lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Tiene que creer en la evoluciòn?





¿Tengo que creer en la evolución?





EN AÑOS recientes algunas juntas estatales y escolares en los Estados Unidos se han opuesto a que la evolución se enseñe como una realidad en las escuelas públicas. Uno de estos estados es California.
La Junta de Educación del Estado de California decide lo que se ha de incluir en los libros de texto de las escuelas públicas. Pero recibe recomendaciones de grupos de expertos en varios campos. Uno de estos grupos es el Comité Consultivo Estatal de Educación Científica. Este sometió un bosquejo para la instrucción científica en las escuelas públicas del estado.
El Comité Consultivo recomendó que el tema de la evolución se debería enseñar como una realidad, no sencillamente como una teoría. Sin embargo, la Junta de Educación no estuvo de acuerdo. Ordenó que la evolución se enseñara como una teoría en vez de una realidad. También instruyó que en los libros de texto se mencionara la creación como otra explicación para el origen de la vida con algún apoyo científico.
El comité de ciencia reaccionó de una manera explosiva, diciendo, en efecto: ‘No hay duda de que la evolución es una realidad. Vemos ejemplos de ésta diariamente. Ninguna persona responsable la pone en duda. Es una realidad tan evidente como la gravedad y los átomos!’ Un miembro del comité hasta asemejó la creencia en la creación a creer en supersticiones como la astrología, o que la Luna está hecha de queso verde, o que las cigüeñas traen a los bebés.
Sin embargo, hay muchas personas que sí ponen en duda la validez de la enseñanza de la evolución. Una de esas personas que nunca había considerado las “pruebas” que se ofrecen para la evolución como definitivas decidió entrevistar a las personas que creen en la evolución. A continuación ofrecemos sus observaciones, junto con las conversaciones auténticas que tuvo en la investigación que condujo con los creyentes en la evolución.
Yo creo en la evolución,” me dijo un distinguido caballero, “porque la ciencia ha investigado el tema cabalmente y la acepta unánimemente como una realidad.”
Usted cifra una gran confianza en los científicos,” señalé.
El registro de ellos testifica de su confiabilidad, ¿no le parece?” contestó él.
Su razón para creer en la evolución se repitió muchas veces durante mi investigación. Descubrí que la mayoría de las personas que creen en la evolución la creen porque se les ha dicho que todas las personas inteligentes creen en ella.
Una señora obviamente bien educada en su cuarta década de vida me desafió con esta pregunta: “¿Cuáles son sus calificaciones para discutir los hallazgos de los científicos profesionales?”
Primero,” contesté, “permítame decir que ellos discuten entre sí mismos. ¡Argumentan acerca de cuándo sucedió, por qué sucedió, cómo sucedió, cuán rápido sucedió, y hasta si sucedió del todo!”
Ahora,” continué, “para contestar su pregunta acerca de mis calificaciones. ¿Cuáles son las calificaciones de un juez que preside un caso que envuelve cuestiones médicas en las cuales él no está entrenado? Si es inteligente y objetivo, escucha los argumentos en pro y en contra de los expertos y entonces decide sobre la base de sus testimonios. ¿De qué otro modo puede una persona tomar una decisión en varios campos del conocimiento en esta era de la especialización?”
Pero el tema de la evolución es demasiado técnico,” protestó ella.
Contesté: “Theodosius Dobzhansky [un científico evolucionista] dice que gran parte del trabajo de los científicos está más allá de la comprensión del lego de término medio, pero la evolución no lo está. Dice que es un asunto de biología elemental. Y George Gaylord Simpson [otro prominente evolucionista] contiende que es inmoral tener fe ciega, sea en una doctrina religiosa o en una teoría científica. También dice que es la responsabilidad del hombre corroborar los hallazgos de los especialistas y entonces decidir, y que una persona no tiene que ser un biólogo investigador para evaluar la evidencia acerca de la evolución.”
Demasiadas personas,” concluí, “solo aceptan las opiniones de otros y repiten sus ideas como loros en vez de tomar tiempo para examinar los hechos.”
Como ella no comentó, agregué: “Usted se asombraría de cuántas personas que creen en la evolución prácticamente no saben nada acerca de ésta.”

Intimidación y “lavado de cerebro”
Antes de conducir mi investigación de casa en casa de las personas que creen en la evolución, leí unos veinte libros escritos por evolucionistas. Sin embargo, aun antes de eso por muchos años desde mis días de universitario, me había propuesto mantenerme al tanto de los desarrollos científicos en este campo. Pero ahora examiné específicamente los escritos recientes de evolucionistas prominentes.
Al hacer eso me sorprendió la clase de “intimidación” o “lavado de cerebro” que usan. Esto se tipifica por el siguiente breve resumen de doce libros escritos por once diferentes evolucionistas:
La evolución es aceptada universalmente por los científicos capacitados para juzgar. La reconocen todos los científicos responsables. Todos los biólogos de reputación concuerdan en que es una realidad probada. Ninguna mente informada hoy en día niega que el hombre descendió del pez. Ya no es un asunto de duda.
La evidencia es abrumadora. Nadie que está libre de las antiguas ilusiones y prejuicios requiere ninguna otra prueba.’
Esta es la opinión de todos estos escritores evolucionistas. Pero cuando las afirmaciones son tan abarcadoras, tan dogmáticas, se hacen sospechosas. Me dio la impresión de que los evolucionistas están tratando de intimidar la oposición y la indagación por medio de usar una barrera de retórica intimidatoria.
Pero, ¿por qué debería alguien que pone en duda una teoría ser tildado de incompetente, mal informado, ‘prisionero de las antiguas ilusiones y prejuicios’? ¿Se rebajarían los científicos que realmente tienen las realidades a tácticas tan anticientíficas e irrazonables?
Es verdad, esta “guerra psicológica,” este “lavado de cerebro,” logra conversos a la creencia en la evolución. Pero por lo general casi todos esos conversos están indefensos al ser confrontados por los que resisten la presión ejercida y piden pruebas.

