lunes, 25 de septiembre de 2017

Cambio y confusiòn en la cristiandad


La Iglesia: cambios y confusión

“Muchos fieles se sienten turbados por los cambios que les imponen.” (L’Histoire, julio/agosto de 1987.)
“Con que solo se rompa un eslabón, [...] el edificio pierde toda inteligibilidad. [...] Reemplace la comunión en los labios por la comunión en la mano, y habrá ‘acabado con la fe de muchos franceses’.” (Voyage à l’intérieur de l’Église Catholique.)
“Con la modernización de la liturgia y la adopción de la lengua vernácula, parece que la Iglesia perdió a la gran mayoría de los [católicos] practicantes apegados a ciertas tradiciones que se consideraban inmutables. [...] De pronto, el sentimiento de obligación desapareció y la fe vacilante [...] se vino abajo.” (Nord Eclair, 24-25 de abril de 1983.)

                                    Antes llenas



LAS citas precedentes dejan traslucir con claridad la confusión que existe en muchas mentes católicas. Hay una pregunta que sigue planteándose: “Nuestros padres y abuelos escuchaban la misa en latín y rezaban de cierta manera. ¿Cómo es posible que todo eso haya quedado anticuado de la noche a la mañana?”.
La nueva postura que ha adoptado la Iglesia con respecto a otras religiones también ha suscitado problemas. El diario francés Le Monde explica: “Muchos creyentes [...] se sienten engañados. Les habían repetido muchas veces que su religión era la única verdadera, o por lo menos la mejor”. 
Es cierto que un gran número de católicos apoyan el diálogo con sus “hermanos separados”, sean ortodoxos o protestantes. 

Pero muchos creyentes a los que antes se había enseñado que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ no comprenden este cambio de opinión. 
El cisma entre el Vaticano y los tradicionalistas, cuyo líder espiritual, el ex arzobispo Marcel Lefebvre, fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988, se debe en gran parte a este nuevo criterio de la Iglesia.

Rechazan la autoridad de la Iglesia

Los católicos a menudo expresan su desconcierto poniendo en tela de juicio la autoridad de la Iglesia. 
Aunque al papa Juan Pablo II se le aprecia por su postura a favor de que exista justicia en el mundo, muchos católicos rehúsan acatar los preceptos morales que defiende en sus discursos públicos. 

De hecho, una gran proporción de parejas católicas utilizan métodos anticonceptivos condenados por la Iglesia. Otras optan por el aborto.

Se ha cuestionado la autoridad de la Iglesia a todos los niveles. 
El hecho de que el Papa y otras altas jerarquías hayan adoptado cierta postura en particular con respecto a un tema no ha impedido que los laicos, los sacerdotes y hasta los obispos los contradigan. 

El libro La Réception de Vatican II explica: “Desde este punto de vista, la situación creada por el concilio se extiende a la vida de la Iglesia. 
La Iglesia Católica Romana es actualmente el escenario de acaloradas y constantes discusiones. 
Las recomendaciones del Papa son objeto de debate y, con frecuencia, hasta criticadas. 
Cada vez son más los católicos romanos que dicen no poder hacer suyas —en parte o totalmente— ciertas declaraciones pontificales”.

Algunos católicos han aceptado los cambios por lealtad a la Iglesia y continúan practicando sus ritos. 
A otros les molesta la situación y se contentan con vivir como miembros marginales de la Iglesia. 
Según encuestas recientes, existe también un tercer grupo de católicos nominales, bastante nutrido, que ya han dejado de apoyar a la Iglesia.





Pero la confusión religiosa no se limita a la Iglesia Católica de Francia. En los Países Bajos e Inglaterra, los católicos y los protestantes también están atravesando una crisis.


  ¿IMPROBABLE? 
No según el periódico londinense The Sunday Times. “La Iglesia de Inglaterra [o Iglesia Anglicana] está partida en dos —decía—.
 Una Iglesia dividida se encamina a una guerra civil.” 

¿Qué ha llevado a la Iglesia oficial de Inglaterra a una condición tan lamentable?.
 La reforma relacionada con la ordenación de las mujeres.






  En una decisión histórica adoptada el pasado mes de noviembre, el sínodo de la Iglesia de Inglaterra aprobó la ordenación de las mujeres por una mayoría de dos tercios. 
Se dice que unos tres mil quinientos clérigos —una tercera parte de todos los clérigos anglicanos— se oponen a dicha reforma, y algunos ya han abandonado la Iglesia totalmente desconcertados. 

