¿Qué
cree la gente sobre la vida después de la muerte?
“Si un hombre
físicamente capacitado muere, ¿puede volver a vivir?” (JOB
14:14.)
EN UNA funeraria de la
ciudad de Nueva York, amigos y parientes desfilan silenciosos ante el
ataúd abierto para contemplar el cadáver del joven de 17 años,
cuyo cuerpo el cáncer ha consumido. La madre, desolada, repite una y
otra vez entre sollozos: “Tommy es más feliz ahora. Dios quería
que estuviera con él en el cielo”. Eso es lo que se le ha enseñado
a creer.
2 A
11.000 kilómetros de distancia, en Jamnagar (India), el mayor
de tres hijos prende fuego a la leña en una pira funeraria para la
cremación de su difunto padre. Junto al chisporroteo de la leña los
brahmanes recitan mantras en sánscrito: “Que el alma que
nunca muere siga esforzándose por convertirse en parte de la
realidad suprema”.
3 La realidad
de la muerte está a nuestro alrededor (Romanos 5:12). Es natural que
nos preguntemos si la muerte pone fin a todo. Al reflexionar sobre el
ciclo natural de las plantas, Job, un siervo fiel de Jehová Dios de
tiempos antiguos, observó: “Existe esperanza hasta para un árbol.
Si es cortado, todavía brota de nuevo, y su propia ramita no cesa
de ser”. ¿Y el ser humano? “Si un hombre físicamente capacitado
muere, ¿puede volver a vivir?”, preguntó Job (Job 14:7, 14). En
todas las sociedades y en todos los tiempos la gente se ha planteado
preguntas como: ¿Hay vida después de la muerte? Si es así, ¿qué
clase de vida? En consecuencia, ¿qué ha llegado a creer la gente, y
por qué?
Un
tema común con muchas variaciones
4 Muchos
cristianos nominales creen que después de la muerte la gente va al
cielo o al infierno. Los hindúes, por otra parte, tienen fe en la
reencarnación. Los musulmanes creen que habrá un día de juicio
después de la muerte en el que Alá evaluará el comportamiento de
cada persona y la enviará al paraíso o al infierno. En algunos
países las creencias respecto a los muertos son una curiosa
mezcolanza de tradiciones locales y cristianismo nominal. En Sri
Lanka, por ejemplo, tanto budistas como católicos dejan las puertas
y ventanas abiertas de par en par cuando hay una defunción en la
familia, y colocan el ataúd con los pies del fallecido en dirección
a la puerta principal. Piensan que con estas medidas se le facilita
la salida de la casa al espíritu, o alma, del difunto. Muchos
católicos y protestantes de África occidental siguen la costumbre
de cubrir los espejos cuando muere alguien, para que nadie mire en
ellos y vea el espíritu del difunto. Posteriormente, cuarenta días
después del fallecimiento del ser querido, los familiares y amigos
celebran la ascensión de su alma al cielo.
5 A pesar de
estas diferencias, parece que casi todas las religiones coinciden en
un punto. Creen que algo dentro del hombre —llámese alma o
espíritu— es inmortal y sigue viviendo tras la muerte del
cuerpo. Casi todas las religiones y sectas de la cristiandad, que se
cuentan por cientos, dicen creer en la inmortalidad del alma. Esta
creencia es asimismo un dogma oficial del judaísmo. En el hinduismo
constituye el fundamento de la enseñanza de la reencarnación. Los
musulmanes creen que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo. El
aborigen australiano, el africano animista, el sintoísta, e incluso
el budista, enseñan también variaciones de este mismo tema.
6 Por otro
lado, hay quienes opinan que la vida consciente finaliza al morir.
Para ellos la idea de que la vida emocional e intelectual subsiste en
un alma impersonal y etérea separada del cuerpo es irrazonable.
