EN AÑOS recientes
algunas juntas estatales y escolares en los Estados Unidos se han
opuesto a que la evolución se enseñe como una realidad en las
escuelas públicas. Uno de estos estados es California.
La Junta de Educación
del Estado de California decide lo que se ha de incluir en los libros
de texto de las escuelas públicas. Pero recibe recomendaciones de
grupos de expertos en varios campos. Uno de estos grupos es el Comité
Consultivo Estatal de Educación Científica. Este sometió un
bosquejo para la instrucción científica en las escuelas públicas
del estado.
El Comité Consultivo
recomendó que el tema de la evolución se debería enseñar como una
realidad, no sencillamente como una teoría. Sin embargo, la
Junta de Educación no estuvo de acuerdo. Ordenó que la
evolución se enseñara como una teoría en vez de una realidad.
También instruyó que en los libros de texto se mencionara la
creación como otra explicación para el origen de la vida con algún
apoyo científico.
El comité de ciencia
reaccionó de una manera explosiva, diciendo, en efecto: ‘No hay
duda de que la evolución es una realidad. Vemos ejemplos de ésta
diariamente. Ninguna persona responsable la pone en duda. Es una
realidad tan evidente como la gravedad y los átomos!’ Un miembro
del comité hasta asemejó la creencia en la creación a creer en
supersticiones como la astrología, o que la Luna está hecha de
queso verde, o que las cigüeñas traen a los bebés.
Sin embargo, hay muchas
personas que sí ponen en duda la validez de la enseñanza de la
evolución. Una de esas personas que nunca había considerado las
“pruebas” que se ofrecen para la evolución como definitivas
decidió entrevistar a las personas que creen en la evolución. A
continuación ofrecemos sus observaciones, junto con las
conversaciones auténticas que tuvo en la investigación que condujo
con los creyentes en la evolución.
“Yo creo en la
evolución,” me dijo un distinguido caballero, “porque la ciencia
ha investigado el tema cabalmente y la acepta unánimemente como una
realidad.”
“Usted cifra una gran
confianza en los científicos,” señalé.
“El registro de ellos
testifica de su confiabilidad, ¿no le parece?” contestó él.
Su razón para creer en
la evolución se repitió muchas veces durante mi investigación.
Descubrí que la mayoría de las personas que creen en la evolución
la creen porque se les ha dicho que todas las personas inteligentes
creen en ella.
Una señora obviamente
bien educada en su cuarta década de vida me desafió con esta
pregunta: “¿Cuáles son sus calificaciones para discutir los
hallazgos de los científicos profesionales?”
“Primero,” contesté,
“permítame decir que ellos discuten entre sí mismos. ¡Argumentan
acerca de cuándo sucedió, por qué sucedió, cómo
sucedió, cuán rápido sucedió, y hasta si sucedió
del todo!”
“Ahora,” continué,
“para contestar su pregunta acerca de mis calificaciones. ¿Cuáles
son las calificaciones de un juez que preside un caso que envuelve
cuestiones médicas en las cuales él no está entrenado? Si es
inteligente y objetivo, escucha los argumentos en pro y en contra de
los expertos y entonces decide sobre la base de sus testimonios. ¿De
qué otro modo puede una persona tomar una decisión en varios campos
del conocimiento en esta era de la especialización?”
“Pero el tema de la
evolución es demasiado técnico,” protestó ella.
Contesté: “Theodosius
Dobzhansky [un científico evolucionista] dice que gran parte del
trabajo de los científicos está más allá de la comprensión del
lego de término medio, pero la evolución no lo está. Dice que
es un asunto de biología elemental. Y George Gaylord Simpson [otro
prominente evolucionista] contiende que es inmoral tener fe ciega,
sea en una doctrina religiosa o en una teoría científica. También
dice que es la responsabilidad del hombre corroborar los hallazgos de
los especialistas y entonces decidir, y que una persona no tiene
que ser un biólogo investigador para evaluar la evidencia acerca de
la evolución.”
“Demasiadas personas,”
concluí, “solo aceptan las opiniones de otros y repiten sus ideas
como loros en vez de tomar tiempo para examinar los hechos.”
Como ella no comentó,
agregué: “Usted se asombraría de cuántas personas que creen en
la evolución prácticamente no saben nada acerca de ésta.”