Otros, bajo la dirección del ex obispo de Londres, desean conservar su identidad anglicana “en comunión con la Sede de Pedro” en Roma.
  El paladín de la campaña a favor del cambio fue el propio arzobispo de Canterbury. “La ordenación sacerdotal de las mujeres —dijo— no altera ni una sola palabra de los credos, las Escrituras o la fe de nuestra Iglesia.” 
Y añadió que, “en realidad, puede fomentar la credibilidad de la Iglesia ante el resto del mundo. 
[La Iglesia] verdaderamente está practicando lo que predica cuando habla de igualdad”.

  Sin embargo, no todos comparten su opinión. 
Cuando se hizo público el veredicto, un laico tachó la decisión del sínodo de “apostasía” y abandonó inmediatamente la Iglesia para hacerse católico romano. 
“La decisión de ordenar mujeres ha sido como una sacudida. 
Se ha producido un estado de confusión espiritual. 
La mayoría no sabe qué hacer”, 
se lamentó cierto clérigo londinense. 

Entretanto, el Vaticano da una cautelosa acogida a los disidentes y ve esta decisión como “un nuevo y grave obstáculo a todo el proceso de reconciliación”.
  Se calcula que hay 1.400 mujeres a la espera de ser ordenadas, pero el Parlamento británico todavía tiene que aprobar la reforma, que, una vez ratificada, debe recibir la sanción oficial de la reina. 

Todo este proceso podría prolongarse hasta dos años. Será interesante ver en qué condición se encontrará la Iglesia de Inglaterra para entonces.



El Vaticano II: ¿benefició o perjudicó?

SUCEDIÓ en 1962 en el Vaticano. Ante un obispo intrigado, el Papa abrió una ventana de su palacio. 
Con ese gesto el papa Juan XXIII ilustró lo que esperaba del Concilio Vaticano II (1962-1965): introducir aire fresco en la Iglesia Católica, efectuar un aggiornamento, una puesta al día.

¿Qué cambios introdujo en la Iglesia ese concilio?.
 Esta pregunta sigue siendo pertinente, pues el Vaticano II y sus consecuencias continúan provocando mucho debate.

‘Verdad en otras religiones’

Era muy obvio que el papa Juan XXIII quería cambios. 
Los teólogos cuyas ideas vanguardistas habían sido condenadas unos años antes fueron invitados al Concilio Vaticano II en calidad de expertos. 
Se invitó también como observadores a dignatarios ortodoxos y protestantes.

Esta nueva postura produjo un cambio radical en cuestiones de libertad religiosa y de conciencia. 
Durante siglos, la Iglesia había condenado firmemente estas ideas; Gregorio XVI, un Papa del siglo XIX, hasta las calificó de “delirio”. 
Sin embargo, en 1964, el concilio adoptó por gran mayoría un decreto en el que se reconocía el derecho de todo hombre a escoger su propia religión.

Aquello no fue un simple reconocimiento de libertad. 
La revista Notre Histoire explicó: “A partir de ese momento se reconoció que podía encontrarse algo de verdad en otras religiones”.

Después del Vaticano II la Iglesia ha seguido manifestando esa actitud más liberal con respecto a otras religiones. 
Como prueba de ello, el papa Juan Pablo II hizo visitas al rey Hassan II de Marruecos, guía espiritual musulmán. 
También visitó una iglesia protestante y una sinagoga de Roma.

 Muchos católicos recuerdan la reunión que se celebró en 1986 en Asís (Italia), en la que el papa Juan Pablo II invitó a los líderes de las grandes religiones del mundo a orar con él en pro de la paz.


¿Perjudicaron los cambios del Vaticano II?

Algunas personas opinaron que el refrescante “soplo de aire” que esperaba el papa Juan XXIII pareció más bien una fría ráfaga de viento. 
Para apoyar su opinión, se remitieron a un famoso discurso del papa Pablo VI, sucesor de Juan XXIII, en el que dijo que en la Iglesia se había infiltrado “el humo de Satanás”. 

El libro La Réception de Vatican II explicó que con estas palabras parece que Pablo VI “vinculaba el impulso creado por el concilio a un proceso contrario a los intereses de la Iglesia”.