Miguel de Unamuno, escritor y erudito español del siglo XX,
escribe: “Creer en la inmortalidad del alma es querer que el alma
sea inmortal, pero quererlo con tanta fuerza que esta querencia,
atropellando a la razón, pasa sobre ella”. Esta también ha sido
la opinión de gente tan diversa como los famosos filósofos de la
antigüedad Aristóteles y Epicuro, el médico Hipócrates, el
filósofo escocés David Hume, el docto hispanoárabe Averroes y el
primer jefe del gobierno de la India independiente, Jawaharlal Nehru.
7 Ante tales
ideas y creencias contradictorias, debemos preguntarnos: ¿Tenemos o
no un alma inmortal? En caso de que el alma no sea
inmortal, ¿cómo es posible que tal enseñanza falsa forme parte
integrante de tantas religiones actuales? ¿De dónde surgió la
idea? Es imperativo que encontremos respuestas fidedignas y
satisfactorias a estas preguntas porque nuestro futuro está en juego
(1 Corintios 15:19). Pero, en primer lugar, veamos cómo nació
la doctrina de la inmortalidad del alma.
El
origen de la doctrina
8 Se considera
que Sócrates y Platón, filósofos griegos del siglo V a.E.C.,
fueron de los primeros en proponer la idea de la inmortalidad del
alma. Pero ellos no la inventaron. Pulieron el concepto y lo
transformaron en enseñanza filosófica, haciéndolo así más
atractivo para las clases cultas de su día y del futuro. El hecho es
que los mazdeístas de la antigua Persia y los egipcios anteriores a
estos también creían en la inmortalidad del alma. La pregunta
entonces es: ¿Cuál es el origen de la enseñanza?
9 “En el
mundo antiguo [...] —dice el libro The Religion of
Babylonia and Assyria (La religión de Babilonia y Asiria)—,
Egipto, Persia y Grecia sintieron la influencia de la religión de
Babilonia.” El libro sigue diciendo en cuanto a las creencias
religiosas egipcias: “En vista de que el contacto entre Egipto y
Babilonia fue temprano, como lo revelan las tablillas de El-Amarna,
hubo muchísimas oportunidades de que los puntos de vista y
costumbres babilónicos incidieran en los cultos egipcios”. Lo
mismo puede decirse de las antiguas culturas persa y griega.
10 Pero,
¿creían los babilonios de la antigüedad en la inmortalidad del
alma? El profesor Morris Jastrow, hijo, de la Universidad de
Pennsylvania (E.U.A.), escribió: “Ni el pueblo ni los
principales pensadores religiosos [de Babilonia] se plantearon
jamás la posibilidad de que se aniquilara totalmente lo que había
llegado a existir. La muerte [a su modo de ver] era un pasaje a
otra clase de vida, y el no tener inmortalidad [de la vida
actual] únicamente recalcaba la imposibilidad de eludir el cambio de
existencia que venía con la muerte”. En efecto, los babilonios
creían que después de la muerte continuaba alguna clase de vida.
Una manifestación de esta creencia era su costumbre de enterrar
objetos junto a los muertos para que los utilizaran en el más allá.
11 Está claro
que la enseñanza de la inmortalidad del alma se remonta a la antigua
Babilonia. ¿Es relevante ese hecho? Sí, pues según la Biblia, la
ciudad de Babel, o Babilonia, fue fundada por Nemrod, un bisnieto de
Noé. Después del diluvio universal del tiempo de Noé, solo existía
un idioma y una religión. Nemrod no solo estaba “en oposición
a Jehová”, sino que tanto él como sus seguidores quisieron
hacerse “un nombre célebre”. Así, al fundar la ciudad y
edificar una torre en ella, Nemrod dio inicio a una religión
diferente (Génesis 10:1, 6, 8-10; 11:1-4).
12 Según la
tradición, Nemrod sufrió una muerte violenta. Era de esperarse que
después de su muerte los babilonios lo tuvieran en gran estima por
haber sido el fundador, edificador y primer rey de la ciudad. Como al
dios Marduk (Merodac) se le consideraba el fundador de Babilonia y
varios reyes babilonios tomaron de él su nombre, algunos eruditos
piensan que Marduk era Nemrod deificado (2 Reyes 25:27; Isaías
39:1; Jeremías 50:2). En tal caso, la idea de que el hombre tiene un
alma que pervive después de la muerte debe haber sido común al
menos para el tiempo en que murió Nemrod. De cualquier modo, las
páginas de la historia revelan que, después del Diluvio, la
enseñanza de la inmortalidad del alma nació en Babel, o Babilonia.
