, la mayoría de los escribas no fecharon las copias de los manuscritos bíblicos. 
Por ello, a fin de determinar el tiempo aproximado en que se hicieron, los especialistas cotejan los textos con otras obras, inclusive documentos extrabíblicos cuyas fechas se conocen, y llegan a conclusiones basándose en la escritura, la puntuación, las abreviaturas, etc. 
No obstante, se cuenta con cientos de manuscritos griegos fechados, los cuales oscilan entre los años 510 y 1593.

Qué dice la escritura
Los paleógrafos dividen la antigua escritura griega en dos categorías generales: la escritura libraria, elegante y formal, yla cursiva, de trazos enlazados, utilizada en documentos no literarios. 
Los escribas griegos empleaban varios estilos de letras, que se clasifican en capitales, unciales (una variante de la anterior),cursivas y minúsculas. 
Una forma de escritura libraria, la uncial, se utilizó desde el siglo IV antes de la era común (a.e.c.) hasta el siglo VIII o IX de la era común. 
La escritura minúscula, una forma de escritura libraria más pequeña, se utilizó desde el siglo VIII o IX hasta mediados del XV, cuando se inventó en Europa la imprenta de tipos móviles. 
La escritura minúscula era más compacta y se escribía con mayor rapidez, lo que ahorraba tiempo y espacio.
Todos los paleógrafos tienen sus métodos preferidos a la hora de datar los manuscritos. 
En general, suelen echar un vistazo a la escritura para obtener una visión de conjunto y luego pasan a analizar con mayor detenimiento cada una de las letras. 
Dado que los cambios importantes en la escritura normalmente se producen en un período largo de tiempo, su examen minucioso, aunque útil, proporciona solo indicios de la época en que se escribió.
Afortunadamente, existen otras vías para realizar una datación más certera, entre ellas reconocer y determinar cuándo comenzaron a emplearse ciertas técnicas de escritura. 
Por ejemplo, a partir del año 900, los escribas utilizaron con más frecuencia las ligaduras (dos o más letras ligadas) en los textos griegos. 
Además comenzaron a utilizar una escritura sublinear (letras griegas colocadas debajo de las palabras), así como signos que marcaban la aspiración de las vocales, denominadosespíritus.
La caligrafía de una persona suele permanecer invariable a lo largo de su vida; por ello, no se puede precisar la fecha de escritura de los textos con un margen de error inferior a cincuenta años. 
Para colmo, los amanuenses a veces utilizaban manuscritos anteriores como modelo, lo que hacía que las copias parecieran más antiguas. 
Pese a los muchos inconvenientes, un buen número de manuscritos bíblicos importantes han sido fechados.


Se datan importantes manuscritos bíblicos griegos
El Códice Alejandrino, conservado en la Biblioteca Británica, fue el primer manuscrito bíblico importante que se puso a disposición de los estudiosos. 
Este códice, escrito en letras unciales sobre vitela —un tipo muy fino de pergamino—, contiene la mayor parte de la Biblia. 
Los expertos lo datan de principios del siglo V, principalmente debido a los cambios que tuvieron lugar en la escritura uncial entre los siglos V y VI, como atestigua el documento fechado Dioscórides de Viena.
Otro manuscrito importante que los eruditos pueden consultar es el Códice Sinaítico, adquirido por Tischendorf en el monasterio de Santa Catalina. 
Este pergamino uncial contiene parte de las Escrituras Hebreas de la versión griega de la Septuaginta y las Escrituras Griegas Cristianas completas. 
Se conservan 43 folios en Leipzig (Alemania), 347 en la Biblioteca Británica de Londres y fragmentos de otros tres folios en San Petersburgo (Rusia). 
El manuscrito ha sido datado de la segunda mitad del siglo IV fundamentándose en las tablas marginales, o cánones, introducidos en los Evangelios por Eusebio de Cesarea, historiador del siglo IV.
Una tercera obra clave es el Códice Vaticano 1209, que en un principio contenía toda la Biblia en griego. 
Apareció por primera vez en el catálogo de la Biblioteca Vaticana en 1475. 
Sus 759 folios de vitela están escritos en unciales y albergan casi toda la Biblia; solo faltan gran parte del Génesis, parte de los Salmos y fragmentos de las Escrituras Griegas Cristianas. 
Los entendidos afirman que data de la primera mitad del siglo IV. ¿Cómo llegan a esa conclusión?. 
La escritura es similar a la del Códice Sinaítico, que es de ese mismo siglo. 
Con todo, el Códice Vaticano se considera por lo general un poco más antiguo, entre otras razones porque carece de las referencias que concibió Eusebio.