Muchos católicos practicantes comparten este criterio. 
Una encuesta reciente reveló que casi la mitad de los católicos franceses piensan que “la Iglesia, a fuerza de reformas, ha ido demasiado lejos”. 
Los que critican el Vaticano II acusan a la Iglesia de no seguir fiel a su tradición y de haberse contaminado con la modernidad. 

Dicen que la Iglesia ha apoyado cambios que han sacudido la sociedad occidental y que han provocado la crisis de la Iglesia.

¿Beneficiaron los cambios del Vaticano II?

Otras personas creen que el concilio no debería ponerse en tela de juicio. 
Dicen que antes del Vaticano II ya se veían claramente las primeras señales de debilidad en la Iglesia. 
El diario francés La Croix comentó: “La escasez de vocaciones religiosas y sacerdotales en los países occidentales está relacionada con la crisis general de la sociedad y sus repercusiones en las comunidades cristianas: muchos cristianos se han dejado impregnar de las ideologías y mentalidades contemporáneas”.

También hay quien piensa que los cambios recomendados por el Vaticano II eran esenciales. 
Otro periodista del rotativo La Croix expresó: “Uno debería [...] preguntarse qué sería hoy de la Iglesia si hubiese seguido mirando hacia dentro”. 
Finalmente, diversos comentaristas católicos explican que la Iglesia es una organización compuesta de humanos imperfectos, que ha superado crisis en el pasado y que esta también la superará. 

Gilles, citado en el artículo anterior, hizo la siguiente observación: “Cuando sacábamos a colación los problemas de la Iglesia, se nos decía que se encontraba en plena crisis juvenil, pero que esta pasaría sin dejar rastro”.

Prescindiendo de si los cambios recomendados por el Vaticano II beneficiaron o perjudicaron, dicho concilio ha hecho mucha mella en los católicos.







¿Cambiará las cosas un nuevo catecismo?

“EL CATECISMO del 2000”, “El catálogo de los nuevos pecados”, “Nueva imagen para la Iglesia”: estos son algunos de los titulares que han aparecido recientemente en la prensa italiana con referencia al nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, que por el momento se ha publicado en alemán, español, francés e italiano.

En Italia se vendieron 110.000 ejemplares de dicho catecismo en menos de tres semanas. 
Por supuesto, en un país católico de casi 58 millones de habitantes, esa cifra tiene poco de sensacional. 
Un escritor italiano dijo que cualquiera que lo compre “buscando únicamente un catálogo de nuevos pecados” sufrirá una “decepción”.

El 7 de diciembre de 1992 el papa Juan Pablo II presentó oficialmente el libro de 450 páginas (la versión en español tiene unas setecientas), al que denominó un “compendio de la fe y la moral católicas”. 
Tomó más de seis años de redactar y volver a redactar, así como de recibir muchas críticas de la comunidad católica, producir este volumen. 

Naturalmente, perpetúa la enseñanza de la cristiandad de que “el misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe”. 

También dice que “cada alma espiritual es directamente creada por Dios [...], y que es inmortal”. (Compárese con 1 Corintios 15:28; Mateo 24:36; véase también Ezequiel 18:4, 20.). 

Pero ¿por qué se consideró necesario confeccionar un nuevo catecismo?

Un erudito católico escribió: “Muchos catecismos editados por centros diocesanos para la catequesis están llenos de afirmaciones temerarias, errores dogmáticos y extravagancias”. 
Y, sin embargo, han sido utilizados durante años para adoctrinar a los fieles católicos. 

La publicación católica La Civiltà Cattolica comentó que el nuevo catecismo sería “una ayuda importante para garantizar la unidad de la fe”, que en las últimas décadas ha sido zarandeada. 

El propio Papa señaló: “No es fácil prever los cambios que producirá este catecismo. Pero [...] puede llegar a ser un instrumento valioso y eficaz para adquirir un conocimiento más profundo y lograr una auténtica renovación espiritual y moral”.

¿Será así? 
¿Acabará este catecismo con la desunión de los católicos? 
Estas divisiones se manifiestan sobre todo en la reacción de los católicos de todo el mundo ante cuestiones como el aborto, la anticoncepción, la teología de la liberación y la participación en las llamadas guerras justas (incluso aquellas en las que católicos matan a católicos). 
En esferas más altas, existe desde hace tiempo antipatía y divisiones entre el ahora poderoso Opus Dei —institución respaldada por el Papa y muchos miembros influyentes de la jerarquía católica— y los jesuitas, que ya no gozan de las simpatías papales.