13 La Biblia
también indica que Dios frustró los planes de los constructores de
la Torre de Babel confundiendo su lenguaje. Como ya no podían
comunicarse entre ellos, abandonaron el proyecto y fueron esparcidos
“desde allí sobre toda la superficie de la tierra” (Génesis
11:5-9). Debe tenerse presente que aunque el lenguaje de los que iban
a construir la torre fue alterado, su modo de pensar y conceptos
no lo fueron. Por ello, llevaron consigo sus ideas religiosas
allá donde fijaron su residencia. De ese modo, las enseñanzas
religiosas babilónicas —entre ellas la inmortalidad del alma— se
esparcieron sobre la faz de la Tierra y se convirtieron en el
fundamento de las principales religiones del mundo. Así se fundó un
imperio mundial de religión falsa, al que la Biblia llama
apropiadamente “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de
las cosas repugnantes de la tierra” (Revelación [Apocalipsis]
17:5).
El
imperio mundial de religión falsa se extiende hacia el este
14 Algunos
historiadores dicen que hace más de tres mil quinientos años
se produjo una migración de un pueblo ario de tez clara desde el
noroeste hasta el valle del Indo, hoy ubicado en su mayor parte en
los países de Paquistán y la India. De ahí se extendieron a las
llanuras del río Ganges y cruzaron la India. Algunos expertos dicen
que las ideas religiosas de los inmigrantes se basaban en antiguas
enseñanzas iraníes y babilónicas. Estas ideas religiosas se
convirtieron en las raíces del hinduismo.
15 En la India
la idea del alma inmortal tomó la forma de la doctrina de la
reencarnación. Los sabios hindúes, que trataban de explicar el
problema universal del mal y del sufrimiento humano, concibieron lo
que se llama la ley del karma, la ley de causa y efecto.
Combinando esta ley con la creencia en la inmortalidad del alma,
concibieron la doctrina de la reencarnación, según la cual los
méritos y deméritos de una vida eran recompensados o castigados en
la siguiente. La meta de los fieles es la moksa, es decir, la
liberación del ciclo de renacimientos y la unificación con la
llamada realidad suprema o nirvana. Con el paso de los siglos el
hinduismo se extendió, y con él la enseñanza de la reencarnación.
Esta doctrina se ha convertido en el pilar del hinduismo actual.
16 Del
hinduismo se derivaron otras fes, como el budismo, el jainismo y el
sijismo. Estas también creen en la reencarnación. Además, cuando
el budismo penetró en la mayor parte de Asia oriental —China,
Corea, Japón y otras partes— influyó profundamente en la cultura
y la religión de toda la zona. Esto dio lugar a religiones que
reflejan una amalgama de creencias, con elementos del budismo, el
espiritismo y la adoración de antepasados. Las más influyentes son
el taoísmo, el confucianismo y el sintoísmo. De este modo, la
creencia de que la vida sigue después de la muerte del cuerpo ha
llegado a dominar el pensamiento y las prácticas religiosas de un
gran sector de la humanidad en aquella parte del mundo.
¿Qué
puede decirse del judaísmo, la cristiandad y el islam?
17 ¿Qué
creen de la vida después de la muerte quienes profesan las
religiones del judaísmo, la cristiandad y el islam? De estas, el
judaísmo es, con diferencia, la más antigua. Sus raíces se
remontan unos cuatro mil años hasta Abrahán, mucho antes de
que Sócrates y Platón dieran forma a la teoría de la inmortalidad
del alma. Los judíos de la antigüedad creían en la resurrección
de los muertos, y no en la inherente inmortalidad humana (Mateo
22:31, 32; Hebreos 11:19). ¿Cómo, entonces, se introdujo en el
judaísmo la doctrina de la inmortalidad del alma? La historia nos da
la contestación.
