martes, 20 de junio de 2017

Polìglota Complutense




 Histórica herramienta de traducción.

ALREDEDOR de 1455 hubo una revolución en la publicación de la Biblia: Johannes Gutenberg empleó por primera vez la imprenta de tipos móviles para su impresión. Por fin se rompían las cadenas que habían restringido la distribución de la Biblia a muy pocos manuscritos. Ya podía producirse en grandes cantidades y a un precio relativamente módico; no tardaría en ser el libro más distribuido del planeta.
Como la Biblia de Gutenberg estaba escrita en latín, los eruditos europeos vieron enseguida la necesidad de disponer de un texto confiable en los idiomas bíblicos originales: hebreo y griego. La Iglesia Católica aceptaba únicamente la versión Vulgata latina, si bien ello presentaba dos grandes inconvenientes: en el siglo XVI, la mayoría de la población no entendía latín, y, además, en el transcurso de más de mil años, el texto de la Vulgata había acumulado una considerable cantidad de errores de los copistas.

Tanto los traductores como los estudiosos precisaban de una Biblia en los idiomas originales y una traducción latina mejorada. 
Así que en 1502 el cardenal Jiménez de Cisneros, político y consejero espiritual de la reina Isabel I de España, decidió satisfacer estas necesidades con una sola publicación. Esta histórica herramienta de traducción llegó a conocerse como la Políglota complutense. 
Cisneros aspiraba a lograr una Biblia políglota, o plurilingüe, que contara con el mejor texto hebreo, griego y latino, incluidas algunas partes en arameo. Dado que el arte de la impresión se hallaba en sus inicios, marcaría un hito en su historia la consecución de esta empresa.
El primer paso de Cisneros en esta ingente labor fue comprar numerosos manuscritos hebreos antiguos —los cuales abundaban en España—, así como conseguir varios manuscritos en griego y latín, para constituir la base del texto de la Políglota. 

Cisneros confió la tarea de compilarlos a un equipo de expertos, a quienes dirigió en la recién fundada Universidad de Alcalá de Henares (España). Entre los entendidos invitados a colaborar figuraba el prestigioso lingüista Erasmo de Rotterdam, quien declinó la propuesta.

Tomó diez años llevar a cabo la monumental tarea de preparar el texto, y otros cuatro imprimirlo. Hubo muchísimas dificultades técnicas, pues los impresores españoles no poseían caracteres hebreos, griegos ni arameos. Cisneros requirió, entonces, los servicios de un maestro impresor llamado Arnaldo Guillermo Brocario para preparar la composición tipográfica en estos idiomas.

 Al fin comenzó a imprimirse en 1514. La impresión de los seis volúmenes que componen la obra completa acabó el 10 de julio de 1517, cuatro meses antes de la muerte del cardenal. 
Se publicaron unos seiscientos ejemplares, paradójicamente en pleno apogeo de la Inquisición española.

Composición de la obra
La Políglota suministra un gran caudal de información. En los cuatro volúmenes que corresponden a las Escrituras Hebreas, cada página trae, en tres columnas, el texto de la Vulgata (centro), el hebreo (exterior) y el griego (interior), acompañado de una versión interlinear latina. 
Los márgenes contienen las raíces de muchos términos hebreos. Y en la parte inferior de las páginas del Pentateuco, figura el Targum de Onkelos (paráfrasis aramea de los cinco primeros libros de la Biblia) con su correspondiente traducción latina.

El quinto volumen contiene las Escrituras Griegas dispuestas en dos columnas: una con el texto griego y la otra con su equivalente en latín, tomado de la Vulgata. 
Ambos textos están vinculados entre sí mediante letras voladitas que remiten al lector a la palabra equivalente de cada columna. El texto griego de la Políglota fue el primer “Nuevo Testamento”, o Escrituras Griegas, en imprimirse de la historia, seguido poco después por la edición que preparó Erasmo.

Se puso tanto esmero en la corrección del quinto volumen, que solo se han hallado 50 erratas, lo que ha impulsado a los críticos modernos a considerarlo superior al célebre texto griego de Erasmo. 
Los elegantes caracteres griegos están a la altura de la primorosa belleza de los más antiguos manuscritos unciales. 
En el libro The Printing of Greek in the Fifteenth Century (La impresión en griego en el siglo XV), R. Proctor afirma: “Pertenece a España el honor de haber producido en el primer intento lo que sin duda es el más delicado tipo griego jamás grabado”.

El sexto volumen de la Políglota encierra, entre otros elementos para el estudio de la Biblia, un diccionario hebreo y arameo, interpretaciones de los nombres hebreos, arameos y griegos, una gramática hebrea y un índice latino para el diccionario. 
No es de extrañar que se haya calificado a la Políglota 
complutense de “monumento del arte tipográfico y de la ciencia escritural”.

Con su obra, Cisneros aspiraba a “reavivar el hasta la fecha aletargado estudio de las Escrituras”, si bien no tenía ninguna intención de poner la Biblia a disposición del gran público. 