Un tesoro rescatado de la basura
En 1920, la Biblioteca John Rylands de Manchester (Inglaterra) adquirió gran cantidad de papiros recién desenterrados de un viejo basurero egipcio. 
Al examinar los documentos, entre los que se contaban cartas, recibos y censos, el investigador Colin Roberts reconoció las palabras escritas en uno de los fragmentos: se trataba de unos cuantos versículos del capítulo 18 de Juan... ¡el texto cristiano más antiguo de que se tenía constancia en aquel tiempo!
El fragmento llegó a conocerse como el Papiro Rylands 457, designado internacionalmente como P52
Fue escrito en unciales griegas y data de principios del siglo II, a solo pocas décadas de la fecha en que se escribió el Evangelio de Juan. 
Cabe destacar que el texto coincide casi en su totalidad con el que se halla en manuscritos más tardíos.

Antiguos pero exactos
En su obra The Bible and Archæology, el crítico textual británico Sir Frederic Kenyon escribió tocante a las Escrituras Griegas Cristianas: 
“Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento se pueden dar finalmente por establecidas”. 
De igual modo, en cuanto a la fidelidad de las Escrituras Hebreas, el erudito H. Green afirmó: 
“Puede decirse con seguridad que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud”.
Estos comentarios nos hacen recordar las palabras del apóstol Pedro: 
“Toda carne es como hierba, y toda su gloria es como una flor de la hierba; la hierba se marchita, y la flor se cae, pero el dicho de Jehová dura para siempre” (1 Pedro 1:24, 25).

[Notas]
Paleografía, en sentido amplio, es el estudio y análisis de los documentos que se escribieron en las edades antigua y media. 
Cabe entender la paleografía de forma más restringida como el estudio de los documentos que se han escrito sobre materiales perecederos como el papiro, las tablillas enceradas, el pergamino, el cuero y el papel.” (Enciclopedia Encarta.)
Este documento se realizó para una tal Juliana Anicia, quien murió en el año 527 ó 528.
 “Se trata del primer ejemplar de escritura uncial sobre vitela al que puede otorgarse una fecha aproximada.” (An Introduction to Greek and Latin Palaeography, de E. M. Thompson.)
Los cánones eusebianos son un conjunto de tablas o sistema de referencias cruzadas “que indican qué pasajes de cada Evangelio son comunes a otros Evangelios” (Manuscripts of the Greek Bible, de Bruce M. Metzger).


Los paleógrafos pueden datar obras sin fechar examinando cuidadosamente manuscritos fechados




El primer Rollo del mar Muerto que se descubrió en 1947 contiene el libro de Isaías y está escrito en piel con una escritura hebrea premasorética. 
Los expertos lo fechan en la segunda mitad del siglo II antes de nuestra era. 
¿Cómo llegaron a esta conclusión? 
Mediante técnicas paleográficas de comparación con otros textos e inscripciones hebreos le asignaron una fecha que oscila entre los años 125 y 100 antes de nuestra era. 

El análisis con carbono-14 corroboró sus conclusiones.