18 En
332 a.E.C. Alejandro Magno conquistó el Oriente Medio,
incluyendo a Jerusalén. Cuando sus sucesores prosiguieron con el
plan de helenización, se produjo una fusión de las dos culturas, la
griega y la judía. Con el tiempo, los judíos se familiarizaron con
el pensamiento griego, y algunos hasta se hicieron filósofos.
19 Filón de
Alejandría, del siglo primero de la era común, fue uno de estos
filósofos. Como reverenciaba a Platón, intentó explicar el
judaísmo desde el punto de vista de la filosofía griega, y de ese
modo preparó el camino para pensadores judíos posteriores. El
Talmud —comentarios escritos y leyes orales recopiladas por los
rabinos— también recibió la influencia del pensamiento griego.
“Los rabinos del Talmud —dice la Encyclopaedia Judaica—
creían que la existencia del alma se prolongaba más allá de la
muerte.” La literatura mística posterior, como la Cábala, llega
al extremo de enseñar la reencarnación. De modo que la idea de la
inmortalidad del alma penetró en el judaísmo por la influencia de
la filosofía griega. ¿Qué puede decirse sobre la introducción de
esa enseñanza en la cristiandad?
20 El
cristianismo auténtico comenzó con Jesucristo. Miguel de Unamuno,
citado antes, escribió respecto a Jesús: “Creía acaso en la
resurrección de la carne, a la manera judaica, no en la
inmortalidad del alma, a la manera platónica [griega]”.
Unamuno concluyó: “La inmortalidad del alma [...] es un dogma
filosófico pagano”. Por tanto, podemos ver por qué el apóstol
Pablo previno con fuerza a los cristianos del siglo primero contra
“la filosofía y el vano engaño según la tradición de los
hombres, según las cosas elementales del mundo y no según
Cristo” (Colosenses 2:8).
21 ¿Cuándo y
cómo se infiltró este “dogma filosófico pagano” en la
cristiandad? The New Encyclopœdia Britannica explica: “Desde
mediados del siglo II d.C., los cristianos que habían
recibido cierta educación en la filosofía griega empezaron a sentir
la necesidad de expresar su fe en los términos de esta, tanto para
su propia satisfacción intelectual como para convertir a los paganos
cultos. La filosofía que más les convino fue el platonismo”. Dos
de los primeros de tales filósofos que tuvieron una gran incidencia
en las doctrinas de la cristiandad fueron Orígenes de Alejandría y
Agustín de Hipona. Ambos fueron muy influidos por las ideas de
Platón y desempeñaron un papel decisivo en la fusión de aquellas
ideas con las enseñanzas cristianas.
22 Aunque la
idea de la inmortalidad del alma en el judaísmo y la cristiandad se
debe a la influencia platónica, el islam contuvo ese concepto desde
su mismo principio. El Corán, el libro sagrado del islam, enseña
que el hombre tiene un alma que sigue viviendo tras la muerte. Dice
que el destino final del alma es la vida en un jardín paradisíaco
celestial, o el castigo en un infierno ardiente. Esto no significa
que los eruditos árabes no intentaran conciliar las enseñanzas
islámicas con la filosofía griega. De hecho, la obra de Aristóteles
tuvo cierta influencia en el mundo árabe; no obstante, los
musulmanes siguen creyendo en la inmortalidad del alma.
23 Está
claro, pues, que las religiones del mundo han desarrollado un
desconcertante conjunto de creencias sobre el más allá, basadas en
la enseñanza de que el alma es inmortal. Y estas creencias han
afectado, es más, han dominado y esclavizado a miles de millones de
personas. Por ello, nos sentimos obligados a preguntar: ¿Es posible
averiguar la verdad de lo que nos sucede cuando morimos? ¿Hay vida
después de la muerte? ¿Qué dice la Biblia al respecto?
¿Qué
dice la Biblia sobre la vida después de la muerte?
“Polvo eres y a polvo
volverás.” (GÉNESIS 3:19.)