Opinaba que “la Palabra de Dios tenía que ser cubierta en discretos misterios lejos del alcance del vulgo”. 
Creía también que “las Escrituras deberían limitarse a las tres lenguas antiguas que Dios permitió que se inscribieran sobre la cabeza de su Hijo crucificado”. 
Por este motivo, la Políglota no incluyó una traducción al castellano.

La Vulgata y los idiomas originales

La misma naturaleza de la Políglota suscitó algunos desacuerdos entre los expertos que trabajaron en ella.
 El conocido humanista español Antonio de Nebrija estuvo a cargo de la revisión del texto de la Vulgata que aparecería en la Políglota.

 Pese a que la Vulgata de Jerónimo era la única versión autorizada por la Iglesia Católica, Nebrija vio la necesidad de cotejarla con los textos originales en hebreo, arameo y griego. 
Tenía la intención de corregir los patentes errores que se habían introducido en los manuscritos existentes de la Vulgata.

Para limar las discrepancias entre la Vulgata y los idiomas originales, Nebrija exhortó a Cisneros: “Planta de nuevo aquellas dos antorchas apagadas de nuestra religión que son la lengua griega y la lengua hebrea; ofrece recompensas a quienes se consagren a esta tarea”. 
Y le recomendó: “Cada vez que se presenten variantes entre los manuscritos latinos del Nuevo Testamento, debemos remontarnos a los manuscritos griegos; cada vez que haya desacuerdo entre los diversos manuscritos latinos o entre los manuscritos latinos y los manuscritos griegos del Antiguo Testamento, debemos pedir la regla de la verdad a la auténtica fuente hebraica”.

¿Cómo reaccionó Cisneros?. 
En el prólogo de la Políglota, el cardenal expuso sin ambages su opinión: “Hemos puesto la versión de San Jerónimo entre la hebrea y la Septuaginta, como entre la sinagoga y la iglesia oriental, que son como dos ladrones, el uno a la derecha y el otro a la izquierda, y Jesús, esto es la iglesia romana, en el medio”. 

Como Cisneros no permitió que Nebrija corrigiera la Vulgata latina basándose en los textos de los idiomas originales, Nebrija prefirió abandonar la empresa en vez de estampar su firma en una revisión deficiente.

El comma iohanneum

Aunque la Biblia políglota complutense dio un paso de gigante al proporcionar un texto depurado en los idiomas bíblicos originales, la tradición acabó prevaleciendo sobre la erudición. 
Se tenía en tan alta estima a la Vulgata, que el equipo de colaboradores se vio obligado en varias ocasiones a corregir el texto griego del “Nuevo Testamento” para acomodarlo al latino, en lugar de hacerlo a la inversa. 
Un ejemplo de ello es el famoso inciso espurio llamado el comma iohanneum. 
La frase no se hallaba en ninguno de los primeros manuscritos griegos, lo que indica que fue interpolada siglos después de que Juan escribió su carta, y tampoco aparecía en los manuscritos latinos más antiguos de la Vulgata. 
Por lo tanto, Erasmo eliminó esta interpolación de su “Nuevo Testamento” griego.

Los editores de la Políglota no quisieron suprimir un versículo que hacía siglos formaba parte de la Vulgata, de modo que conservaron el inciso espurio en el texto latino y lo incluyeron en el griego para que ambas columnas armonizaran.

Fuente de nuevas traducciones bíblicas

El valor de la Políglota complutense no solo estriba en el hecho de que sea la primera edición impresa de las Escrituras Griegas completas y de la Septuaginta. 
Tal como el “Nuevo Testamento” griego de Erasmo se convirtió en el “texto recibido” de las Escrituras Griegas (fuente de muchas traducciones a otros idiomas), el texto hebreo de la Políglota suministró el texto maestro para las Escrituras Hebreoarameas. 

William Tyndale utilizó el texto hebreo de esta políglota como base para su traducción de la Biblia al inglés.

Por consiguiente, la docta labor del equipo que produjo la Políglota complutense contribuyó notablemente al progreso de la erudición bíblica. 
Su publicación tuvo lugar en una época en la que un creciente interés por la Biblia en toda Europa fomentó su traducción a los idiomas del pueblo. 
La Políglota fue sin duda otro eslabón en la cadena de iniciativas que contribuyeron a la depuración y conservación del texto griego y hebreo, todas las cuales están en consonancia con el propósito divino de que el acrisolado dicho de Jehová, ‘la palabra de nuestro Dios, dure hasta tiempo indefinido’ (Salmo 18:30; Isaías 40:8; 1 Pedro 1:25).

[Notas]
Se produjeron seiscientos ejemplares en papel y seis en pergamino. En 1984 apareció una edición facsímil limitada.
Hebreo, griego y latín (Juan 19:20).

A Nebrija se le considera el precursor de los humanistas españoles.

 En 1492 publicó la primera Gramática castellana, y tres años después se entregó al estudio de las Santas Escrituras, lo que haría por el resto de su vida.




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