Intimidación
y “lavado de cerebro”
Antes de conducir mi
investigación de casa en casa de las personas que creen en la
evolución, leí unos veinte libros escritos por evolucionistas. Sin
embargo, aun antes de eso por muchos años desde mis días de
universitario, me había propuesto mantenerme al tanto de los
desarrollos científicos en este campo. Pero ahora examiné
específicamente los escritos recientes de evolucionistas
prominentes.
Al hacer eso me
sorprendió la clase de “intimidación” o “lavado de cerebro”
que usan. Esto se tipifica por el siguiente breve resumen de doce
libros escritos por once diferentes evolucionistas:
‘La evolución es
aceptada universalmente por los científicos capacitados para juzgar.
La reconocen todos los científicos responsables. Todos los biólogos
de reputación concuerdan en que es una realidad probada. Ninguna
mente informada hoy en día niega que el hombre descendió del pez.
Ya no es un asunto de duda.
‘La evidencia es
abrumadora. Nadie que está libre de las antiguas ilusiones y
prejuicios requiere ninguna otra prueba.’
Esta es la opinión de
todos estos escritores evolucionistas. Pero cuando las afirmaciones
son tan abarcadoras, tan dogmáticas, se hacen sospechosas. Me dio la
impresión de que los evolucionistas están tratando de intimidar la
oposición y la indagación por medio de usar una barrera de retórica
intimidatoria.
Pero, ¿por qué debería
alguien que pone en duda una teoría ser tildado de incompetente, mal
informado, ‘prisionero de las antiguas ilusiones y prejuicios’?
¿Se rebajarían los científicos que realmente tienen las realidades
a tácticas tan anticientíficas e irrazonables?
Es verdad, esta “guerra
psicológica,” este “lavado de cerebro,” logra conversos a la
creencia en la evolución. Pero por lo general casi todos esos
conversos están indefensos al ser confrontados por los que resisten
la presión ejercida y piden pruebas.
Sin
respuestas
Por ejemplo, le pregunté
a una señora inteligente en un vecindario exclusivo: “¿Por qué
cree en la evolución?”
“Porque la veo
constantemente,” dijo ella, y señaló a su jardín. Pero cuando
traté de averiguar algunos detalles, su rostro comenzó a
encenderse, así es que me retiré con tacto.
En otra puerta el anciano
que contestó mi llamada dijo que nos adaptamos a nuestros
alrededores, y que estas adaptaciones se acumulan a través de muchas
generaciones y finalmente resultan en nuevas clases de cosas
vivientes.
“Esa no es la idea
que se acepta actualmente,” dije. “La tez bronceada de uno no se
transmite a su bebé, ni tampoco los abultados bíceps que uno
ha desarrollado por medio de levantar pesas, ni un conocimiento
de electrónica que ha adquirido por medio del estudio y la
experiencia. Hace muchos años el evolucionista Lamarck pensó de
este modo. Lo mismo hizo Darwin. Pero los evolucionistas actuales
saben que esas características adquiridas no se transmiten por
medio de la herencia.”
“Entonces, ¿de qué
otro modo pudo suceder la evolución?” respondió él.
“Eso es algo que le
toca decir a usted,” respondí.
Vez tras vez, hallé que
la misma cosa era verdad. Los que decían que creían en la evolución
no podían dar razones, pruebas, hechos en lo absoluto para
respaldar su creencia. Su principal razón era que los científicos
la creían y la enseñaban.
En una gran universidad,
un estudiante citó el “registro de los fósiles” como una prueba
para la evolución. Dijo que éste “traza [por ejemplo] la
evolución de los caballos modernos desde los eohippus. Los fósiles
progresivos muestran cómo perdió los dedos de las patas, alargó
las muñecas y tobillos, evolucionó nuevos dientes para pastar, y
aumentó de tamaño.”
“Usted debe saber,”
contesté, “que para presentar este nítido cuadro los
evolucionistas tienen que excluir muchos de los fósiles. Escogen los
que apoyan su teoría, y asumen que éstos están conectados los unos
con los otros.”
“Ellos solo lo
simplifican para evitar la confusión,” dijo el estudiante.
Respondí: “Para evitar
la confusión encubren la evidencia, y al simplificarla la
simplifican en exceso hasta el grado de la falsificación.”