“LA TEORÍA del
sufrimiento eterno no es compatible con la creencia de que Dios
ama las cosas creadas. [...] Creer que se castiga eternamente al
alma por los errores de unos cuantos años, sin darle la oportunidad
de enmendarse, va contra los dictados de la razón”, observó el
filósofo hindú Nikhilananda.
2 Al igual que
Nikhilananda, hoy en día muchas personas se sienten incómodas con
la enseñanza del tormento eterno. Del mismo modo, a otros les cuesta
entender conceptos tales como el acceso al nirvana y la unidad con la
naturaleza. Aun entre los que afirman basar sus creencias en la
Biblia, existen ideas distintas sobre qué es el alma y qué le
sucede cuando morimos. Pero ¿qué enseña la Biblia realmente sobre
el alma? Para averiguarlo, tenemos que examinar los significados de
las palabras hebrea y griega que se traducen por “alma” en la
Biblia.
El
alma según la Biblia
3 La palabra
hebrea traducida por “alma” es né·fesch, y aparece
754 veces en las Escrituras Hebreas. ¿Qué significa né·fesch?
Según The Dictionary of Bible and Religion, “normalmente se
refiere al ser vivo entero, al individuo completo”. Eso es lo que
se deduce de la descripción del alma que hace la Biblia en Génesis
2:7: “Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo
y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser
alma viviente”. Observemos que el primer hombre “vino a ser” un
alma. Es decir, Adán no tenía un alma, sino que era
un alma, tal como el hombre que llega a ser médico es
médico. Por lo tanto, el vocablo alma designa aquí a la
persona completa.
4 La palabra
traducida por “alma” (psy·kjé) aparece más de cien
veces en las Escrituras Griegas Cristianas. Al igual que
né·fesch, este término a menudo se refiere a la persona
completa. Por ejemplo, fijémonos en las siguientes expresiones: “Mi
alma está perturbada” (Juan 12:27), “empezó a sobrevenirle
temor a toda alma” (Hechos 2:43), “toda alma esté en sujeción a
las autoridades superiores” (Romanos 13:1), “hablen
confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses
5:14) y “unas pocas personas, es decir, ocho almas, fueron llevadas
a salvo a través del agua” (1 Pedro 3:20). Está claro que
psy·kjé, del mismo modo que né·fesch, designa a la
persona completa. Según el escriturario Nigel Turner, esta palabra
“denota lo que es característicamente humano, el yo personal, el
cuerpo material en el que se ha infundido el rûaḥ
[espíritu] de Dios. [...] El énfasis se pone en todo el ser”.
5 Es de
interés que en la Biblia el término alma no solo se
aplica a los seres humanos, sino también a los animales. Por
ejemplo, al describir la creación de las criaturas marinas, Génesis
1:20 dice que Dios mandó: “Enjambren las aguas un enjambre de
almas vivientes”. Y en el siguiente día de la creación, Dios
dijo: “Produzca la tierra almas vivientes según sus géneros,
animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra
según su género” (Génesis 1:24; compárese con Números 31:28).
6 Por
consiguiente, en la Biblia la palabra alma hace referencia a
una persona o un animal, o a la vida que estos poseen (véase el
recuadro). La definición bíblica de alma es sencilla y
coherente, y está libre de las complicadas filosofías y
supersticiones humanas. Siendo ese el caso, la pregunta apremiante
que debe plantearse es: Según la Biblia, ¿qué le sucede al alma en
el momento de la muerte?
Los
muertos están inconscientes
7 La condición
de los muertos se expone claramente en Eclesiastés 9:5, 10,
donde leemos: “Los muertos nada saben [...;] no hay obra,
ni actividad mental, ni ciencia, ni sabiduría en el
sepulcro” (La Biblia, Ediciones Sigal). Por consiguiente, la
muerte es un estado de inexistencia. El salmista escribió que cuando
la persona muere “vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen
sus pensamientos” (Salmo 146:4). Los muertos están inconscientes,
inactivos.
8 Al
pronunciar sentencia contra Adán, Dios dijo: “Polvo eres y a polvo
volverás” (Génesis 3:19). Antes de que Dios lo formara del polvo
del suelo y le diera vida, Adán no existía. Cuando murió,
retornó a ese estado. Su castigo fue la muerte, no la
transferencia a otro mundo. ¿Qué le ocurrió, entonces, a su alma?