¿Cambiará este catecismo el corazón y la conducta de los miles de políticos y hombres de negocios italianos que han estado implicados recientemente en casos de corrupción y otros escándalos?. 
¿Cuánto afectará en realidad este documento la conducta de la elite dirigente de Italia?. 
Si no es capaz de cambiar la ética de la clase dirigente, 
¿debería esperarse que influyera en el católico de término medio?.

 Además, siendo que el libro es bastante voluminoso —y la lectura no es la actividad que más atrae a la mayoría—, ¿puede esperarse un impacto duradero en la conducta de la gente?.

Crisis religiosa en los Países Bajos


“POR favor, que el último padre apague las luces.” Este es un dicho irónico que está circulando por los monasterios de los Países Bajos.

 Prevé un tiempo en el que el último monje o sacerdote saldrá del último monasterio abierto del país y lo dejará vacío. 





Y se le dice que procure no dejarse las luces encendidas cuando abandone el edificio. 
¿Podría llegar a suceder algo así?. 
¿Corren el clero y sus feligreses el riesgo de desaparecer de los Países Bajos?

Abandonan el sacerdocio

En lo que a la Iglesia Católica se refiere, todos los años mengua el número de sacerdotes. 
Entre 1968 y 1978, el número de sacerdotes seglares disminuyó en un 27,2%, y dicha tendencia continúa desde entonces. ¿Por qué? Una de las razones aportadas es el celibato obligatorio. En 1970 el Concilio Pastoral Nacional decidió que ‘la obligación de guardar el celibato como requisito para llevar a cabo las tareas de ministro [religioso] debería abolirse’. Los obispos holandeses pensaban que los fieles incluso saldrían beneficiados si pudieran ser atendidos por sacerdotes casados. Sin embargo, el papa Pablo VI rechazó contundentemente la idea. Por lo visto esta fue una razón por la que a principios de 1980 más de dos mil sacerdotes abandonaron el sacerdocio y el número de las nuevas vocaciones disminuyó.
Hablando sobre la mengua del número de sacerdotes que se observa en los Países Bajos, el difunto cardenal Alfrink recordó la ocasión en que un nuncio del Papa, mientras contemplaba un seminario que había frente a la casa del cardenal, se preguntaba en voz alta por qué cerrarían los obispos unos edificios tan hermosos. El cardenal respondió: “Es obvio que usted no lo entiende. Los obispos no han cerrado ningún seminario; lo único que han hecho es cerrar las puertas después que los estudiantes se marcharon”.



En los Países Bajos no solo dejan la Iglesia los sacerdotes, sino también sus feligreses. Y el fenómeno no es nuevo. Un censo elaborado en 1879 indicaba que menos del 1% de la población no pertenecía a ninguna Iglesia. Para 1920, casi el 8% de la población decía no ser de religión alguna. En 1930 ese porcentaje ascendió a un 14,4%. Para 1982 se había convertido en un alarmante 42%, y una encuesta reciente indicó que más del 51% de los holandeses no pertenecen a ninguna Iglesia.




Un “período glaciar” para la Iglesia

Más palpable aún que la merma en el número de miembros de la Iglesia ha sido el hecho de que los que pertenecen a una Iglesia cada vez asisten menos a los servicios religiosos. En 1988 el periódico De Telegraaf publicó el siguiente comentario bajo el titular “Empieza un período glaciar para la Iglesia”: “Ya nadie se alarma cuando se derriba una iglesia. La asistencia a los servicios religiosos está disminuyendo de modo alarmante. Y esto ocurre no solo en el seno de la Iglesia Católica, sino también en el de la Reformada y la Calvinista. Si esta secularización continúa, en unas pocas generaciones ya nadie irá a la iglesia”.
El periódico pasó a informar que donde más mengua se observa es en el catolicismo romano. Mencionó que en 1965 aproximadamente el 60% de todos los católicos holandeses iba todavía a misa. En 1975 dicho porcentaje había quedado reducido a un 28%. En años recientes ha disminuido a menos de un 16%.



El descenso en la asistencia a los servicios religiosos ha repercutido en los propios edificios eclesiales, pues tienen que ser cerrados cuando las menguantes congregaciones ya no pueden hacer frente a los elevados gastos de mantenimiento y utilización. Por eso, muchos edificios religiosos han sido derribados o vendidos para otros usos. A pocos hoy día les sorprende entrar en una iglesia y descubrir que se está utilizando como museo, tienda de bicicletas, centro deportivo, sala de conciertos, floristería, restaurante o edificio de apartamentos.
No es extraño, entonces, que las autoridades religiosas vean el futuro con pesimismo. Después de la visita que el papa Juan Pablo II hizo a los Países Bajos, un obispo dijo: “El Papa visitó a un cadáver, o por lo menos a un paciente terminal que piensa que aún está vivo”.