Ciertamente, eso es
exactamente lo que dice Simpson, que ‘la simplificación en exceso
del registro de los fósiles del caballo equivale a la
falsificación.’ Y el naturalista I. Sanderson escribe:
“Este agradablemente
nítido cuadro evolucionario de una progresión ordenada en la
estructura de los dientes, la pérdida de los dedos de las patas,
aumento en el tamaño, y alargamiento de la muñeca y tobillo,
desafortunadamente ha llegado a estar bajo seria sospecha.
“Se han traído a luz
tantas ramificaciones laterales, faltan totalmente tantas formas
intermedias que ahora solo podemos decir que la clásica descripción
no es más que una guía de los probables pasos mediante los
cuales evolucionó el caballo moderno.”
Sin embargo, el registro
de los fósiles sigue siendo “el testigo principal” de la
evolución. Como nos dice Simpson: “La más directa fuente de
evidencia acerca de la verdad de la evolución debe, después de
todo, ser provista por el registro de los fósiles.”
Silencio
acerca del origen de la vida
Sin embargo, la evidencia
de los fósiles no nos dice a cabalidad que la vida evolucionó
del modo que lo afirman los científicos. Los hechos, las pruebas,
faltan.
El problema no es
nuevo para los evolucionistas. Hace más de un siglo, Carlos Darwin,
el “padre” de la evolución moderna se encontró con el problema.
Él se desembarazó del problema en la frase final de su Origin of
Species atribuyendo el origen de la vida a Dios, diciendo que la
vida “originalmente fue inspirada por el Creador dentro de unas
pocas formas o de una sola.”
Pasaron las décadas.
Pero la evidencia no se hizo disponible. Más tarde,
A. C. Seward admitió que el registro de los fósiles
“no nos dice nada acerca del origen de la vida.” Y hasta
este mismo día, la situación es la misma. Es cierto, a veces los
periodistas hambrientos de titulares hacen declaraciones
sensacionales acerca de lo inminente de la creación de la vida en el
laboratorio. Pero aun si eso sucediera, solo mostraría que tiene que
haber un Creador, que la vida no viene a la existencia por sí
sola.
La realidad del caso es
que el registro de los fósiles permanece totalmente silencioso
acerca de la supuesta evolución de la vida microscópica. Un libro
de texto universitario admite: “Todavía sabemos poco acerca de la
evolución de los protozoos [organismos unicelulares].”
“Aparición
súbita” de formas complejas
El primer testimonio del
registro de los fósiles que tiene alguna convicción es lo que los
geólogos llaman la capa de rocas cámbricas. Antes de ese tiempo el
registro de las rocas muestra lechos inalterados por incontables
épocas. Pero en esas capas más viejas, cualquier supuesto fósil es
raro. Ciertamente, la validez de éstos se discute acaloradamente
entre los mismos científicos.
Pero con las rocas
cámbricas, los fósiles aparecen con una repentina profusión, en
una variedad amplia, altamente especializada y muy compleja. ¡El
registro de los fósiles, por tanto tiempo silencioso, de hecho por
la mayor parte del registro, su testigo principal, de súbito se
convierte en un parlanchín! Me tengo que preguntar: “¿Habrá
tenido laringitis todo ese tiempo previo, o era que no tenía
nada que decir?” Pienso en las palabras de Simpson, quien se
refiere a esta aparición súbita de miríadas de fósiles como “el
mayor misterio de la historia de la vida.”
Pero aun concediendo a
los evolucionistas la “generación espontánea” de la vida que
ellos no pueden probar por medio del registro de los fósiles,
ni duplicar en los laboratorios. Concediéndoles esa primera
partícula de vida que no pueden encontrar. Concediéndoles
también los fantásticos adelantos de esa primera vida microscópica
hasta la aparición súbita de miles y miles de formas de vida
altamente especializadas en las rocas cámbricas. Concediéndoles
todo eso, ¿pueden buscar en el registro de los fósiles y por lo
menos obtener algunas respuestas de cómo se supone que las formas de
vidas posteriores evolucionaron?
Cuando las plantas
terrestres llegaron a existir, el registro de los fósiles no estaba
silencioso, sino que hablaba acerca de éstas. Sin embargo, el
registro de los fósiles no revela absolutamente ningún tipo
“primitivo” como sus antepasados. Según lo sugirió una
autoridad, los creyentes en la evolución sencillamente deben creer
que esos supuestos antepasados han existido.