Sin respuestas
Por ejemplo, le pregunté a una señora inteligente en un vecindario exclusivo: “¿Por qué cree en la evolución?”
Porque la veo constantemente,” dijo ella, y señaló a su jardín. Pero cuando traté de averiguar algunos detalles, su rostro comenzó a encenderse, así es que me retiré con tacto.
En otra puerta el anciano que contestó mi llamada dijo que nos adaptamos a nuestros alrededores, y que estas adaptaciones se acumulan a través de muchas generaciones y finalmente resultan en nuevas clases de cosas vivientes.
Esa no es la idea que se acepta actualmente,” dije. “La tez bronceada de uno no se transmite a su bebé, ni tampoco los abultados bíceps que uno ha desarrollado por medio de levantar pesas, ni un conocimiento de electrónica que ha adquirido por medio del estudio y la experiencia. Hace muchos años el evolucionista Lamarck pensó de este modo. Lo mismo hizo Darwin. Pero los evolucionistas actuales saben que esas características adquiridas no se transmiten por medio de la herencia.”
Entonces, ¿de qué otro modo pudo suceder la evolución?” respondió él.
Eso es algo que le toca decir a usted,” respondí.
Vez tras vez, hallé que la misma cosa era verdad. Los que decían que creían en la evolución no podían dar razones, pruebas, hechos en lo absoluto para respaldar su creencia. Su principal razón era que los científicos la creían y la enseñaban.
En una gran universidad, un estudiante citó el “registro de los fósiles” como una prueba para la evolución. Dijo que éste “traza [por ejemplo] la evolución de los caballos modernos desde los eohippus. Los fósiles progresivos muestran cómo perdió los dedos de las patas, alargó las muñecas y tobillos, evolucionó nuevos dientes para pastar, y aumentó de tamaño.”
Usted debe saber,” contesté, “que para presentar este nítido cuadro los evolucionistas tienen que excluir muchos de los fósiles. Escogen los que apoyan su teoría, y asumen que éstos están conectados los unos con los otros.”
Ellos solo lo simplifican para evitar la confusión,” dijo el estudiante.
Respondí: “Para evitar la confusión encubren la evidencia, y al simplificarla la simplifican en exceso hasta el grado de la falsificación.”
Ciertamente, eso es exactamente lo que dice Simpson, que ‘la simplificación en exceso del registro de los fósiles del caballo equivale a la falsificación.’ Y el naturalista I. Sanderson escribe:
Este agradablemente nítido cuadro evolucionario de una progresión ordenada en la estructura de los dientes, la pérdida de los dedos de las patas, aumento en el tamaño, y alargamiento de la muñeca y tobillo, desafortunadamente ha llegado a estar bajo seria sospecha.
Se han traído a luz tantas ramificaciones laterales, faltan totalmente tantas formas intermedias que ahora solo podemos decir que la clásica descripción no es más que una guía de los probables pasos mediante los cuales evolucionó el caballo moderno.”
Sin embargo, el registro de los fósiles sigue siendo “el testigo principal” de la evolución. Como nos dice Simpson: “La más directa fuente de evidencia acerca de la verdad de la evolución debe, después de todo, ser provista por el registro de los fósiles.”

Silencio acerca del origen de la vida
Sin embargo, la evidencia de los fósiles no nos dice a cabalidad que la vida evolucionó del modo que lo afirman los científicos. Los hechos, las pruebas, faltan.
El problema no es nuevo para los evolucionistas. Hace más de un siglo, Carlos Darwin, el “padre” de la evolución moderna se encontró con el problema. Él se desembarazó del problema en la frase final de su Origin of Species atribuyendo el origen de la vida a Dios, diciendo que la vida “originalmente fue inspirada por el Creador dentro de unas pocas formas o de una sola.”
Pasaron las décadas. Pero la evidencia no se hizo disponible. Más tarde, A. C. Seward admitió que el registro de los fósiles “no nos dice nada acerca del origen de la vida.” Y hasta este mismo día, la situación es la misma. Es cierto, a veces los periodistas hambrientos de titulares hacen declaraciones sensacionales acerca de lo inminente de la creación de la vida en el laboratorio. Pero aun si eso sucediera, solo mostraría que tiene que haber un Creador, que la vida no viene a la existencia por sí sola.
La realidad del caso es que el registro de los fósiles permanece totalmente silencioso acerca de la supuesta evolución de la vida microscópica. Un libro de texto universitario admite: “Todavía sabemos poco acerca de la evolución de los protozoos [organismos unicelulares].”