Es sorprendente que cuando se comparan los Rollos del mar Muerto con el texto masorético, preparado muchos siglos después por los masoretas, no se aprecien cambios doctrinales. 
Muchas de las diferencias son pequeños errores ortográficos o gramaticales. 
También es digno de mención que el Tetragrámaton —las cuatro consonantes hebreas que componen el nombre de Dios, Jehová— aparece constantemente en el rollo de Isaías.


Los masoretas, copistas judíos meticulosos, vivieron durante la segunda mitad del primer milenio de nuestra era.




Escritura griega
Escritura libraria (uncial)
Desde el siglo IV a.e.c. hasta el siglo VIII o IX e.c.

Minúscula
Desde el siglo VIII o IX hasta el siglo X

Rollo del mar Muerto
Segunda mitad del siglo II a.e.c.
a.e.c.

El Còdice Washingtoniano






El códice Washingtoniano de los Evangelios
EN Diciembre de 1906, en Gizeh, Egipto, Charles L. Freer, acaudalado industrial estadounidense y coleccionista de obras de arte, adquirió de un comerciante árabe llamado Alí unos manuscritos antiguos. 
Alí dijo que los manuscritos venían del monasterio Blanco, cerca de Sohag, pero parece más probable que procedieran de las ruinas del monasterio del Viñador, cerca de la tercera pirámide de Gizeh, en el delta del Nilo.
Freer recibió tres manuscritos y “un ennegrecido y deteriorado bulto de pergamino que por fuera era tan duro y quebradizo como pegamento”. 
El bulto medía unos 17 centímetros (6,5 pulgadas) de largo, 11 centímetros (4,5 pulgadas) de ancho, y 4 centímetros (1,5 pulgadas) de grueso, y se vendió junto con los manuscritos simplemente porque se hallaba con ellos, no porque tuviera algún supuesto valor por sí solo. 
Fue una obra de esmero y delicadeza el separar la masa endurecida de hojas fragmentarias, pero con el tiempo se descubrieron 84 de ellas, todas de un códice del siglo V o VI E.C. que contenía las cartas de Pablo.
Uno de los otros tres manuscritos era de los libros de Deuteronomio y Josué. 
Otro era de los Salmos, según la traducción Septuaginta griega. Sin embargo, el tercero y más importante de todos era un manuscrito de los cuatro Evangelios.
Ese último manuscrito consta de 187 hojas de pergamino fino, principalmente de piel de carnero, escritas en unciales (mayúsculas) griegas inclinadas. 
No hay mucha puntuación, pero con frecuencia hay espacios pequeños entre las frases. Las orillas del manuscrito estaban muy deterioradas, pero se ha conservado la mayor parte de lo escrito. 
Más tarde fue regalado a la Galería Freer de Arte de la Institución Smithsoniana, de Washington, D.C. Se le llamó Códice Washingtoniano de los Evangelios, y se le designó con la letra “W”.
Se ha dicho que el pergamino data de fines del siglo IV o principios del siglo V E.C., de modo que en importancia no está muy alejado del importante trío de manuscritos Sinaítico, Vaticano y Alejandrino. Los Evangelios (completos, excepto por dos hojas perdidas) están en el llamado orden occidental: Mateo, Juan, Lucas y Marcos.
La lectura del manuscrito revela una mezcla desacostumbrada de diferentes tipos de texto, cada uno representado por grandes secciones continuas. 
Parece que se copió de fragmentos que quedaron de diversos manuscritos, cada uno de un tipo textual diferente.
 El profesor H. A. Sanders indicó que esto pudiera remontarse a la persecución súbita (en 303 E.C.) de los cristianos por el emperador Diocleciano, quien en un edicto ordenó que se quemara públicamente toda copia de las Escrituras. 
Por los registros históricos sabemos que en aquel tiempo se escondieron algunos manuscritos. 
Parece que décadas después un desconocido copió las partes que quedaron de diferentes manuscritos y produjo el texto del Códice Washingtoniano. 
Posteriormente los primeros cinco cuadernillos de Juan (Juan 1:1 a 5:11) se perdieron en algún momento y tuvieron que escribirse de nuevo en el siglo VII E.C.
Hay algunas variaciones interesantes en el texto y una rara —por eso no se la toma en cuenta— añadidura al capítulo 16 de Marcos, probablemente originada de una nota marginal. 
El valor especial del manuscrito estriba en su relación con las versiones latina y siriaca antiguas. Las manchas causadas en el pergamino por gotas de sebo de vela indican que se le daba mucho uso al escrito.
Sorprende cómo, a pesar de la persecución y la oposición, además de los estragos del tiempo, la Biblia ha sido conservada para nosotros en manuscritos de muchos tipos. En verdad, “el dicho de Jehová dura para siempre”. (1 Pedro 1:25; Isaías 40:8.)