Además, no hay
fósiles de insectos “primitivos.” Los insectos aparecen
súbitamente en el registro de los fósiles, altamente desarrollados,
y en una gran cantidad, verdaderamente una aparición súbita de vida
insectil de formas complicadas. Sin embargo se nos dice que deben de
haber evolucionado por decenas de millones de años antes. Pero, ¿qué
base hay para decir eso?
No hay base para esa
suposición... ninguna. No se halla ningún fósil de todas esas
supuestas etapas preliminares. Como lo confirma la Encyclopædia
Britannica de 1974: “El registro de los fósiles no da
ninguna información acerca del origen de los insectos.” Y la única
razón por la que se da un tiempo tan largo para el desarrollo de los
insectos es que así lo exige la teoría de la evolución. De modo
que los evolucionistas lo suplen cortésmente.
Los
vertebrados
¿Nos dice el testigo
principal, el registro de los fósiles, algo más acerca de la
llegada de los vertebrados? Estos son los animales que tienen una
columna vertebral o espina dorsal.
No, otra vez el registro
de los fósiles está extrañamente silencioso... extrañamente, es
decir, desde el punto de vista evolucionista. Por ejemplo, los peces
sencillamente aparecieron. Los evolucionistas ni siquiera están
de acuerdo en cuanto a qué antepasado los produjo. Según su propio
razonamiento, del primer supuesto pez hasta el primer fósil
verdadero de pez hay una brecha de aproximadamente cien millones de
años. ¿Por qué cien millones? Porque se decidió que la evolución
necesita todo ese tiempo para “evolucionar” algo con una columna
vertebral.
Pero en todo ese tiempo,
¿se ha hallado algún antepasado fósil de los vertebrados? Una vez
más, la Encyclopædia Britannica de 1974 contesta: “Los
despojos fósiles, sin embargo, no suministran información
alguna acerca del origen de los vertebrados.” Estos sencillamente
aparecieron, de súbito, en gran variedad y en formas muy complejas.
Sin embargo, pasemos por
alto el silencio de cien millones de años. Ellos dicen que de los
peces vinieron los anfibios. Pero, una vez más, el registro de los
fósiles no habla en este punto crucial. Aun el tentador dipneo,
corrientemente llamado pez pulmón, se descarta como eslabón entre
los peces y los anfibios.
A continuación, según
la evolución, vinieron los reptiles, los cuales ponen huevos. ¿Qué
es lo que dice el principal testigo acerca de sus antepasados? En el
libro The Reptiles, leemos lo siguiente: “Una de las
desconcertantes características del registro de los fósiles en la
historia de los vertebrados es que muestra muy poco acerca de la
evolución de los reptiles durante sus más primitivos comienzos,
cuando se estaba desarrollando el huevo con cáscara.” Después de
leer esas admisiones en cuanto a la total falta de evidencia, tengo
que concluir que es la evolución la que ha mostrado muy poco.
El registro de los
fósiles todavía está en silencio, cuando, según los
evolucionistas, millones de años después algunos reptiles llegaron
a ser mamíferos y otros se convirtieron en pájaros. Simpson admite
que tanto para los mamíferos como para los pájaros el registro de
los fósiles es ‘escaso’ por 75.000.000 de años, durante los
cuales se dice que se llevaron a cabo los cambios.
Finalmente, una muestra
rápida del testimonio del registro de los fósiles acerca de la
evolución de los mamíferos, entre los cuales se encuentra el
hombre: “Los fósiles, desafortunadamente, revelan muy poco acerca
de las criaturas que consideramos como los primeros verdaderos
mamíferos.” (The Mammals, pág. 37)
“Desafortunadamente, el registro de los fósiles que nos permitiría
rastrear la aparición de los monos todavía está irremediablemente
incompleto. . . . Desafortunadamente, las primeras
etapas del progreso evolutivo del hombre a lo largo de su propia
línea individual siguen siendo un misterio total.” (The
Primates, págs. 15, 177) “Aun esta historia relativamente
reciente [el cambio de criaturas como mono a hombre] está
acribillada de incertidumbres; las autoridades a menudo están
reñidas, tanto en cuanto a los fundamentos como en cuanto a los
detalles.”—Mankind Evolving, pág. 168.
El
registro está contra la evolución
Sin duda alguna, la
supuesta evolución de todos estos grupos principales de cosas
vivientes está llena de increíbles brechas. Vez tras vez la
historia es la misma: el registro de los fósiles guarda silencio
acerca de los antepasados. En unos pocos casos, esto pudiera ser
comprensible. Pero, ¿es una coincidencia el que esto suceda en cada
categoría de las cosas vivientes?