Por qué abandonan la Iglesia

La disminución en el número de miembros de la Iglesia se ha visto acelerada por nuevos factores. Entre estos está la falta de respeto a la autoridad. La gente ya no quiere aceptar las cosas solo porque se lo diga alguien que tiene autoridad. A ello hay que añadir la importancia que se atribuye a la libertad individual. Hoy la gente quiere decidir por sí misma lo que va a creer y cómo va a actuar.
Se dice que otros dos factores que contribuyen a esta situación son la influencia de los medios informativos y la tendencia moderna a desconfiar de las instituciones. También existe la opinión de que las instituciones restan libertad e individualidad. Además, aun cuando la gente todavía tiene inclinaciones religiosas, las circunstancias pueden inducirla a abandonar su Iglesia. Por ejemplo, los feligreses con mentalidad tradicionalista se sienten incómodos en una Iglesia cuyo ministro o sacerdote tenga ideas progresistas. Por otra parte, los que tienen una forma de pensar más moderna se ven fuera de lugar en congregaciones conservadoras.
En lo que tiene que ver con los protestantes, la Iglesia Calvinista ha tenido por mucho tiempo la fama de apegarse a una moralidad anticuada. De ahí que muchos se sorprendieran cuando en 1979 el Sínodo Calvinista de los Países Bajos instó a las iglesias locales a que admitieran a los homosexuales en la eucaristía y el ministerio. 





En 1988 el Sínodo Ecuménico Calvinista internacional pidió a los calvinistas de los Países Bajos que reconsideraran su postura, pero estos respondieron que la decisión era irrevocable. En 1989 el sínodo de la Iglesia Reformada Holandesa también votó para oponerse a cualquier medida disciplinaria contra los homosexuales. Imagínese lo “anticuados” que debieron sentirse los protestantes cuando un ministro calvinista homosexual dijo en la iglesia que “la homosexualidad es un don de Dios; a Dios también le gusta el rosa”.

¿Va a desaparecer el cristianismo?

En vista de los factores mencionados y de otros muchos, ¿es extraño que en los Países Bajos, al igual que en otras muchas naciones, se haya producido un éxodo masivo de las Iglesias? Algunas personas serias hasta han llegado a la conclusión de que, por lo visto, el verdadero cristianismo no se puede encontrar en ninguna parte. ¿Terminará por desaparecer?
La Biblia predijo que en nuestros días menguaría el apoyo a la cristiandad y a otras religiones. (Revelación 16:12; 17:15.) Pero también previó que algunos abandonarían la religión falsa, no solo por sentirse descontentos o desilusionados, sino por una razón positiva. 

La Biblia insta en términos proféticos: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas”. (Revelación 18:4.) Con “ella” se hace referencia a la simbólica ramera religiosa, “Babilonia la Grande”, que abarca a todas las religiones del mundo, incluidas las de la cristiandad moderna. 
El “pueblo mío” lo componen aquellos que buscan sinceramente la verdad y que se salen de Babilonia la Grande porque quieren servir a Dios como Jesús enseñó. 
La cristiandad se ha desviado tanto del cristianismo verdadero, que las personas sinceras tienen que abandonarla si desean servir a Dios de manera aceptable.

No obstante, tanto en los Países Bajos como en el resto del mundo, el cristianismo verdadero está vivo y floreciente. 
Los testigos de Jehová, a pesar de sus imperfecciones, se apegan a las enseñanzas y prácticas de Cristo. 
Pero no se espera que usted acepte esta afirmación simplemente porque sí. 
¿Por qué no examina las creencias de los Testigos a la luz de la Biblia y lo comprueba por sí mismo? 
Descubra en la Palabra de Dios el cristianismo de los apóstoles de Jesús, en contraste con lo que las religiones de la cristiandad han enseñado y practicado durante siglos. 

Este proceder, como explicó el apóstol Pablo, le será provechoso para “la vida de ahora y [...] la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)

Actualmente muchas iglesias de Europa se utilizan para fines no religiosos. Un garaje en los Países Bajos.  Un hogar del pensionista, un taller, un centro para jóvenes y una iglesia abandonada en Penygraig (Gales, Reino Unido).