Aparición súbita” de formas complejas
El primer testimonio del registro de los fósiles que tiene alguna convicción es lo que los geólogos llaman la capa de rocas cámbricas. Antes de ese tiempo el registro de las rocas muestra lechos inalterados por incontables épocas. Pero en esas capas más viejas, cualquier supuesto fósil es raro. Ciertamente, la validez de éstos se discute acaloradamente entre los mismos científicos.
Pero con las rocas cámbricas, los fósiles aparecen con una repentina profusión, en una variedad amplia, altamente especializada y muy compleja. ¡El registro de los fósiles, por tanto tiempo silencioso, de hecho por la mayor parte del registro, su testigo principal, de súbito se convierte en un parlanchín! Me tengo que preguntar: “¿Habrá tenido laringitis todo ese tiempo previo, o era que no tenía nada que decir?” Pienso en las palabras de Simpson, quien se refiere a esta aparición súbita de miríadas de fósiles como “el mayor misterio de la historia de la vida.”
Pero aun concediendo a los evolucionistas la “generación espontánea” de la vida que ellos no pueden probar por medio del registro de los fósiles, ni duplicar en los laboratorios. Concediéndoles esa primera partícula de vida que no pueden encontrar. Concediéndoles también los fantásticos adelantos de esa primera vida microscópica hasta la aparición súbita de miles y miles de formas de vida altamente especializadas en las rocas cámbricas. Concediéndoles todo eso, ¿pueden buscar en el registro de los fósiles y por lo menos obtener algunas respuestas de cómo se supone que las formas de vidas posteriores evolucionaron?
Cuando las plantas terrestres llegaron a existir, el registro de los fósiles no estaba silencioso, sino que hablaba acerca de éstas. Sin embargo, el registro de los fósiles no revela absolutamente ningún tipo “primitivo” como sus antepasados. Según lo sugirió una autoridad, los creyentes en la evolución sencillamente deben creer que esos supuestos antepasados han existido.
Además, no hay fósiles de insectos “primitivos.” Los insectos aparecen súbitamente en el registro de los fósiles, altamente desarrollados, y en una gran cantidad, verdaderamente una aparición súbita de vida insectil de formas complicadas. Sin embargo se nos dice que deben de haber evolucionado por decenas de millones de años antes. Pero, ¿qué base hay para decir eso?
No hay base para esa suposición... ninguna. No se halla ningún fósil de todas esas supuestas etapas preliminares. Como lo confirma la Encyclopædia Britannica de 1974: “El registro de los fósiles no da ninguna información acerca del origen de los insectos.” Y la única razón por la que se da un tiempo tan largo para el desarrollo de los insectos es que así lo exige la teoría de la evolución. De modo que los evolucionistas lo suplen cortésmente.

Los vertebrados
¿Nos dice el testigo principal, el registro de los fósiles, algo más acerca de la llegada de los vertebrados? Estos son los animales que tienen una columna vertebral o espina dorsal.
No, otra vez el registro de los fósiles está extrañamente silencioso... extrañamente, es decir, desde el punto de vista evolucionista. Por ejemplo, los peces sencillamente aparecieron. Los evolucionistas ni siquiera están de acuerdo en cuanto a qué antepasado los produjo. Según su propio razonamiento, del primer supuesto pez hasta el primer fósil verdadero de pez hay una brecha de aproximadamente cien millones de años. ¿Por qué cien millones? Porque se decidió que la evolución necesita todo ese tiempo para “evolucionar” algo con una columna vertebral.
Pero en todo ese tiempo, ¿se ha hallado algún antepasado fósil de los vertebrados? Una vez más, la Encyclopædia Britannica de 1974 contesta: “Los despojos fósiles, sin embargo, no suministran información alguna acerca del origen de los vertebrados.” Estos sencillamente aparecieron, de súbito, en gran variedad y en formas muy complejas.
Sin embargo, pasemos por alto el silencio de cien millones de años. Ellos dicen que de los peces vinieron los anfibios. Pero, una vez más, el registro de los fósiles no habla en este punto crucial. Aun el tentador dipneo, corrientemente llamado pez pulmón, se descarta como eslabón entre los peces y los anfibios.
A continuación, según la evolución, vinieron los reptiles, los cuales ponen huevos. ¿Qué es lo que dice el principal testigo acerca de sus antepasados? En el libro The Reptiles, leemos lo siguiente: “Una de las desconcertantes características del registro de los fósiles en la historia de los vertebrados es que muestra muy poco acerca de la evolución de los reptiles durante sus más primitivos comienzos, cuando se estaba desarrollando el huevo con cáscara.” Después de leer esas admisiones en cuanto a la total falta de evidencia, tengo que concluir que es la evolución la que ha mostrado muy poco.
El registro de los fósiles todavía está en silencio, cuando, según los evolucionistas, millones de años después algunos reptiles llegaron a ser mamíferos y otros se convirtieron en pájaros. Simpson admite que tanto para los mamíferos como para los pájaros el registro de los fósiles es ‘escaso’ por 75.000.000 de años, durante los cuales se dice que se llevaron a cabo los cambios.
Finalmente, una muestra rápida del testimonio del registro de los fósiles acerca de la evolución de los mamíferos, entre los cuales se encuentra el hombre: “Los fósiles, desafortunadamente, revelan muy poco acerca de las criaturas que consideramos como los primeros verdaderos mamíferos.” (The Mammals, pág. 37) “Desafortunadamente, el registro de los fósiles que nos permitiría rastrear la aparición de los monos todavía está irremediablemente incompleto. . . . Desafortunadamente, las primeras etapas del progreso evolutivo del hombre a lo largo de su propia línea individual siguen siendo un misterio total.” (The Primates, págs. 15, 177) “Aun esta historia relativamente reciente [el cambio de criaturas como mono a hombre] está acribillada de incertidumbres; las autoridades a menudo están reñidas, tanto en cuanto a los fundamentos como en cuanto a los detalles.”—Mankind Evolving, pág. 168.