Hasta Darwin hace mucho
tiempo se lamentó de las brechas en el registro de los fósiles. De
hecho, dijo que esto era buena base para rechazar su teoría. Pero
defendió su posición por medio de desacreditar a su principal
testigo. Sostuvo que el registro de los fósiles había sido
alterado, que estaba incompleto, y que muchos organismos vivos
no dejaban fósiles, particularmente los que no tienen
ninguna parte dura. Muchos evolucionistas hoy en día se apoyan en
las mismas excusas.
Sin embargo, la verdad es
que hay muchos lechos inalterados de rocas. Y hay muchos fósiles de
‘partes blandas’ incluso piel, gusanos, medusas y plumas. Además,
¿por qué es que el registro de los fósiles está tan lleno en
cuanto a formas de vida “completas,” y tan vacío en cuanto a
etapas “en evolución”?
Me siento compelido a
llegar a la conclusión de que pocas series de hechos argumentan tan
elocuentemente en contra de la evolución como el registro de
los fósiles.
A las mutaciones se les
aclama como evidencia de la evolución. Pero, ¿lo son realmente? Un
conocido mío argumentó enérgicamente a favor de éstas.
Pero antes de informar
nuestra discusión, quiero mencionar una práctica suya que es
parecida a la actitud de ‘solo los estúpidos no creen en la
evolución.’ Él es un especialista en biología acabado de
graduarse de la universidad. Su habla está profusamente saturada con
palabras presagiosas como homocigótico, heterocigótico,
translocaciones, inversiones, haploide, diploide, poliploide,
mitosis, miosis, ácido desoxirribonucleico, y otras similares.
Era obvio que él obtenía
satisfacción del uso de esas palabras ‘altisonantes,’ usándolas
como una especie de intimidación mental. Sin embargo, los
vocabularios intimidatorios no prueban una teoría, solo la
hacen más sospechosa.
“Las mutaciones causan
cambios en la materia genética que gobierna la herencia,” me dijo
él, agregando: “La selección natural preserva las ventajosas, y a
medida que se acumulan a través de muchas generaciones evolucionan
nuevas especies.”
“Pero,” dije, “las
mutaciones son cambios ciegos, fortuitos, accidentales en la materia
genética. ¿Pueden esos cambios sin dirección mejorar estructuras
altamente complejas de diseños asombrosamente intrincados?”
Él contestó: “Es
verdad que la mayoría de las mutaciones son dañinas, pero rara vez
hay alguna provechosa.” Entonces usó una ilustración que se halla
en algunos escritos evolucionistas, diciendo: “Es como apredrear el
auto de uno con rocas. La mayor parte del tiempo uno lo dañaría,
pero la millonésima roca pudiera golpear el carburador precisamente
en el lugar apropiado y mejorar la afinación. Así es como funcionan
las mutaciones.”
Me pregunté si me
gustaría ser golpeado por un millón de rocas solo para obtener una
dudosa mejora en mi cuerpo. Así es que le dije: “Por supuesto,
para el tiempo en que la millonésima piedra ‘mejora’ el
carburador, las 999.999 piedras precedentes habrán destrozado el
radiador, partido el acumulador, aflojado la instalación eléctrica,
roto las bujías, astillado el parabrisas, roto los instrumentos del
tablero de instrumentos y abollado la carrocería y el tanque de la
gasolina.” Además, ¡el siguiente millón de piedras probablemente
aplastaría el carburador!
“No,” contradijo él,
“ahí es donde interviene la selección natural. Elimina las
mutaciones dañinas.”
“A los evolucionistas
les gustaría pensar eso,” dije, “pero saben que eso no es
así. La mayoría de las mutaciones son recesivas y se acumulan en el
conjunto genético. Repetidamente afloran en generaciones futuras,
lisiando o matando a los organismos. Es esta carga genética
acumulativa la que muchos genetistas piensan que causa la
degeneración, la vejez y la muerte.”
“Lo cierto es,”
continué, “que en algunos libros se usan varias páginas para
alistar las enfermedades y deformidades heredables causadas por las
mutaciones que la selección natural no elimina. Algunas de
éstas son la diabetis, la anemia, el daltonismo, la hemofilia, la
sordomudez, el albinismo, el pie zopo, el labio leporino, el
enanismo, glaucoma, el retardo mental . . .”
