Cuando se comparan con los relativamente escasos materiales relacionados con el texto del AT, los miles de manuscritos del NT que se conocen presentan abundantes fuentes para hacer la crítica textual. Por lo tanto, la crítica del texto del NT ha sido sumamente provechosa, y en un grado notable ha logrado determinar cuál fue probablemente la redacción original de los textos apostólicos. El que se haya establecido por medio de la baja crítica o crítica textual un texto griego digno de confianza, ha hecho posible un estudio científico del idioma del NT, lo cual, a su vez, ha sido un factor importante que ha llevado a los eruditos en el último siglo a retractarse de la posición extremada que afirmaba que la mayor parte del NT era postapostólica.
Los
manuscritos del Nuevo Testamento
Los libros del
Nuevo Testamento fueron escritos unos 14 siglos antes de que se
inventara la imprenta en el mundo occidental. El único método
de reproducir la Biblia fue, durante largos siglos, copiar su texto a
mano. Todos los manuscritos originales de las Escrituras se han
perdido, por lo tanto, el Nuevo Testamento que ahora tenemos es hecho
a base de copias, las más antiguas de las cuales se escribieron
muchos años después de la muerte de sus autores originales. Es
casi seguro que ninguna de las copias que existen fue hecha de los
escritos originales, sino de otras copias; y en el proceso de
re-copiar las Escrituras durante siglos, en manuscritos posteriores de
la Biblia se filtraron algunos errores de copia.
La exactitud de las obras impresas se puede comprobar si se dispone de los manuscritos originales del autor; se pueden hacer cambios o correcciones cuando se publica una nueva edición, y esos cambios se ven fácilmente comparando todas las ediciones. Pero el proceso es diferente cuando se trata de obras que durante siglos han sido escritas a mano y no tenemos los manuscritos originales. En este caso se necesita, con frecuencia, una laboriosa comparación científica antes de que el erudito pueda pensar que probablemente han llegado al texto original de cada pasaje.
Necesidad
de un detenido estudio textual
Aunque sólo unas
pocas de las miles de variantes en el Nuevo Testamento son
teológicamente significativas, ya que el teólogo cristiano y el
estudiante de la Biblia deben basar su fe en las declaraciones
auténticas de los escritores de la Biblia, es sumamente importante
la tarea de procurar un texto digno de confianza. Por lo tanto,
al erudito bíblico le corresponde la tarea de estudiar
cuidadosamente los manuscritos neo-testamentarios, a fin de
restablecer un texto que esté tan cerca del original como sea
humanamente posible.
Generalmente una
obra tal se conoce con el nombre de "crítica
textual" o "baja crítica". Mediante
un proceso de diligente estudio crítico, la crítica textual se
esfuerza por descubrir y eliminar errores
de
copistas para llegar a un texto bíblico que, en todo lo posible, sea
el mismo que salió de las manos de los escritores originales. Esta
obra ha sido sumamente fructífera, y lo que ha logrado la crítica
textual y sus descubrimientos, han hecho mucho para restablecer la
confianza en el texto de la Biblia.
La naturaleza de las variantes textuales
Muchos de los
manuscritos bíblicos no fueron preparados por escribas
profesionales, sino por cristianos de escasa educación (especialmente
en los primeros siglos). La caligrafía deficiente, las muchas
faltas de ortografía y otros errores de copia debidos a la poca
preparación en el arte de escribir, muestran que así fue.
Un típico
error de los copistas es el intercambio de sinónimos tales
como "hablar", "decir" o "expresar". Muchas
de esas sustituciones aparecen en los manuscritos del Nuevo
Testamento, aunque en tales casos el significado del texto no ha
sufrido. Por ejemplo, algunos manuscritos tienen en Mateo 25:11
la palabra ηλθον êlthon, "vinieron",
en vez de ερχονται êrchontai, "vienen". La
diferencia sólo atañe a un tiempo verbal que quizá sea
imperceptible en una traducción:
En muchos lugares
difiere la secuencia de las palabras de un manuscrito a otro, aunque
el pensamiento sea idéntico. También en este caso la mayoría de
las diferencias no tienen importancia, como lo demuestra el ejemplo
de Mat. 4:1. Observe a continuación las traducciones literales
de cuatro manuscritos de este pasaje:
(1) Códice Vaticano (siglo IV):
"Entonces Jesús fue llevado al desierto por el espíritu para ser tentado por el diablo".