El registro está contra la evolución
Sin duda alguna, la supuesta evolución de todos estos grupos principales de cosas vivientes está llena de increíbles brechas. Vez tras vez la historia es la misma: el registro de los fósiles guarda silencio acerca de los antepasados. En unos pocos casos, esto pudiera ser comprensible. Pero, ¿es una coincidencia el que esto suceda en cada categoría de las cosas vivientes?
Hasta Darwin hace mucho tiempo se lamentó de las brechas en el registro de los fósiles. De hecho, dijo que esto era buena base para rechazar su teoría. Pero defendió su posición por medio de desacreditar a su principal testigo. Sostuvo que el registro de los fósiles había sido alterado, que estaba incompleto, y que muchos organismos vivos no dejaban fósiles, particularmente los que no tienen ninguna parte dura. Muchos evolucionistas hoy en día se apoyan en las mismas excusas.
Sin embargo, la verdad es que hay muchos lechos inalterados de rocas. Y hay muchos fósiles de ‘partes blandas’ incluso piel, gusanos, medusas y plumas. Además, ¿por qué es que el registro de los fósiles está tan lleno en cuanto a formas de vida “completas,” y tan vacío en cuanto a etapas “en evolución”?
Me siento compelido a llegar a la conclusión de que pocas series de hechos argumentan tan elocuentemente en contra de la evolución como el registro de los fósiles.
A las mutaciones se les aclama como evidencia de la evolución. Pero, ¿lo son realmente? Un conocido mío argumentó enérgicamente a favor de éstas.
Pero antes de informar nuestra discusión, quiero mencionar una práctica suya que es parecida a la actitud de ‘solo los estúpidos no creen en la evolución.’ Él es un especialista en biología acabado de graduarse de la universidad. Su habla está profusamente saturada con palabras presagiosas como homocigótico, heterocigótico, translocaciones, inversiones, haploide, diploide, poliploide, mitosis, miosis, ácido desoxirribonucleico, y otras similares.
Era obvio que él obtenía satisfacción del uso de esas palabras ‘altisonantes,’ usándolas como una especie de intimidación mental. Sin embargo, los vocabularios intimidatorios no prueban una teoría, solo la hacen más sospechosa.
Las mutaciones causan cambios en la materia genética que gobierna la herencia,” me dijo él, agregando: “La selección natural preserva las ventajosas, y a medida que se acumulan a través de muchas generaciones evolucionan nuevas especies.”
Pero,” dije, “las mutaciones son cambios ciegos, fortuitos, accidentales en la materia genética. ¿Pueden esos cambios sin dirección mejorar estructuras altamente complejas de diseños asombrosamente intrincados?”
Él contestó: “Es verdad que la mayoría de las mutaciones son dañinas, pero rara vez hay alguna provechosa.” Entonces usó una ilustración que se halla en algunos escritos evolucionistas, diciendo: “Es como apredrear el auto de uno con rocas. La mayor parte del tiempo uno lo dañaría, pero la millonésima roca pudiera golpear el carburador precisamente en el lugar apropiado y mejorar la afinación. Así es como funcionan las mutaciones.”
Me pregunté si me gustaría ser golpeado por un millón de rocas solo para obtener una dudosa mejora en mi cuerpo. Así es que le dije: “Por supuesto, para el tiempo en que la millonésima piedra ‘mejora’ el carburador, las 999.999 piedras precedentes habrán destrozado el radiador, partido el acumulador, aflojado la instalación eléctrica, roto las bujías, astillado el parabrisas, roto los instrumentos del tablero de instrumentos y abollado la carrocería y el tanque de la gasolina.” Además, ¡el siguiente millón de piedras probablemente aplastaría el carburador!
No,” contradijo él, “ahí es donde interviene la selección natural. Elimina las mutaciones dañinas.”
A los evolucionistas les gustaría pensar eso,” dije, “pero saben que eso no es así. La mayoría de las mutaciones son recesivas y se acumulan en el conjunto genético. Repetidamente afloran en generaciones futuras, lisiando o matando a los organismos. Es esta carga genética acumulativa la que muchos genetistas piensan que causa la degeneración, la vejez y la muerte.”
Lo cierto es,” continué, “que en algunos libros se usan varias páginas para alistar las enfermedades y deformidades heredables causadas por las mutaciones que la selección natural no elimina. Algunas de éstas son la diabetis, la anemia, el daltonismo, la hemofilia, la sordomudez, el albinismo, el pie zopo, el labio leporino, el enanismo, glaucoma, el retardo mental . . .”
Pero . . . ”
Lo interrumpí. “Antes de que hables, un punto más acerca de tu analogía de apedrear el auto.”

Nada nuevo, sino solo variaciones
Continué: “Aun si concedemos que una roca pudiera accidentalmente afinar el carburador, jamás haría uno nuevo. Jamás convertiría a un carburador con dos cañones en uno con cuatro, o lo cambiaría en uno de inyección de combustible. Las mutaciones pueden cambiar lo viejo, pero no pueden crear lo nuevo. Ahora, ¿qué ibas a decir?”
Que hay ejemplos de buenas mutaciones. De hecho uno puede observar la evolución en proceso.”
Mencionó tres casos. Uno fue el de la polilla pigmentada. Dijo que hay una variedad oscura de la polilla que está aumentando en las ciudades industriales. Las formas más oscuras se posan sobre troncos de árboles ennegrecidos por el humo y por lo tanto no son tan visibles a los pájaros. Otro caso fue el que algunas moscas mutantes son resistentes al DDT y sobreviven cuando todas las otras moscas mueren. Y finalmente, mencionó algunas bacterias que tienen mutantes que son resistentes a los antibióticos, y que de estos pocos sobrevivientes brotan poblaciones resistentes.
Pero la polilla pigmentada en su forma más oscura está aumentando no solo en las ciudades sino también en las zonas rurales, donde los troncos no están ennegrecidos por el humo industrial. La variedad oscura sencillamente es más robusta, mejor adaptada para sobrevivir bajo las condiciones actuales. Y sigue siendo una polilla.
Las moscas y las bacterias mutantes sobrevivieron, es cierto. Pero no son tan fecundas ni viven tanto como las que no han mutado. Las mutantes son genéticamente “lisiadas,” como si fuesen “fenómenos.” Aunque alguna peculiaridad en sus sistemas les permitió sobrevivir, ¿mejoraron? ¿Emergió una nueva clase de vida?
Una persona sorda puede sobrevivir al ruido de un gran aeropuerto de ciudad, mientras que sus vecinos de oído normal se mudan. Un hombre con los pies amputados no teme al pie de atleta, mientras que personas normales toman precauciones. Pero el sordo y el amputado no son organismos mejorados. Tampoco lo son las moscas y las bacterias mutantes.
Mi amigo no está viendo la evolución cuando ve esas mutaciones. Solo está viendo la variación dentro de una familia de cosas vivientes. Eso es todo lo que ve la mujer que dijo que cree en la evolución porque ‘sucede en su jardín.’ Eso es lo que ve el presidente del Comité Consultivo Estatal de Educación Científica de California cuando afirma que la evolución es un hecho porque ‘uno ve ejemplos de ésta diariamente.’