Como en la Biblia la palabra alma con frecuencia se refiere
sencillamente a la persona, cuando decimos que Adán murió, estamos
diciendo que el alma llamada Adán murió. Esto podría parecer
extraño al que cree en la inmortalidad del alma. No obstante,
la Biblia afirma: “El alma que peca... ella misma morirá”
(Ezequiel 18:4). Levítico 21:1 habla de “un alma difunta” (“el
cadáver”, Biblia de Jerusalén). Y a los nazareos se les
dijo que no se acercaran a “ninguna alma muerta” (“cuerpo
muerto”, Versión Moderna) (Números 6:6).
9 Pero ¿qué
puede decirse del relato de Génesis 35:18 sobre el trágico
fallecimiento de Raquel mientras daba a luz a su segundo hijo? El
texto dice: “Al ir saliendo el alma de ella (porque murió), lo
llamó por nombre Ben-oní; pero su padre lo llamó Benjamín”.
¿Implica este pasaje que Raquel tenía un ser interior que a su
muerte la abandonó? Ni mucho menos. Recordemos que el término
alma también puede referirse a la vida que posee la persona.
Así, en este caso, el “alma” de Raquel sencillamente denota su
vida. Por eso, otras versiones de la Biblia, en vez de utilizar la
expresión “ir saliendo el alma de ella”, optan por soluciones
como “la abandonaba la vida” (Mariano Galván Rivera),
“exhaló su último suspiro” (Nueva Reina-Valera) y “con
su último aliento” (Levoratti-Trusso). No hay ningún
indicio de que una parte misteriosa de Raquel sobreviviera después
de su muerte.
10 Un caso
parecido es el de la resurrección del hijo de una viuda, que recoge
el capítulo 17 de 1 Reyes. En el versículo 22 leemos
que cuando Elías oró por el pequeño “Jehová escuchó la voz de
Elías, de modo que el alma del niño volvió dentro de él, y llegó
a vivir”. También en este pasaje la palabra alma significa
“vida”. Por esa razón, la versión Nueva Reina-Valera
dice: “La vida del niño volvió a él, y revivió”. En efecto,
fue la vida, no una entidad inmaterial, lo que regresó al
muchacho. Esto concuerda con lo que Elías le dijo a la madre: “Mira,
tu hijo [la persona completa] está vivo” (1 Reyes
17:23).
¿Qué
es el espíritu?
11 La Biblia
dice que cuando alguien muere, “sale su espíritu, él vuelve a su
suelo” (Salmo 146:4). ¿Significa esto que un espíritu incorpóreo
literalmente parte y sigue viviendo después de la muerte? Lo que
dice el salmista a continuación elimina tal posibilidad: “En ese
día de veras perecen sus pensamientos” (“se desvanecen todas sus
ideas”, Salmo 145:4, Salterio español [146:4, NM]).
Por consiguiente, ¿qué es el espíritu, y en qué sentido “sale”
de la persona en el momento de la muerte?
12 El
significado primario de las palabras traducidas en la Biblia por
“espíritu” (hebreo, rú·aj; griego, pnéu·ma) es
“aliento”. De ahí que, en vez de “sale su espíritu”, la
versión Reina-Valera (revisión de 1960) utilice la
expresión “sale su aliento” (Salmo 146:4). Pero el vocablo
espíritu implica mucho más que el aliento o la respiración.
Por ejemplo, Génesis 7:22 dice respecto a la destrucción de la vida
humana y animal en el diluvio universal: “Todo lo que tenía activo
en sus narices el aliento de la fuerza [o espíritu; hebreo rú·aj]
de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco, murió”. De
manera que espíritu puede referirse a la fuerza de vida que
está activa en todas las criaturas vivas, tanto humanas como
animales, y que se sostiene mediante la respiración.