“Pero . . . ”
Lo interrumpí. “Antes
de que hables, un punto más acerca de tu analogía de apedrear el
auto.”
Nada
nuevo, sino solo variaciones
Continué: “Aun si
concedemos que una roca pudiera accidentalmente afinar el carburador,
jamás haría uno nuevo. Jamás convertiría a un carburador con dos
cañones en uno con cuatro, o lo cambiaría en uno de inyección de
combustible. Las mutaciones pueden cambiar lo viejo, pero no pueden
crear lo nuevo. Ahora, ¿qué ibas a decir?”
“Que hay ejemplos de
buenas mutaciones. De hecho uno puede observar la evolución en
proceso.”
Mencionó tres casos. Uno
fue el de la polilla pigmentada. Dijo que hay una variedad oscura de
la polilla que está aumentando en las ciudades industriales. Las
formas más oscuras se posan sobre troncos de árboles ennegrecidos
por el humo y por lo tanto no son tan visibles a los pájaros.
Otro caso fue el que algunas moscas mutantes son resistentes al DDT y
sobreviven cuando todas las otras moscas mueren. Y finalmente,
mencionó algunas bacterias que tienen mutantes que son resistentes a
los antibióticos, y que de estos pocos sobrevivientes brotan
poblaciones resistentes.
Pero la polilla
pigmentada en su forma más oscura está aumentando no solo en
las ciudades sino también en las zonas rurales, donde los troncos
no están ennegrecidos por el humo industrial. La variedad
oscura sencillamente es más robusta, mejor adaptada para sobrevivir
bajo las condiciones actuales. Y sigue siendo una polilla.
Las moscas y las
bacterias mutantes sobrevivieron, es cierto. Pero no son tan
fecundas ni viven tanto como las que no han mutado. Las
mutantes son genéticamente “lisiadas,” como si fuesen
“fenómenos.” Aunque alguna peculiaridad en sus sistemas les
permitió sobrevivir, ¿mejoraron? ¿Emergió una nueva clase de
vida?
Una persona sorda puede
sobrevivir al ruido de un gran aeropuerto de ciudad, mientras que sus
vecinos de oído normal se mudan. Un hombre con los pies amputados
no teme al pie de atleta, mientras que personas normales toman
precauciones. Pero el sordo y el amputado no son organismos
mejorados. Tampoco lo son las moscas y las bacterias mutantes.
Mi amigo no está
viendo la evolución cuando ve esas mutaciones. Solo está viendo la
variación dentro de una familia de cosas vivientes. Eso es todo lo
que ve la mujer que dijo que cree en la evolución porque ‘sucede
en su jardín.’ Eso es lo que ve el presidente del Comité
Consultivo Estatal de Educación Científica de California cuando
afirma que la evolución es un hecho porque ‘uno ve ejemplos de
ésta diariamente.’
Variación
limitada
Es irresponsable asumir
que la variación del color de una polilla prueba que los hombres
evolucionaron de los peces. Sencillamente esto es más charlatanería
evolucionista. Entre las cosas vivientes hay constante variación.
Pero las variaciones no hacen nuevos organismos.
¿Se tornará el rosal
alguna vez en roble sencillamente porque hay tantas variedades de
rosas? No, permanece una rosa.
Los humanos en un tiempo
saltaban un metro ochenta de altura, pero ahora superan los dos
metros diez. ¿Significa esto que continuarán mejorando hasta que
las generaciones futuras podrán saltar dos kilómetros de altura?
Los corredores mejoraron
hasta que corren los 1500 metros en menos de cuatro minutos.
¿Prueba eso que con el tiempo podrán correrlos en menos de cuatro
segundos?
Nadie contendería que
esa mejora se pudiera continuar. Y ciertamente, prescindiendo de qué
mejoras limitadas se hicieran, los atletas no se convertirían
en criaturas diferentes. Tampoco se puede alegar que debido a que las
moscas son resistentes al veneno continuarán variando hasta
convertirse en águilas. Tampoco continuarán las polillas variando
en color hasta que con el tiempo se conviertan en pterodáctilos.
Las cosas tienen un
límite. Hay un límite de velocidad. Hay un límite de frío. Y si
aceptamos lo que el registro de los fósiles proclama, hay un límite
para la variación. Las cosas vivientes varían, pero siempre
permanecen dentro de sus especies. No se transforman en algo
diferente.