Variación limitada
Es irresponsable asumir que la variación del color de una polilla prueba que los hombres evolucionaron de los peces. Sencillamente esto es más charlatanería evolucionista. Entre las cosas vivientes hay constante variación. Pero las variaciones no hacen nuevos organismos.
¿Se tornará el rosal alguna vez en roble sencillamente porque hay tantas variedades de rosas? No, permanece una rosa.
Los humanos en un tiempo saltaban un metro ochenta de altura, pero ahora superan los dos metros diez. ¿Significa esto que continuarán mejorando hasta que las generaciones futuras podrán saltar dos kilómetros de altura?
Los corredores mejoraron hasta que corren los 1500 metros en menos de cuatro minutos. ¿Prueba eso que con el tiempo podrán correrlos en menos de cuatro segundos?
Nadie contendería que esa mejora se pudiera continuar. Y ciertamente, prescindiendo de qué mejoras limitadas se hicieran, los atletas no se convertirían en criaturas diferentes. Tampoco se puede alegar que debido a que las moscas son resistentes al veneno continuarán variando hasta convertirse en águilas. Tampoco continuarán las polillas variando en color hasta que con el tiempo se conviertan en pterodáctilos.
Las cosas tienen un límite. Hay un límite de velocidad. Hay un límite de frío. Y si aceptamos lo que el registro de los fósiles proclama, hay un límite para la variación. Las cosas vivientes varían, pero siempre permanecen dentro de sus especies. No se transforman en algo diferente.
Otra conversación de interés se llevó a cabo después que asistí a una demostración en una universidad. La demostración implicaba al reloj de radiocarbono, y el profesor mencionó la duración del tiempo que el hombre había estado aquí en la Tierra y se refirió a la evolución.
Cuando se le preguntó al profesor cuál era la base para su creencia en la evolución él dijo: “Bueno, ellos pueden alinear cráneos desde el pez hasta el hombre y el parecido entre los vecinos en esta alineación es asombroso. El parecido difícilmente puede ser casualidad, sino indica que uno provino de los otros.”
¿Provinieron realmente?” pregunté, puesto que esto me parecía como una falacia, una noción falsa, y engañosa.
Pareció asombrado, como si no comprendiera mi pregunta. Así es que me explayé: “¿Verdaderamente evolucionaron los animales en esta alineación en esta secuencia? He visto estas series de cráneos que en diferentes museos se ofrecen como prueba de la evolución, pero por lo general se indica que en realidad no se llevó a cabo en esa secuencia.”
Oh, sí, eso es cierto,” dijo el profesor. “Esto solo es una ilustración del parecido entre los diferentes grupos.”

Parecido no es prueba
Entonces pregunté: “Pues, ¿no indicaría esto que el parecido en vez de probar la evolución, necesariamente indica que no hay ninguna descendencia?”
Él sonrió. Yo era su invitado, y él era un anfitrión amable.
A mí me parece,” continué, “que los evolucionistas son muy caprichosos. Usan el parecido como prueba de la evolución cuando éste encaja en su concepción, pero lo desechan cuando no les conviene. Por ejemplo, el pulpo tiene un ojo que se parece asombrosamente al ojo humano. Sin embargo, ningún evolucionista afirma que estén relacionados.”
Lo que es más,” agregué, “los peces y los insectos no están relacionados, sin embargo hay clases de ambos que tienen órganos luminosos similares. Los no relacionados lampreas, mosquitos y sanguijuelas tienen anticoagulantes similares para impedir que se coagule la sangre de sus víctimas. Los murciélagos y los delfines, que no están relacionados tienen sistemas similares de sonar. Los peces e insectos, que tampoco están relacionados, tienen ojos bifocales para la visión tanto en el aire como bajo el agua.”
Continué: “Ciertos organismos no relacionados tienen en común mecanismos e instintos para la hibernación, la migración, hacerse el muerto, aguijones o colmillos venenosos, y propulsión a reacción. Para aceptar la evolución, tendríamos que creer que estas cosas asombrosas, tan difíciles de realizar para la ciega casualidad aunque solo fuera una vez, fueron realizadas independientemente muchas veces por las ciegas y fortuitas mutaciones en los muchos organismos no relacionados que las poseen. Las probabilidades en contra de que estas cosas sucedieran una sola vez son astronómicas. Pero los evolucionistas afirman que sucedieron vez tras vez, y por casualidad. ¡Las matemáticas desaprueban probabilidades de esa clase!”
Usted está muy animado,” dijo el profesor. Ambos nos echamos a reír.
No me opongo a discutir la evolución como una teoría,” repliqué. “Lo que me molesta es el dogmatismo de los evolucionistas, su arrogancia y tiranía de la autoridad, el que tilden a otros de ignorantes si no aceptan su argumento.”
Los científicos solo son humanos,” replicó él. “Tienen sus interpretaciones privadas, y frecuentemente van más allá de lo que justifican los hechos.”