(2) Códice Sinaítico (siglo IV) y manuscrito del siglo IX:
"Entonces Jesús fue llevado por el espíritu al desierto para ser tentado por el diablo".
(3) Manuscrito medieval:
"Entonces Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo".
(4) Manuscrito medieval:
"Entonces Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por el espíritu".
Otra clase de
errores frecuentes es la omisión de palabras, de frases o hasta de
líneas completas.
Todo digitador sabe cuán fácil es saltar de una palabra a otra igual que se halla en una línea posterior, omitiendo así el trozo que hay entre esas dos palabras. Los eruditos llaman a esto un error "homoioteléutico", esto es, omisión debido a similitud o parecido de ciertas palabras. En los manuscritos del Nuevo Testamento no sólo se encuentra esta clase de omisión textual, sino también otras.
En otros casos
aparecen adiciones en el texto cuando, por ejemplo, se añade
el artículo definido en ciertos pasajes, que no los tienen en los
manuscritos más antiguos.
La palabra "Jesucristo" aparece en lugares donde en los textos más antiguos sólo dice "Jesús", y también el atributo "santo" se antepone a la palabra "espíritu".
Unas variantes
son originadas por errores ortográficos; otras, por confundir
palabras que parecen similares a la vista, pero que tienen un
significado diferente.
Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento se escribieron sólo con mayúsculas, sin espacios entre las palabras, sin signos de puntuación y sin acentos; por lo tanto, era fácil que el ojo inexperto leyera mal ciertas palabras.
También
es evidente que ciertas notas escritas por lectores en los márgenes
de algunos manuscritos, a veces se consideraban erróneamente como
parte del texto original por algún copista posterior, quien las
incorporó a los nuevos manuscritos.
Esos copistas pensaban, sin
duda, que la anotación marginal era una omisión de un copista
anterior, y que se había escrito en el margen después de
descubrirse el supuesto error.
Por esta razón han aparecido en
manuscritos posteriores adiciones que no se hallan en las copias más
antiguas.
Además de todas las variantes involuntarias ocasionadas por imperfecciones humanas, aparecen otros cambios en algunos manuscritos posteriores que revelan un esfuerzo intencionado por mejorar el texto.
En algunos casos, pasajes difíciles fueron simplificados con observaciones aclaratorias; en otros, palabras toscas fueron reemplazadas por otras más elegantes, y en otros lugares, construcciones gramaticales en desuso fueron cambiadas por otras más comunes.
Algunos manuscritos de los Evangelios muestran que sus copistas fueron influenciados por expresiones similares en textos paralelos, y otros cambiaron expresiones poco comunes de citas del Antiguo Testamento para que concordaran con textos del Antiguo Testamento que les eran familiares.
Como los libros
del Nuevo Testamento circularon profusamente y muchos miles de copias
fueron escritas por personas de diversa capacidad lingüística, es
fácil comprender cómo se introdujeron tales variantes en los
manuscritos bíblicos.
Los dirigentes de la iglesia catòlica supuestamente advirtieron
esas diferencias y de vez en cuando "se esforzaban por preparar un
texto uniforme mediante revisiones"; y por eso a veces declaraban que
ciertos pasajes eran correctos aunque no siempre se basaban en la
evidencia de manuscritos antiguos.
En esta manera la iglesia catòlica sancionó un texto griego - el Bizantino - que generalmente fue aceptado durante siglos, aunque probablemente difería en muchos detalles de los textos conocidos por la iglesia primitiva.
La
restauración del texto original
A fin de reconstruir un texto que sea lo más idéntico posible al original, el investigador debe clasificar esas variantes y escoger entre ellas. Esto implica una ardua labor crítica hecha científicamente.
En primer lugar, debe tenerse en cuenta cada manuscrito bíblico existente. Esos manuscritos deben ser estudiados y reproducidos mediante copias fotográficas. Estos textos quedan así al alcance de los eruditos en general, y no únicamente como exclusividad de unos pocos doctos en la materia que quizá vivan cerca de donde se conservan esos manuscritos. Este proceso es especialmente necesario en el caso de los manuscritos más antiguos, pues generalmente son los más valiosos para los estudios textuales.