Otra conversación de
interés se llevó a cabo después que asistí a una demostración en
una universidad. La demostración implicaba al reloj de radiocarbono,
y el profesor mencionó la duración del tiempo que el hombre había
estado aquí en la Tierra y se refirió a la evolución.
Cuando se le preguntó al
profesor cuál era la base para su creencia en la evolución él
dijo: “Bueno, ellos pueden alinear cráneos desde el pez hasta el
hombre y el parecido entre los vecinos en esta alineación es
asombroso. El parecido difícilmente puede ser casualidad, sino
indica que uno provino de los otros.”
“¿Provinieron
realmente?” pregunté, puesto que esto me parecía como una
falacia, una noción falsa, y engañosa.
Pareció asombrado, como
si no comprendiera mi pregunta. Así es que me explayé:
“¿Verdaderamente evolucionaron los animales en esta alineación en
esta secuencia? He visto estas series de cráneos que en diferentes
museos se ofrecen como prueba de la evolución, pero por lo general
se indica que en realidad no se llevó a cabo en esa secuencia.”
“Oh, sí, eso es
cierto,” dijo el profesor. “Esto solo es una ilustración del
parecido entre los diferentes grupos.”
Parecido
no es prueba
Entonces pregunté:
“Pues, ¿no indicaría esto que el parecido en vez de probar
la evolución, necesariamente indica que no hay ninguna
descendencia?”
Él sonrió. Yo era su
invitado, y él era un anfitrión amable.
“A mí me parece,”
continué, “que los evolucionistas son muy caprichosos. Usan el
parecido como prueba de la evolución cuando éste encaja en su
concepción, pero lo desechan cuando no les conviene. Por
ejemplo, el pulpo tiene un ojo que se parece asombrosamente al ojo
humano. Sin embargo, ningún evolucionista afirma que estén
relacionados.”
“Lo que es más,”
agregué, “los peces y los insectos no están relacionados,
sin embargo hay clases de ambos que tienen órganos luminosos
similares. Los no relacionados lampreas, mosquitos y
sanguijuelas tienen anticoagulantes similares para impedir que se
coagule la sangre de sus víctimas. Los murciélagos y los delfines,
que no están relacionados tienen sistemas similares de sonar.
Los peces e insectos, que tampoco están relacionados, tienen ojos
bifocales para la visión tanto en el aire como bajo el agua.”
Continué: “Ciertos
organismos no relacionados tienen en común mecanismos e
instintos para la hibernación, la migración, hacerse el muerto,
aguijones o colmillos venenosos, y propulsión a reacción. Para
aceptar la evolución, tendríamos que creer que estas cosas
asombrosas, tan difíciles de realizar para la ciega casualidad
aunque solo fuera una vez, fueron realizadas independientemente
muchas veces por las ciegas y fortuitas mutaciones en los muchos
organismos no relacionados que las poseen. Las probabilidades en
contra de que estas cosas sucedieran una sola vez son astronómicas.
Pero los evolucionistas afirman que sucedieron vez tras vez, y por
casualidad. ¡Las matemáticas desaprueban probabilidades de esa
clase!”
“Usted está muy
animado,” dijo el profesor. Ambos nos echamos a reír.
“No me opongo a
discutir la evolución como una teoría,” repliqué. “Lo que me
molesta es el dogmatismo de los evolucionistas, su arrogancia y
tiranía de la autoridad, el que tilden a otros de ignorantes si
no aceptan su argumento.”
“Los científicos solo
son humanos,” replicó él. “Tienen sus interpretaciones
privadas, y frecuentemente van más allá de lo que justifican los
hechos.”
No
ciencia verdadera, sino ciencia-ficción
Sus palabras me
recordaron la admisión que hicieron Dunn y Dobzhansky en Heredity,
Race and Society: “Los científicos, igual que todos los otros
hombres, a menudo sucumben a la tentación de probar alguna opinión
en particular o reforzar algunas ideas preconcebidas.”
Sullivan, en The
Limitations of Science, dijo que los científicos no “dicen
invariablemente la verdad, o tratan de decirla, ni siquiera
acerca de su ciencia. Se ha sabido que mienten, pero no para
servir a la ciencia sino, por lo general, a [sus] prejuicios
religiosos o antirreligiosos.”