¿Qué ‘se necesita’?
EL Códice W de los Evangelios ha afectado la traducción de un comentario de Jesús a Marta, hermana de su íntimo amigo Lázaro. Cuando Jesús visitó a aquella familia, Marta creyó que lo más importante era prepararle una comida magnífica, pero él le sugirió amablemente que siguiera el ejemplo de María su hermana, quien se había sentado a los pies de Jesús para escucharle. Dijo Jesús: “Son pocas, sin embargo, las cosas que se necesitan, o solo una. Por su parte, María escogió la buena porción, y no le será quitada”. (Lucas 10:42.)

Esas palabras son una traducción del texto griego de 1881 preparado por Westcott y Hort, en el cual se basa la Traducción del Nuevo Mundo. 
Una nota al pie de la página en la edición de 1987 de esa Biblia con Referencias muestra que esa lectura proviene de los manuscritos Sinaítico (א) y Vaticano (B), que representan el mismo tipo de texto. Pero el manuscrito Alejandrino (A) dice: “Una cosa, sin embargo, es necesaria. Por su parte [...]”. 
Como señala la nota, el Códice W (y lo mismo hacen el papiro Chester Beatty [P45] y el papiro Bodmer [P75], ambos del siglo III E.C.) concuerda con esta última versión. Pero todos estos manuscritos salieron a la luz mucho después que Westcott y Hort publicaron su texto en 1881, así que estos doctos no tuvieron la oportunidad de considerar tal versión opcional. 
No obstante, sea cual sea la versión del texto que optemos por reconocer hoy día, Jesús nos dice claramente que pongamos en primer lugar en la vida las cosas espirituales... consejo que hacemos bien en seguir.

Cortesía de Freer Gallery of Art, Smithsonian Institution

¿Culpable o inocente la Cristiandad?



LA IGLESIA CATOLICA Y SU HERMANA LAS IGLESIAS PROTESTANTES (CRISTIANOS EVANGELICOS ) Y LA PARTICIPACION DE AMBAS EN LAS GUERRAS

Apocalipsis capìtulo 17

 El 1ª de Septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia, con lo que daba comienzo la II Guerra Mundial. 
Tres semanas después aparecía el siguiente titular en The New York Times: 
“Las iglesias alientan a los soldados alemanes”. 
¿Apoyaron realmente las iglesias alemanas las guerras de Hitler?.

 Friedrich Heer, católico romano y profesor de Historia en la Universidad de Viena, reconoció que sí lo hicieron: 
“En la cruda realidad de la historia alemana, la cruz y la esvástica se fueron acercando cada vez más, hasta que la esvástica proclamó el mensaje de la victoria desde las torres de las catedrales alemanas, las banderas con la esvástica aparecieron en los altares, y los teólogos, pastores, clérigos y políticos católicos y protestantes aclamaron la alianza con Hitler”. 

En efecto, las autoridades eclesiásticas dieron apoyo incondicional al movimiento bélico de Hitler, como escribió el profesor católico romano Gordon Zahn:
 “Cualquier católico alemán que acudiera a sus superiores religiosos en busca de guía espiritual y dirección respecto a prestar servicio en las guerras de Hitler, recibía prácticamente las mismas respuestas que hubiera recibido del propio dirigente nazi”. 