Una comparación de los manuscritos más antiguos con los de fecha más reciente revela errores que pueden reconocerse fácilmente y ser eliminados.
A veces los mismos errores aparecen en una cantidad de manuscritos que se remontan en forma particular a un texto llamado "arquetipo". Si este arquetipo existe, entonces los eruditos pueden desechar, por carecer de importancia para el estudio textual, todas las copias posteriores basadas en dicho arquetipo. Los investigadores comparan después los diversos arquetipos para tratar de llegar a lo que probablemente sea el texto original de todos los manuscritos.
Esta tarea de descubrir el arquetipo más antiguo posible, basándose en el material de todos los manuscritos disponibles, se llama recensión.
El trabajo de la crítica textual es más difícil de lo que parece según la descripción precedente.
La relación mutua de varios manuscritos no siempre se reconoce fácilmente, pues algunos de ellos pueden no ser nítidos descendientes de un arquetipo, sino híbridos en su forma. El erudito del Nuevo Testamento no sólo debe enfrentar estos problemas sino también comparar, con sentido crítico, las traducciones más antiguas.
Se sabe que hay más de 5.200 manuscritos del Nuevo Testamento griego.
Esta gran cantidad aumenta la obra del especialista en crítica textual; sin embargo, esto es lo que le permite conseguir resultados más fidedignos y satisfactorios que los que hubiera obtenido si sólo tuviera a su disposición unos pocos textos antiguos para sus comparaciones, como es por ejemplo, el caso del erudito que se ocupa de literatura antigua extra bíblica, pero que sólo dispone de unas pocas copias antiguas.
Esto sucede con la famosa Constitución ateniense de Aristóteles, y la Didachê, obra cristiana del siglo II, pues en ambos casos sólo se conocen copias muy posteriores. Cuando esto sucede, es imposible determinar la forma original de estos textos.
Quizás no
haya ninguna disciplina de la ciencia bíblica tan sujeta a continuos
cambios como la crítica textual, que de hecho representa su nivel
fundamental, sin el cual no es posible hablar de hermenéutica, de
exégesis de los textos, de historia e incluso de teología bíblica.
Además, puesto que no ha llegado hasta nosotros ningún texto
original de los libros contenidos en la sagrada Escritura y - , por
otro lado, debido al número considerable de testimonios para cada
uno de los textos, quizás la crítica textual bíblica sea uno de
los análisis textuales más complejos relativos a la literatura
clásica.
En efecto, esta disciplina se propone valorar el grado de
consideración del texto bíblico, tal como ocurre con cualquier otro
texto literario que, a su vez, se convierte en la comunicación
concreta de un mensaje.
Por tanto, para introducir el tema, podemos
afirmar que la crítica textual no constituye una disciplina de
segundo orden, ni siquiera una disciplina previa, sino el punto mismo
de partida de cualquier estudio bíblico.
Así pues,
puesto que la crítica textual se propone establecer el texto bíblico
más seguro o consistente, procede entre dos polos principales : el
polo «ideal» y el «real».
La finalidad ideal o teórica de la
crítica textual consiste en recuperar el texto bíblico original;
pero, de hecho, el texto ha llegado hasta nosotros con numerosas
variantes en el proceso de transcripción.
Por eso, el proyecto real
consiste en reconstruir, mediante la confrontación de los testigos,
el texto más cercano a un hipotético original.
Cuando los
autores se proponen trazar una historia de la critica textual
bíblica, empiezan generalmente con Erasmo de Rotterdam (1469-1536).
No hay que desconocer, sin embargo, la importanciade las aportaciones anteriores que hicieron posible la pràcticamente regularizaciòn de esta disciplina.
Así, por ejemplo, la fijaciòn de la consonantización del texto hebreo, por obra de los rabinos del siglo 11 d.C., significó una notable aportación para la crítica textual del Antiguo Testamento.
El paralelo de esta aportación es la vocalización del mismo texto hebreo por obra de los masoretas (siglo IX d.C.).