Los evolucionistas
también tienen la habilidad de desechar rápidamente problemas
cruciales con sus especulaciones sin fundamento. Sin prueba, se
refieren a asombrosas transformaciones de una forma de vida compleja
en otra como si eso fuera una realidad.
Con el agitar de una
varita, el evolucionista hace que una escama se convierta en una
pluma, o en un pelo. Una aleta se convierte en una pierna, la cual de
algún modo se desvanece en una serpiente, pero entonces se convierte
en una ala en un pájaro, y un casco en un caballo, una garra en un
gato, una mano en un hombre. Tales “explicaciones” son
ciencia-ficción.
Los desperdicios de
nitrógeno, que en un tiempo los peces eliminaban como amoníaco, son
eliminados como urea por los anfibios, pero entonces se convierte en
ácido úrico en los reptiles, entonces devuelta a la urea en los
mamíferos. Los mamíferos supuestamente modificaron sus glándulas
sudoríparas, convirtiéndose en pechos que produjeron leche, ¡y
produjeron hijos que por otra coincidencia casual desarrollaron, al
mismísimo tiempo la sabiduría instintiva de succionar los pechos!
A veces creí que esas
explicaciones no se daban en serio. Deben estar bromeando,
pensé. ¡Pero no están bromeando! Aceptan ciencia-ficción
como ciencia verdadera.
No es de asombrarse que
sus libros estén llenos de ‘podría haber sido’ ‘pudiera haber
sido,’ ‘quizás haya sido,’ los cuales, después de un tiempo y
mucha repetición, se convierten en ‘deben haber sido.’ Las
posibilidades se convierten en probabilidades, las cuales entonces se
convierten en certezas. Las presunciones evolucionan a dogmas. Las
especulaciones se convierten en conclusiones. El lenguaje altisonante
evoluciona a “evidencia.”
Todo esto es desleal al
verdadero método científico. Pero por medio de este lavado de
cerebro, evoluciona la fe ciega en la evolución. Con éste
evoluciona el autoritarismo arrogante que se requiere para sostener
lo que no se puede probar. Las proclamaciones dogmáticas se
usan como un garrote en contra de los incrédulos, quizás hasta
tranquilizando al sacerdocio de la evolución, aquellos que la
promueven.
Pero tal ciencia-ficción
no tiene nada de tranquilizadora para muchos padres. En el hogar
estos padres enseñan a sus hijos la creación, mientras que en la
escuela los maestros enseñan la evolución. Una cosa es segura:
¡Alguien está mintiendo!
Si en la escuela la
evolución solo se enseñara como una teoría, y se reconociera la
creación como una alternativa que tiene respaldo científico,
entonces la contradicción en la mente del niño pudiera ser
mitigada. Pero los evolucionistas luchan furiosamente contra la
introducción de cualquier idea salvo la suya propia. Los científicos
y educadores, y evolucionistas supuestamente esclarecidos, tratan de
aplastar las ideas que no apoyan sus ideas preconcebidas. Aunque
en un tiempo ellos insistieron en el derecho de enseñar la teoría
de la evolución, ahora se niegan a que se enseñe cualquier otra
cosa.
Los evolucionistas
también rehúsan enfrentarse a su dilema, el cual es serio: el
registro de los fósiles muestra que la evolución es una explicación
inadecuada para la súbita aparición de las formas de vida
complejas. Pero la creación especial encaja con precisión en el
registro, sin embargo, emocionalmente, es inadmisible para los
evolucionistas. Sencillamente no pueden soportar la idea de que
pudieran estar equivocados, de que pudiera haber un Creador. Uno que
produjo cosas vivientes a Su propio modo.
Así es que, en vez de
ser de mente equitativa, por lo general los evolucionistas tratan de
suprimir el registro de los fósiles. Recurren a poner apodos y a
insultar a los que no aceptan sus cuentos. Y asemejan la
creencia en la creación a las cigüeñas que traen los bebés. Tal
como una jerarquía religiosa en la “edad oscura,” declaran
ex cathedra (con autoridad) que la evolución es
una realidad, y excomulgan a cualquiera que no abrace su fe.
La evolución es para sus
promotores como una vaca sagrada. Pero el adelanto de la verdad
siempre se las arregla para derribar a las vacas sagradas. Lo mismo
que un martillo, con el tiempo la verdad derriba los altares sobre
los cuales se han guardado las ideas falsas.