13 Entonces,
¿por qué dice Eclesiastés 12:7 que cuando la persona muere “el
espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio”? ¿Significa
esto que el espíritu literalmente viaja por el espacio hasta la
presencia de Dios? No, tal idea no está implícita. Puesto que
el espíritu es la fuerza de vida, “vuelve al Dios verdadero” en
el sentido de que toda esperanza de vida futura de la persona depende
por completo de Dios. Solo él puede devolver el espíritu, o fuerza
de vida, a una persona, y así hacer que viva de nuevo (Salmo
104:30). Pero ¿se propone Dios hacer tal cosa?
“Se
levantará”
14 En el
pueblo de Betania, situado a unos tres kilómetros al este de
Jerusalén, María y Marta lloraban la muerte prematura de su hermano
Lázaro. Jesús compartía su sentimiento, pues tenía afecto a
Lázaro y a sus hermanas. ¿Cómo podía Jesús consolar a estas
mujeres? No contándoles ninguna historia enrevesada, sino
diciéndoles la verdad. Dijo sencillamente: “Tu hermano se
levantará”. Luego fue a la tumba y resucitó a Lázaro,
devolviendo la vida a un hombre que había estado muerto cuatro días
(Juan 11:18-23, 38-44).
15 ¿Se
sorprendió Marta porque Jesús le dijera que Lázaro se
‘levantaría’? Parece que no, pues respondió: “Yo sé que se
levantará en la resurrección en el último día”. Ya tenía fe en
la promesa de la resurrección. Jesús entonces le dijo: “Yo soy la
resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera,
llegará a vivir” (Juan 11:23-25). El milagro de la resurrección
de Lázaro sirvió para fortalecer su fe y dio fe a otras personas
(Juan 11:45). Pero ¿qué significa exactamente el término
resurrección?
16 La palabra
resurrección traduce el vocablo griego a·ná·sta·sis,
que significa literalmente “acción de ponerse de pie (levantarse)
de nuevo”. Los traductores hebreos del griego han traducido
a·ná·sta·sis por una expresión que significa “reanimación
de los muertos” (hebreo, teji·yáth ham·me·thím).
Así pues, la resurrección implica levantar de su estado inanimado a
la persona que ha muerto, devolviéndole y reactivando su
personalidad.
17 Puesto que
su sabiduría es infinita y su memoria perfecta, Jehová Dios puede
resucitar fácilmente al individuo. Para él no es difícil
recordar la personalidad que tenía antes de morir: su modo de ser,
sus vivencias y todos los demás detalles de su identidad (Job 12:13;
compárese con Isaías 40:26). Además, como muestra la experiencia
de Lázaro, Jesucristo tiene tanto el deseo de resucitar a los
muertos como el poder para hacerlo (compárese con Lucas 7:11-17;
8:40-56). De hecho, Jesucristo dijo: “Viene la hora en que todos
los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz [la
de Jesús] y saldrán” (Juan 5:28, 29). En efecto, Jesucristo
prometió que todos los que están en la memoria de Jehová
resucitarán. La Biblia indica claramente que el alma muere y que el
remedio para la muerte es la resurrección. Pero miles de millones de
personas han vivido y han muerto. ¿Quiénes, de todas ellas, están
en la memoria divina, aguardando la resurrección?
18 Los que han
llevado una vida recta por ser siervos de Jehová resucitarán. Pero
ha habido millones de seres humanos que han muerto sin haber
demostrado si obedecerían o no las normas justas de Dios, ya
que no conocían sus requisitos o no tuvieron suficiente
tiempo para efectuar los cambios necesarios. Estos también están en
la memoria de Dios y serán resucitados, pues la Biblia promete: “Va
a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos
24:15).
19 El apóstol
Juan tuvo una visión emocionante de personas resucitadas que estaban
de pie delante del trono de Dios. Parte de su descripción escrita
dice: “El mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y
el Hades entregaron los muertos que había en ellos, y fueron
juzgados individualmente según sus hechos. Y la muerte y el Hades
fueron arrojados al lago de fuego. Esto significa la muerte segunda:
el lago de fuego” (Revelación 20:12-14). ¿Nos damos cuenta
de lo que esto significa? Todos los muertos que están en la memoria
de Dios serán liberados del Hades, o Seol, la sepultura común de la
humanidad (Salmo 16:10; Hechos 2:31). A continuación, “la muerte y
el Hades” serán arrojados al llamado “lago de fuego”, un
símbolo de destrucción total. La sepultura común de la humanidad
dejará de existir.