Las religiones del bando contrario 

Ahora bien, ¿qué decían las iglesias de los países que luchaban contra Alemania? 
The New York Times del 29 de diciembre de 1966 dijo: 
“En el pasado, las jerarquías católicas locales casi siempre apoyaron las guerras de sus naciones, bendiciendo a las tropas y rezando por la victoria, mientras que un grupo de obispos del bando opuesto rezaban públicamente por el resultado contrario”. 
¿Aprobó el Vaticano este apoyo a los ejércitos contrarios? 

Veamos: El 8 de diciembre de 1939, tan solo tres meses después de haberse declarado la II Guerra Mundial, el papa Pío XII redactó la carta pastoral Asperis Commoti Anxietatibus, dirigida a los capellanes de los ejércitos de las naciones beligerantes. 
En ella se instaba a los capellanes de ambos bandos a confiar en 
sus respectivos obispos militares, y se les exhortaba, “como soldados bajo la bandera de su país, a luchar también por la Iglesia”. 
La religión suele tomar la delantera con entusiasmo en movilizar a los países para la guerra. 
“Hasta en nuestras iglesias hemos puesto el estandarte de la guerra”, admitió el difunto clérigo protestante Harry Emerson Fosdick. 
Y con respecto a la I Guerra Mundial, el general de brigada británico Frank P. Crozier dijo: 
“Las iglesias cristianas son las mejores creadoras de actitudes sanguinarias que tenemos, y nos hemos servido bien de ellas”. 

No obstante, eso ocurrió en el pasado. 
¿Qué puede decirse del papel que desempeña ahora la religión en 
la guerra de las repúblicas de la anterior Yugoslavia, donde 
la mayoría de la gente es o católica romana u ortodoxa?.

La responsabilidad de la religión 

Un titular aparecido en la revista Asiaweek del 20 de octubre de 1993 rezaba así: 
“Bosnia es un epicentro de conflictos religiosos”. 
En el periódico San Antonio Express-News del 13 de junio de 1993, se publicó un artículo titulado 
“Los caudillos religiosos deberían poner fin a las calamidades bosnias”. 
Decía: “Las religiones católica romana, ortodoxa oriental y musulmana [...] no pueden eludir su responsabilidad por lo que está sucediendo. 
Esta vez no, no con el mundo entero viendo todas las noches [las noticias]. 

Es su guerra. [...] Es obvio que los jefes religiosos comparten la responsabilidad de la guerra. 
Su misma santurronería la provoca. 
Lo hacen cuando bendicen a un bando para que venza al otro”. 

¿A qué se debe, por ejemplo, que se odien tanto los miembros de la Iglesia Católica Romana y de las Iglesias Ortodoxas Orientales? 

La culpa la tienen los papas, los patriarcas y demás dirigentes eclesiásticos. 
Desde que estas religiones se separaron por completo, en 1054, las autoridades eclesiásticas han fomentado el odio y las guerras entre sus fieles. 
El 20 de septiembre de 1991, el periódico montenegrino Pobeda señaló a ese cisma religioso y sus consecuencias en un artículo sobre las luchas recientes. 
Bajo el titular “Asesinos en el nombre de Dios”, explicó: “No es una cuestión de política entre [el presidente croata] Tudjman y el [líder serbio] Milosevic, sino, más bien, una guerra religiosa. 

Debe decirse que ya han pasado mil años desde que el Papa decidió eliminar la competencia de la religión ortodoxa. [...] 
En 1054 [...] el Papa declaró culpable de la separación a la Iglesia Ortodoxa. [...] 
En 1900 el primer congreso católico explicó con claridad el proyecto de genocidio de los ortodoxos para el siglo XX. [Dicho] proyecto está en plena ejecución en la actualidad.” 
Sin embargo, este reciente enfrentamiento no es el primer caso de conflicto religioso en nuestro siglo. 