No ciencia verdadera, sino ciencia-ficción
Sus palabras me recordaron la admisión que hicieron Dunn y Dobzhansky en Heredity, Race and Society: “Los científicos, igual que todos los otros hombres, a menudo sucumben a la tentación de probar alguna opinión en particular o reforzar algunas ideas preconcebidas.”
Sullivan, en The Limitations of Science, dijo que los científicos no “dicen invariablemente la verdad, o tratan de decirla, ni siquiera acerca de su ciencia. Se ha sabido que mienten, pero no para servir a la ciencia sino, por lo general, a [sus] prejuicios religiosos o antirreligiosos.”
Los evolucionistas también tienen la habilidad de desechar rápidamente problemas cruciales con sus especulaciones sin fundamento. Sin prueba, se refieren a asombrosas transformaciones de una forma de vida compleja en otra como si eso fuera una realidad.
Con el agitar de una varita, el evolucionista hace que una escama se convierta en una pluma, o en un pelo. Una aleta se convierte en una pierna, la cual de algún modo se desvanece en una serpiente, pero entonces se convierte en una ala en un pájaro, y un casco en un caballo, una garra en un gato, una mano en un hombre. Tales “explicaciones” son ciencia-ficción.
Los desperdicios de nitrógeno, que en un tiempo los peces eliminaban como amoníaco, son eliminados como urea por los anfibios, pero entonces se convierte en ácido úrico en los reptiles, entonces devuelta a la urea en los mamíferos. Los mamíferos supuestamente modificaron sus glándulas sudoríparas, convirtiéndose en pechos que produjeron leche, ¡y produjeron hijos que por otra coincidencia casual desarrollaron, al mismísimo tiempo la sabiduría instintiva de succionar los pechos!
A veces creí que esas explicaciones no se daban en serio. Deben estar bromeando, pensé. ¡Pero no están bromeando! Aceptan ciencia-ficción como ciencia verdadera.
No es de asombrarse que sus libros estén llenos de ‘podría haber sido’ ‘pudiera haber sido,’ ‘quizás haya sido,’ los cuales, después de un tiempo y mucha repetición, se convierten en ‘deben haber sido.’ Las posibilidades se convierten en probabilidades, las cuales entonces se convierten en certezas. Las presunciones evolucionan a dogmas. Las especulaciones se convierten en conclusiones. El lenguaje altisonante evoluciona a “evidencia.”
Todo esto es desleal al verdadero método científico. Pero por medio de este lavado de cerebro, evoluciona la fe ciega en la evolución. Con éste evoluciona el autoritarismo arrogante que se requiere para sostener lo que no se puede probar. Las proclamaciones dogmáticas se usan como un garrote en contra de los incrédulos, quizás hasta tranquilizando al sacerdocio de la evolución, aquellos que la promueven.
Pero tal ciencia-ficción no tiene nada de tranquilizadora para muchos padres. En el hogar estos padres enseñan a sus hijos la creación, mientras que en la escuela los maestros enseñan la evolución. Una cosa es segura: ¡Alguien está mintiendo!
Si en la escuela la evolución solo se enseñara como una teoría, y se reconociera la creación como una alternativa que tiene respaldo científico, entonces la contradicción en la mente del niño pudiera ser mitigada. Pero los evolucionistas luchan furiosamente contra la introducción de cualquier idea salvo la suya propia. Los científicos y educadores, y evolucionistas supuestamente esclarecidos, tratan de aplastar las ideas que no apoyan sus ideas preconcebidas. Aunque en un tiempo ellos insistieron en el derecho de enseñar la teoría de la evolución, ahora se niegan a que se enseñe cualquier otra cosa.
Los evolucionistas también rehúsan enfrentarse a su dilema, el cual es serio: el registro de los fósiles muestra que la evolución es una explicación inadecuada para la súbita aparición de las formas de vida complejas. Pero la creación especial encaja con precisión en el registro, sin embargo, emocionalmente, es inadmisible para los evolucionistas. Sencillamente no pueden soportar la idea de que pudieran estar equivocados, de que pudiera haber un Creador. Uno que produjo cosas vivientes a Su propio modo.
Así es que, en vez de ser de mente equitativa, por lo general los evolucionistas tratan de suprimir el registro de los fósiles. Recurren a poner apodos y a insultar a los que no aceptan sus cuentos. Y asemejan la creencia en la creación a las cigüeñas que traen los bebés. Tal como una jerarquía religiosa en la “edad oscura,” declaran ex cathedra (con autoridad) que la evolución es una realidad, y excomulgan a cualquiera que no abrace su fe.
La evolución es para sus promotores como una vaca sagrada. Pero el adelanto de la verdad siempre se las arregla para derribar a las vacas sagradas. Lo mismo que un martillo, con el tiempo la verdad derriba los altares sobre los cuales se han guardado las ideas falsas.


La Septuaginta




Una traducción de la Biblia que cambió al mundo
Cuando el profeta Moisés comenzó a escribir la Biblia hace más de tres mil quinientos años, solo una pequeña nación podía leerla (Deuteronomio 7:7). La razón para ello era que las Escrituras existían únicamente en la lengua original de aquel pueblo: el hebreo. Pero la situación cambiaría con el tiempo.
LA DIFUSIÓN del mensaje bíblico y el influjo positivo que ha ejercido a lo largo de los siglos se deben en gran medida a su primera traducción: la Septuaginta, o Versión de los Setenta. ¿Por qué se realizó? Y ¿puede afirmarse correctamente que esta Biblia cambió al mundo?