LAS IGLESIAS SE CONFIESAN


“El Papa somete a juicio a la Iglesia.” “La Iglesia elabora su ‘mea culpa’ por la Inquisición y el antisemitismo.” “Se entona el ‘mea culpa’ por el Holocausto.” “Los metodistas se disculpan con los indígenas del Lejano Oeste.”

¿HA LEÍDO titulares como estos? 
Por lo visto, con cada vez mayor frecuencia las iglesias aceptan la culpa y piden perdón por la forma en que han obrado durante el transcurso de los siglos. 
La prensa destaca continuamente nuevas mea culpas del Papa.

Cuando el Papa pide perdón

Entre 1980 y 1996, Juan Pablo II ‘reconoció las faltas históricas 
de la Iglesia o pidió perdón’ un mínimo de noventa y cuatro 
veces, informa Luigi Accattoli, comentarista sobre asuntos 
del Vaticano, en su libro Quando il papa chiede perdono 
(Cuando el Papa pide perdón). 

Accattoli dice que “en la Iglesia Católica, solo al Papa le compete entonar el mea culpa”. 
Y en efecto, lo ha hecho con relación a las páginas más polémicas de la historia católica: las Cruzadas, las guerras, el apoyo a las dictaduras, las divisiones en las iglesias, el antisemitismo, las inquisiciones, la Mafia y el racismo. 

En un memorando enviado en 1994 a los cardenales (para algunas personas el documento más importante del pontificado), Juan Pablo II propugnó “una confesión general y milenaria de los pecados”.

Varios prelados han seguido el ejemplo del Papa. En diciembre de 1994, el periódico italiano Il Giornale manifestó: “Muchos obispos estadounidenses aparecieron en la televisión y se disculparon públicamente”. 
¿Por qué? Por haber subestimado el problema de los sacerdotes pedófilos, en perjuicio de muchas víctimas jóvenes. 

En enero de 1995, el periódico La Repubblica informó sobre 
“un gesto sin precedentes en la historia del catolicismo contemporáneo”: se abordó la cuestión del silencio del papa 
Pío XII respecto al Holocausto. 

En el mismo mes, dicho periódico dio a conocer que el episcopado alemán había pedido perdón por las “muchas faltas” de los católicos romanos que apoyaron los crímenes de los nazis. 
Varias iglesias protestantes también se han sometido a la autocrítica. ¿Cuàndo van ellas todas a pedir perdòn?.

¿Por qué?

La Biblia nos anima a pedir perdón cuando cargamos con alguna culpa, y muchas personas felicitan a las iglesias por someterse a la autocrítica (Santiago 5:16). 
Pero ¿qué ha motivado a las iglesias a tomar esta acción? 
¿Qué efecto debe tener este asunto en nuestro concepto de ellas?

[Nota]
"Mea culpa"
Expresión latina que significa “por mi culpa”, y que los fieles repiten como parte de una oración católica (el confíteor, esto es, “me confieso”).


¿Por qué piden perdón?

LA IDEA de que las iglesias deban arrepentirse de sus errores y reformarse no es nueva. Religioni e miti (Las religiones y los mitos), un diccionario de religión, dice que la supuesta integridad de la iglesia primitiva cautivó a la gente durante la Edad Media y la llevó a pedir reformas.

En 1523, después de que Martín Lutero rompió con Roma, el papa Adriano VI intentó acabar con el cisma enviando el siguiente mensaje a la Dieta de Nuremberg: “Somos plenamente conscientes de que, durante muchos años, la Santa Sede se ha visto rodeada de abominaciones [...]. 
Nos empeñaremos con la mayor diligencia en reformar, sobre todo, la curia romana, en la cual posiblemente hayan tenido su origen todos estos males”. 
Sin embargo, tal reconocimiento no logró poner fin a la escisión ni contrarrestar la corrupción dentro de la curia romana.

En tiempos más recientes se ha criticado a las iglesias por su silencio ante el Holocausto. 
Asimismo, se las ha acusado de no actuar para disuadir a sus feligreses de participar en las guerras. 
En 1941, mientras se peleaba encarnizadamente la II Guerra Mundial, un sacerdote llamado Primo Mazzolari preguntó: 
“¿Por qué no ha reaccionado Roma de forma tan enérgica ante el deterioro del catolicismo como lo hacía, y aún lo hace, en el caso de doctrinas menos peligrosas?”. 
¿Menos peligrosas en comparación con qué? 
El sacerdote hacía alusión al nacionalismo belicista que en ese momento desgarraba a la civilización.