Hace cincuenta años, durante la II Guerra Mundial, los católicos romanos trataron de hacer desaparecer la presencia de la Iglesia Ortodoxa en la zona. 
Con el respaldo del Papa, el movimiento nacionalista croata denominado Ustacha llegó a gobernar el estado independiente de Croacia. 
The New Encyclopædia Britannica dice que esta gobernación aprobada por el Vaticano empleó “prácticas sumamente brutales, incluidas las ejecuciones de centenares de miles de serbios y judíos”. 
En el libro The Yugoslav Auschwitz and the Vatican (El Auschwitz yugoslavo y el Vaticano), no solo aparecen documentados estos asesinatos en masa en los que murieron decenas de miles de víctimas, sino también la implicación del Vaticano en ellos. 

Por otro lado, la Iglesia Ortodoxa ha respaldado a los serbios en su lucha. 
A cierto dirigente de una unidad militar serbia se le atribuyen estas palabras: ‘El Patriarca es mi comandante’. 
¿Qué se podría haber hecho para detener toda esta matanza, que tan solo en Bosnia-Herzegovina ha resultado en la muerte o desaparición de 150.000 personas? 

Fred Schmidt declaró en el San Antonio Express-News que el Consejo de Seguridad de la ONU debería aprobar “una resolución formal que exhortara al Papa, al patriarca de Constantinopla y [a los demás líderes] de las religiones católica, ortodoxa oriental y musulmana con jurisdicción en Bosnia-Herzegovina a dar por terminada inmediatamente la lucha, y a reunirse para determinar cómo conseguir que sus fieles consideren a los miembros de las otras religiones como su prójimo”. 

Siguiendo esa misma línea, un comentario publicado en el periódico Progress Tribune, de Scottsdale (Arizona, E.U.A.), llegó a la conclusión de que la guerra “podría detenerse si los líderes religiosos se lo propusieran seriamente”. 
El artículo sugería que lo hicieran “excomulgando de inmediato a cualquier feligrés que lanzara una granada en Sarajevo”. 

No promueven realmente la paz 

Sin embargo, los papas siempre se han negado a excomulgar a los peores criminales de guerra, aun cuando otros católicos han suplicado que se tome tal acción. 
Por ejemplo, la publicación Catholic Telegraph-Register, de Cincinnati (Ohio, E.U.A.), bajo el titular “Fue criado católico pero viola la fe, dice un cable dirigido al Papa”, comentaba: “Se ha hecho un llamamiento a Pío XII para que excomulgue al Reichsführer Adolph Hitler. [...]

 ‘Adolph Hitler —decía en parte [el cable]— nació de padres católicos, recibió el bautismo y fue criado y educado como tal’”. 

Sin embargo, Hitler jamás fue excomulgado. 
Examinemos también la situación que existe en los lugares de África donde se han librado guerras atroces. 
Quince obispos católicos romanos de Burundi, Ruanda, Tanzania, Uganda y Zaire confesaron que, a pesar de la presencia de muchos “cristianos” bautizados en la región, los “conflictos internos han resultado en masacres, destrucción y traslados forzosos de personas”. 
Los obispos admitieron que la raíz del problema “es que la fe cristiana no ha penetrado lo suficiente en la mentalidad del pueblo”. 
El periódico National Catholic Reporter del 8 de abril de 1994 decía que el “Papa [...] sentía un ‘inmenso dolor’ por las recientes noticias del conflicto existente en la pequeña nación africana [de Burundi], cuya población es predominantemente católica”. 

El Papa dijo que, en Ruanda, donde alrededor del 70% de la población profesa esta religión, “hasta los católicos son responsables” de la matanza. 
Sí, católicos de ambos bandos se han matado despiadadamente, tal como hicieron en incontables guerras anteriores. 
Y, como hemos podido comprobar, otras religiones han hecho lo mismo. Hitler, jamás fue excomulgado por la Iglesia Católica.