¿Una traducción inspirada?
Tras el exilio en Babilonia durante los siglos VII y VI a.E.C., muchos judíos se quedaron a vivir fuera de los dominios de los antiguos Israel y Judá. Para los nacidos en el exilio, el hebreo pasó a ser su segunda lengua. Hacia el siglo III a.E.C. existía una comunidad judía en Alejandría de Egipto, un importantísimo centro cultural del Imperio griego. Aquellos judíos estimaron valioso traducir las Sagradas Escrituras al griego, a la sazón, su lengua materna.
Hasta entonces, el mensaje inspirado de la Biblia se había compuesto en hebreo, con algunas porciones pequeñas en arameo, una lengua de la misma familia. ¿Disminuiría el poderoso efecto de la inspiración divina si se expresaba la Palabra de Dios en un idioma diferente, llevando quizás a interpretaciones erróneas? ¿Se arriesgarían los judíos —a quienes se había confiado la Palabra inspirada— a que el mensaje se distorsionara mediante la traducción? (Salmo 147:19, 20; Romanos 3:1, 2.)
Si bien estas delicadas cuestiones causaban recelo, la preocupación de que los judíos dejaran de entender la Palabra de Dios terminó imponiéndose sobre los demás factores. Se decidió realizar una versión griega de la Torá, nombre dado a los primeros cinco libros de la Biblia, escritos por Moisés. El proceso de la traducción en sí se halla envuelto en la leyenda. Según cuenta la Carta de Aristeo, el rey egipcio Tolomeo II (285-246 a.E.C.) quiso tener en su biblioteca una copia del Pentateuco (o Torá) en lengua griega, y encargó la traducción a 72 sabios judíos, que llegaron a Egipto procedentes de Israel y la acabaron en setenta y dos días. Terminado el texto, se leyó a la comunidad judía, que alabó su hermosura y exactitud. Los adornos añadidos posteriormente al relato afirman que, a pesar de que los traductores fueron instalados en habitaciones separadas, su traducción coincidió letra por letra. En virtud de la tradición de los 72 traductores, esta versión bíblica al griego llegó a conocerse como la Septuaginta, voz latina que significa “setenta”.
La mayoría de los eruditos modernos coinciden en que la Carta de Aristeo es una obra apócrifa. Tampoco creen que Tolomeo II concibiera el proyecto de la traducción, sino los líderes de la comunidad judía alejandrina. No obstante, los escritos del filósofo judío Filón de Alejandría y del historiador judío Josefo, al igual que el Talmud, revelan que los judíos del siglo I tenían la creencia general de que la Septuaginta había sido inspirada de la misma manera que las Escrituras originales. Tales tradiciones surgieron indudablemente del empeño por hacer que la comunidad judía de todo el mundo aceptara la Septuaginta.
Aunque la traducción inicial solo comprendió los cinco libros de Moisés, el término Septuaginta llegó a designar a la entera colección de las Escrituras Hebreas vertidas al griego. Los restantes libros se tradujeron durante la siguiente centuria más o menos. La composición de la entera Septuaginta no se logró por una acción coordinada, sino que se hizo poco a poco. Los traductores diferían en ingenio y conocimiento del hebreo. La mayor parte de los libros se tradujeron literalmente, llegando en ocasiones a los extremos, mientras que otros se tradujeron de forma bastante libre; de algunos existe una versión completa y otra abreviada. A finales del siglo II a.E.C. se podían leer en griego todos los libros de las Escrituras Hebreas. Pese a la heterogeneidad de resultados, el efecto que produjo la versión al griego de las Escrituras Hebreas sobrepasó en mucho las expectativas de los traductores.

¿Jafet en las tiendas de Sem?
Hablando de la Septuaginta, el Talmud cita de Génesis 9:27: “Que [...] Jafet [...] more en las tiendas de Sem” (Meguilá 9b, Talmud babilónico). El Talmud da a entender de manera figurada que, por medio de la belleza de la lengua griega empleada en la Septuaginta, Jafet (padre de Javán, de quien descendieron los griegos) moró en las tiendas de Sem (antepasado de la nación de Israel). Pero pudiera decirse asimismo que Sem moró en las tiendas de Jafet a través de la Septuaginta. ¿Cómo?
Tras las conquistas de Alejandro Magno, en la segunda mitad del siglo IV a.E.C., se realizó una intensa campaña para difundir la lengua y la cultura griegas por todos los países conquistados, política que recibió el nombre de helenización. Los judíos se vieron bajo un constante ataque cultural; de prevalecer la cultura y la filosofía griegas, su propia religión se vería minada. ¿Qué podría detener el avance de dicho ataque?
Refiriéndose a uno de los posibles motivos que llevó a los judíos a traducir la Septuaginta, el traductor bíblico judío Max Margolis comenta: “Si en modo alguno pudiera atribuirse el plan a la comunidad judía, habría otro motivo implicado en ello, a saber, abrir la Ley judía para el escrutinio de la población gentil y convencer al mundo de que los judíos poseían una cultura que rivalizaba con la sabiduría de la Hélade (Grecia)”. Por consiguiente, poner las Escrituras Hebreas al alcance del mundo de lengua griega pudo constituir un acto de defensa propia y contraataque a la vez.
La política de helenización emprendida por Alejandro hizo del griego la lengua internacional. Aun cuando su reino fue derribado por los romanos, el griego común (koiné) siguió siendo la lengua del comercio y la comunicación entre las naciones. Tanto si se debió a un acto deliberado como si sucedió de forma natural, la versión Septuaginta de las Escrituras Hebreas penetró rápidamente en los hogares y corazones de muchos no judíos que no conocían a Dios ni la Ley judaica. Las consecuencias fueron asombrosas.