Sin embargo, la verdad es que hasta hace muy poco era la excepción, más bien que la regla, el que las iglesias reconocieran su culpa. 
En 1832, en respuesta a algunas voces que instaban a la Iglesia Católica a ‘regenerarse’, Gregorio XVI dijo: 
“Es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta restauración y regeneración para volverla a su incolumidad primitiva, dándol[e] nuevo vigor, como si pudiera [...] pensarse [...] que la Iglesia está sujeta a defecto”. 
¿Qué puede decirse de los defectos demasiado obvios como para negarlos? 
Se adoptaron diversas estrategias para encontrarles una explicación convincente. 
Por ejemplo, algunos teólogos han sostenido que la Iglesia es tanto santa como pecadora. 
Se dice que la institución misma es santa, salvaguardada por Dios del error, mientras que las personas que la componen son pecadoras. 
Así pues, cuando se cometen atrocidades en el nombre de la Iglesia, la responsabilidad no debe atribuirse a la institución misma, sino a sus componentes humanos. 
¿Le parece lógico tal argumento? 
El teólogo católico romano Hans Küng no considera que lo sea. 

Escribió: “No hay una Iglesia ideal desligada de los hombres, suspendida de lo alto”. 
Además, dijo: “No hay Iglesia que no tenga que rezar el confiteor”.

El ecumenismo y la posición moral

Quizás usted se pregunte qué nuevas circunstancias han llevado a las iglesias a disculparse ahora. 
Para empezar, en la conferencia ecuménica “Fe y orden”, celebrada en Lausanne (Suiza) en 1927, los protestantes y los ortodoxos reconocieron su responsabilidad por las “divisiones del pasado” entre las diversas confesiones. 
Con el tiempo, la Iglesia Católica Romana obró de manera similar. En particular desde el Concilio Vaticano II, los altos prelados, incluso los papas, se han disculpado con cada vez mayor frecuencia por las divisiones existentes en la cristiandad. 
¿Con qué propósito?
 Por lo visto, desean fomentar mayor unidad dentro de esta. 
El historiador católico Nicolino Sarale manifestó que en “la serie de ‘mea culpas’ [de Juan Pablo II] existe una estrategia: el ecumenismo”.

Sin embargo, hay más implicado que solo el ecumenismo. 
Hoy en día se conoce ampliamente la infame historia de la cristiandad. 
“El católico [...] no puede desprenderse de esa historia —dice el teólogo Hans Urs von Balthasar— [...]. La misma Iglesia a la que él se somete ha realizado o permitido cosas que hoy ya no es posible aceptar.” 
Por consiguiente, el Papa ha nombrado una comisión para “arrojar luz sobre las páginas oscuras de la Iglesia a fin de que [...] se pida perdón”. 
Otra razón, pues, por la que la Iglesia está dispuesta a someterse a la autocrítica parece ser el deseo de recuperar su posición moral.


En la misma línea, al comentar sobre las solicitudes de perdón de la Iglesia, el historiador Alberto Melloni escribe: “En realidad, lo que algunas veces se pide es una conmutación de las acusaciones de responsabilidad”. 
En efecto, parece que la Iglesia Católica procura quitarse de encima la carga de los pecados del pasado con el fin de recuperar su credibilidad a los ojos de la opinión pública. 
Sin embargo, con toda sinceridad debe decirse que da la impresión de estar más preocupada por hacer las paces con el mundo que con Dios.

Tal comportamiento nos recuerda a Saúl, el primer rey de Israel (1 Samuel 15:1-12). 
Cometió un grave error y, cuando se sacó a la luz, lo primero que hizo fue tratar de justificarse —de minimizar el error— delante de Samuel, un fiel profeta de Dios (1 Samuel 15:13-21). Finalmente, el rey tuvo que reconocer ante Samuel: “He pecado; pues he traspasado la orden de Jehová” (1 Samuel 15:24, 25). 

En efecto, reconoció su falta. Pero sus siguientes palabras a Samuel revelan lo que más le preocupaba: “He pecado. Ahora hónrame, por favor, enfrente de los ancianos de mi pueblo y enfrente de Israel” (1 Samuel 15:30). 
Por lo visto, a Saúl le preocupaba más su posición en Israel que la reconciliación con Dios. 
Tal actitud no resultó en que Dios lo perdonara. ¿Le parece a usted que con una actitud similar las iglesias recibirán el perdón de Dios?