Una
esperanza extraordinaria
20 Cuando
vuelvan a la vida millones de personas en la resurrección, no lo
harán para vivir en una Tierra vacía (Isaías 45:18). Despertarán
en un entorno embellecido, y descubrirán que se les ha preparado
vivienda, ropa y alimento en abundancia (Salmo 67:6; 72:16; Isaías
65:21, 22). ¿Quiénes realizarán todos estos preparativos?
Obviamente, tendrá que haber gente en el nuevo mundo antes de que
comience la resurrección terrestre. Pero ¿quiénes?
21 El
cumplimiento de la profecía bíblica muestra que vivimos en “los
últimos días” de este sistema de cosas (2 Timoteo 3:1).
Dentro de poco, Jehová Dios va a intervenir en los asuntos humanos
para eliminar la maldad de la Tierra (Salmo 37:10, 11; Proverbios
2:21, 22). ¿Qué les ocurrirá entonces a los que estén sirviendo
fielmente a Dios?
22 Al
aniquilar a los malvados, Jehová no destruirá también a los
justos (Salmo 145:20). Nunca lo ha hecho en el pasado, ni lo
hará cuando limpie la Tierra de toda maldad (compárese con Génesis
18:22, 23, 26). En realidad, el último libro de la Biblia habla de
“una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas
las naciones y tribus y pueblos y lenguas”, que sale de “la gran
tribulación” (Revelación 7:9-14). En efecto, una gran multitud
sobrevivirá a la gran tribulación que pondrá fin al actual mundo
perverso, y entrará en el nuevo mundo de Dios. Allí la humanidad
obediente se beneficiará a plenitud de la maravillosa provisión
divina para liberarla del pecado y la muerte (Revelación 22:1, 2).
Por lo tanto, la “gran muchedumbre” nunca tendrá que
experimentar la muerte. ¡Qué esperanza tan extraordinaria!
Vida
sin muerte
23 ¿Podemos
confiar en esta asombrosa expectativa? ¡Claro que sí! El propio
Jesucristo indicó que llegará el día en que la gente vivirá sin
tener que morir. Justo antes de resucitar a su amigo Lázaro, Jesús
dijo a Marta: “Todo el que vive y ejerce fe en mí no morirá
jamás” (Juan 11:26).
24 ¿Desea
usted vivir para siempre en el Paraíso terrestre? ¿Anhela volver a
ver a sus seres queridos? “El mundo va pasando, y también su
deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”,
dice el apóstol Juan (1 Juan 2:17). Ahora es el momento de
informarse sobre cuál es la voluntad de Dios, y resolverse a vivir
en armonía con ella. Entonces usted, junto con los demás millones
de personas que ya están haciendo la voluntad de Dios, podrá vivir
para siempre en el Paraíso en la Tierra.
Por ahora, la mayorìa està acà
“Alma”
o vida de la criatura
La
palabra alma
a veces se refiere a la vida del ser humano o del animal, lo cual
no altera su definición bíblica de “persona” o “animal”.
A modo de ilustración: tal como decimos que el hombre es
un ser vivo, también podemos decir que tiene
vida. De igual modo, el hombre es
un alma, pero, mientras está vivo, puede decirse que tiene
alma.
Por
ejemplo, Dios le dijo a Moisés: “Han muerto todos los hombres que
buscaban tu alma”. Está claro que los enemigos de Moisés estaban
tratando de quitarle la vida (Éxodo 4:19; compárese con Josué
9:24; Proverbios 12:10). Jesús usó la palabra de manera similar
cuando dijo: “El Hijo del hombre [...] vino para [...]
dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mateo 20:28;
compárese con 10:28). En ambos casos la palabra alma
significa “vida de una criatura”.
Por ahora, la mayorìa està acà
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