Prosélitos y temerosos de Dios
En el siglo I E.C., Filón escribió que “la belleza y dignidad de la legislación transmitida por Moisés es una fuente de admiración no solo entre los judíos, sino también entre todos los pueblos”. Tocante a los judíos que residían fuera de Palestina en el siglo I, el historiador judío Joseph Klausner apunta: “Cuesta creer que todos esos millones de judíos estuvieran constituidos únicamente por emigrantes de la pequeña Palestina. Es inevitable concluir que este formidable aumento se debió también a la admisión de grandes cantidades de varones y mujeres prosélitos”.
Sin embargo, estos interesantes hechos no explican la situación por completo. El escritor Shaye J. D. Cohen, profesor de Historia judía, afirma: “Muchos gentiles, hombres así como mujeres, se convirtieron al judaísmo durante los últimos siglos a.E.C. y los dos primeros siglos E.C. Pero más numerosos aún fueron los gentiles que aceptaron ciertos aspectos del judaísmo mas no se convirtieron a él”. Tanto Klausner como Cohen aluden a estos no conversos como temerosos de Dios, expresión que aparece con frecuencia en la literatura griega de la época.
¿En qué se diferenciaban los prosélitos de los temerosos de Dios? Los prosélitos eran conversos cabales, considerados judíos en todo sentido porque aceptaban al Dios de Israel (rechazando a todo otro dios), se circuncidaban y se incorporaban a la nación de Israel. En cambio, Cohen dice lo siguiente sobre los temerosos de Dios: “Aunque estos gentiles observaban muchas de las prácticas judaicas y de una u otra forma veneraban al Dios de los judíos, no se consideraban a sí mismos judíos ni los demás los veían como tales”. Klausner menciona que “se hallaban en una posición intermedia”, pues aceptaban el judaísmo y “observaban parte de sus costumbres, pero [...] no se hacían judíos cabales”.
Es posible que algunos se interesaran en Dios por conversaciones con misioneros judíos o al observar que su conducta y costumbres eran muy diferentes. Aun así, la Septuaginta constituyó el principal instrumento mediante el cual aprendieron acerca de Jehová Dios. Aunque no hay forma de saber la cantidad exacta de temerosos de Dios que había en el siglo I, no cabe duda de que la Septuaginta difundió algún conocimiento de Dios por todo el Imperio romano. Asimismo, mediante ella se colocó un importante cimiento.

La Septuaginta ayudó a preparar el camino
La Septuaginta desempeñó un distinguido papel en la propagación del cristianismo. Muchos judíos de habla griega estuvieron presentes en la fundación de la congregación cristiana en Pentecostés de 33 E.C. También hubo prosélitos entre los que se hicieron discípulos de Cristo en aquellos tiempos tempranos (Hechos 2:5-11; 6:1-6; 8:26-38). Puesto que los escritos inspirados de los apóstoles de Jesús y de otros de sus primeros discípulos iban destinados al mayor público posible, se redactaron en griego. Por eso, muchas citas de las Escrituras Hebreas que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se basaron en la Septuaginta.
Otras personas, aparte de los judíos naturales y los prosélitos, estaban listas para aceptar el mensaje del Reino. El gentil Cornelio era un “hombre devoto y que temía a Dios junto con toda su casa, y hacía muchas dádivas de misericordia al pueblo y hacía ruego a Dios continuamente”. En el año 36 E.C., Cornelio, su familia y otras personas que estaban reunidas en su casa fueron los primeros gentiles en bautizarse como seguidores de Cristo (Hechos 10:1, 2, 24, 44-48; compárese con Lucas 7:2-10). Cuando el apóstol Pablo viajó por Asia Menor y Grecia, predicó a muchos gentiles que ya temían a Dios y a “griegos que adoraban a Dios” (Hechos 13:16, 26; 17:4). ¿Por qué estaban Cornelio y los demás gentiles listos para aceptar las buenas nuevas? Porque la Septuaginta había ayudado a preparar el camino. Cierto erudito se aventuró a decir que la Septuaginta “es un libro tan sumamente importante, que sin él no podrían concebirse la cristiandad y la cultura occidental”.

La Septuaginta pierde su “inspiración”
El extenso uso que se dio a la Septuaginta produjo a la postre una reacción violenta por parte de los judíos. En sus conversaciones con los cristianos, por ejemplo, los judíos afirmaban que era una traducción inexacta. Hacia el siglo II E.C., la comunidad judía le había vuelto completamente la espalda a la traducción que en otro tiempo alabó como inspirada. Los rabinos rechazaron la leyenda de los 72 traductores. Decían: “Sucedió una vez que cinco ancianos escribieron la Torá en griego para el rey Tolomeo, siendo aquel día tan ominoso para Israel como el día en que fabricaron el becerro de oro, puesto que era imposible traducir la Torá con exactitud”. Para asegurar una concordancia más estricta con las ideas rabínicas, autorizaron una nueva traducción griega, la cual llevó a cabo en el siglo II E.C. un prosélito judío llamado Áquila, discípulo del rabino Aquiba.
Los judíos dejaron de utilizar la Septuaginta, pero esta se convirtió en el “Viejo Testamento” estándar de la naciente Iglesia Católica hasta que la reemplazó la Vulgata latina de Jerónimo. Si bien una traducción nunca sustituye el original, la Septuaginta desempeñó un papel importante en la difusión del conocimiento de Jehová Dios y de su Reino mediante Jesucristo. En efecto, fue una traducción de la Biblia que cambió al mundo.

Es posible que el Evangelio de Mateo se escribiera primero en hebreo, y que luego se realizara una versión en griego.