No todos concuerdan

No todas las personas concuerdan en que las iglesias deban disculparse públicamente. Por ejemplo, a más de un católico romano le incomoda el que el Papa pida perdón por la esclavitud, o que rehabilite a “herejes” como Hus y Calvino. 
Según informes procedentes del Vaticano, los cardenales que asistieron a un consistorio en junio de 1994 criticaron el documento que se les había enviado, en el cual se proponía un “examen de conciencia” respecto a la historia del catolicismo durante el pasado milenio. 
Cuando, pese a todo, el Papa quiso incluir la esencia de esa propuesta en una encíclica, el cardenal italiano Giacomo Biffi emitió una nota pastoral en la cual recalcó: 
“La Iglesia no tiene pecado”. No obstante, reconoció: “Pedir perdón por los errores eclesiásticos de siglos pasados [...] quizás sirva para mejorar nuestra imagen”.

“La confesión del pecado es uno de los temas más polémicos dentro de la Iglesia Católica —dice Luigi Accattoli, comentarista sobre asuntos del Vaticano—. 
Si el Papa reconoce los errores de los misioneros, hay misioneros que sinceramente se resienten de ello.” 

Además, un periodista católico romano escribió: “Si el Papa en realidad considera tan aborrecible la historia de la Iglesia, es difícil entender cómo puede presentar a esta misma Iglesia como el paladín de los ‘derechos humanos’, la única ‘madre y maestra’ que puede guiar a la humanidad hacia un tercer milenio verdaderamente brillante”.
La Biblia previene contra una apariencia de arrepentimiento cuya única motivación sea la vergüenza por haber sido sorprendido cometiendo un mal. 
Ese tipo de arrepentimiento rara vez lleva a la persona implicada a una transformación permanente (compárese con 2 Corintios 7:8-11). 
El arrepentimiento que tiene valor a los ojos de Dios va acompañado de “frutos propios del arrepentimiento”, es decir, prueba de su sinceridad (Lucas 3:8).

La Biblia dice que la persona que se arrepiente y confiesa sus faltas tiene que abandonar sus obras impropias, dejar de practicarlas (Proverbios 28:13). 
¿Ha sucedido esto? 
Pues bien, después de que la Iglesia Católica Romana y otras iglesias hicieron tantas confesiones de haber obrado mal, ¿qué ocurrió en los recientes conflictos civiles de África central y Europa oriental, en los que había implicadas grandes poblaciones “cristianas”? 
¿Constituyeron las iglesias una fuerza promotora de la paz? ¿Denunciaron unidamente todos los caudillos eclesiásticos las atrocidades que estaban cometiendo sus feligreses? 
No. Al contrario, algunos ministros religiosos hasta participaron en la matanza.

El juicio divino

Haciendo alusión a los muchos mea culpas del Papa, el cardenal Biffi preguntó con ironía: “En cuanto a los pecados históricos, ¿no sería mejor que todos esperáramos hasta el juicio universal?”. Pues bien, el juicio de toda la humanidad es inminente. Jehová Dios conoce bien todas las páginas vergonzosas de la historia de la religión y, dentro de poco, ajustará cuentas con los culpables (Revelación [Apocalipsis] 18:4-8). Mientras tanto, ¿es posible encontrar una forma de adoración que no esté contaminada con el derramamiento de sangre, la intolerancia asesina y otros crímenes por los que están pidiendo perdón las iglesias de la cristiandad? Sí.
¿Cómo podemos hacerlo? Aplicando la regla que enunció Jesucristo: “Por sus frutos los reconocerán”. Los datos históricos, que algunas religiones quisieran olvidar, nos ayudan a identificar, no solo a aquellos que Jesús calificó de “falsos profetas”, sino también a los que han producido “fruto excelente” (Mateo 7:15-20). ¿Quiénes son estos? Le invitamos a hallar la respuesta personalmente examinando la Biblia con los testigos de Jehová. Averigüe quiénes, hoy en día, procuran de verdad guiarse por la Palabra de Dios en lugar de empeñarse en mantener una posición influyente en el mundo (Hechos 17:11).

(Despertad 8 Septiembre 1993)
(La Atalaya 1 Marzo 1998)





No hay comentarios:

Publicar un comentario