Además, la crítica textual recibió una notable ayuda, en la época patrística, con la versiòn «hexaplar» de Orígenes (s. 111 d.C.) y con la recensión de la Vetus Latina hecha por san Jerónimo, que significò de hecho el nacimiento de su Vulgata.
Sin embargo, sólo la moderna crítica textual ha determinado un perfeccionamiento progresivo de la metodología, tanto en lo que se refiere al Antiguo Testamento, que nos ha llegado en la doble recensión del texto masorético y de los Setenta, como al Nuevo Testamento griego.
Así pues, L. Cappellus (s. XVII) es considerado como el verdadero iniciador de la moderna crítica textual del Antiguo Testamento, mientras que para el Nuevo Testamento la paternidad crítica suele atribuirse a R. Simon (1638-1i12).
Merecen mención especial las aportaciones sucesivas de K. Lachman (1793-1851), C. von Tischendorf (1815-18i4), B. F. Westcott (1852-1901), F J A. Hort (1828-1892), H. von Soden (18521914) y F. Delitzsch (1850-1922).
En el s. xx hay que señalar sobre todo las dos ediciones críticas del texto masorético: la de R. Kittel - P. Kahle y la de K. Elliger - W. Rudolph.
Para los Setenta la ediciòn monográfica de Gotinga es sin duda la más completa; sin embargo, también la ediciòn sintética, para uso didáctico, dirigida por A. Rahlfs, está bien lograda.
Finalmente, para el Nuevo Testamento, quizás actualmente la edición de E. Nestle y B. Aland resulta la más completa tanto respecto a la
de A. Merk como a la edición que surgió de la colaboración de K. Aland, M. Black,
C. M. Martini, B. M. Metzger y B. M. Wikgren.
Ouizás no sea un error considerar al mismo s. xx como el período de oro de esta disciplina, sobre todo debido a los descubrimientos procedentes de la comunidad de Oumrán, del Wadi Murabba'at y de la fortaleza de Massada.
Desde el punto de vista metodológico, la crítica textual bíblica se divide en dos ámbitos fundamentales:
la crítica textual externa, conocida también como «baja», y la crítica textual interna o «alta».
Dé hecho, la primera fase de la crítica textual está representada por la confrontación de los testimonios que nos han llegado, a fin de establecer el texto bíblico más probable o «autorizado».
Para ello, el análisis de los diversos códices ocupa el espacio principal de la crítica textual externa:
durante esa fase los testimonios se agrupan en familias que a su vez se disponen según auténticos «árboles genealógicos»
El segundo ámbito de la crítica textual se refiere a la crítica textual interna, es decir, a la valoración de las lecciones variantes dentro
del propio contexto literario.
Más aún, se puede afirmar que la simple crítica textual externa no resulta suficiente para la determinación del texto más probable;
se necesita la verificación de la crítica textual interna.
Para ello, en la historia de esta disciplina, se han codificado. a partir de J. J Griesbach (s. XVIII), Ciertas reglas que permiten utilizar con fruto los resultados que se derivan del cotejo de testimonios:
- lectio
brevior praeferenda est. Debe preferirse generalmente la lección
variante que, en el cotejo de los testimonios, se presenta como la
más breve;
- lectio
difficilior praeferenda est : cuanto más difícil es una lección
variante, tanto más probable resulta, ya que está más cerca del
original, dados los probables intentos de simplificaciòn para hacer
un texto más claro;
- lectio
principalis praeferenda est: la lección que, en una o varias
familias de códices, motive a las demás, debe considerarse la más
fiable, ya que es más fácil explicar las otras lecciones a partir
de ésta que al revés;
- lectio
dissimilis praeferenda est: esta regla se refiere a dos o más
pasajes que tratan el mismo suceso; la lección que no concuerda con
un pasaje paralelo debe preferirse a la que corresponde mejor, dada
la tendencia de los copistas a armonizar más de la cuenta.
Estas reglas
de crítica textual no siempre han de utilizarse de forma mecánica.
Esto significa que, aunque la crítica textual se considera como la
disciplina bíblica más objetiva o aséptica, sigue valiendo también
para ella el horizonte literario y teológico en el que se coloca
también ella.
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