Se denomina ecdótica, crítica
textual o crítica
menor a una rama de
la filología que
tiene por cometido editar textos de
la forma más fiel posible al original o a la voluntad del autor,
procurando principalmente la eliminación de errores
de transcripción.
Para ello se vale de un amplio instrumental filológico altamente
codificado y experimentado milenariamente desde tiempos del Museo
de Alejandría, así como
de una serie de disciplinas auxiliares como la codicología,
la paleografía o
la biblioteconomía.
Las ediciones que se realizan con criterios ecdóticos se
denominan ediciones
críticas, en sentido
estricto cuando agotan mediante el estudio la transmisión y las
posibilidades de determinación del texto y sus diversas lecciones, o
más ampliamente ediciones filológicas. Los escribas,
amanuenses y copistas en general cometían errores o alteraciones al
transcribir caligráficamente los manuscritos.1 Dada
una o varias copias de un manuscrito, pero no la original, la crítica
textual pretende reconstruir un texto tan cercano al original perdido
como sea posible.
La crítica textual ha
de afrontar los problemas relativos a Autoría, Datación o fechación
y Edición propiamente dicha. El proceso crítico, que se resuelve
expositivamente en la configuración de un aparato, tiene
sus momentos clave en la recensio, la emendatio y
el establecimiento del stemma o árbol genealógico
de la obra.
La
ecdótica es de singular importancia para la edición de textos
antiguos y transmitidos de manera fragmentaria o incompleta, cuyo
original puede haber desaparecido, y de los que sólo poseemos copias
que a menudo difieren entre sí. Se aplica a la reconstrucción de
textos que han sido deturpados por el paso del tiempo, la tradición
manuscrita, la pérdida de originales, la ausencia de copias fiables,
etc. Desde este punto de vista, la ecdótica puede considerarse
la arqueología del texto.
Breve historia de la ecdòtica
Los
primeros filólogos preocupados por la integridad y fidelidad en la
edición de las obras fueron los filólogos alejandrinos que editaron
las obras de Homero.
En la Edad
Media,
el filólogo romano y padre de la Iglesia San Jerónimo se
preocupó de conocer bien el hebreo y el griego para establecer un
canon fiable de textos sagrados para el Cristianismo,
la Biblia conocida
como Vulgata.
Con posterioridad, el Humanismo del Renacimiento se
aplicó a realizar esa misma tarea con mayor amplitud para la
literatura grecolatina clásica, que por primera vez se intentó
restituir de manera amplia y, por así decir, programada. En el siglo
XIX Karl
Lachmann hizo
los primeros intentos estables para superar de forma científica el
procedimiento impresionista de enmienda de errores (emendatio
ope ingenii)
de los humanistas. En este sentido hizo también
contribuciones Gaston
Paris.
Por otra parte, Henri
Quentin ideó
el método
reconstructivo,2 y Joseph
Bédier3 encontró
algunos fallos en el método de Lachmann al editar el Lai
de l'ombre:
no preveía las contaminaciones "horizontales" entre varios
textos simultáneamente. El neolachmannismo, sin embargo, resurgió
con fuerza como un mal menor (Sebastiano
Timpanaro, Cesare Segre).
Pero la era electrónica o digital, no sólo ha aportado una gran
catalografía tendente a una ingente unificación por países e
incrementado en extremo las posibilidades de búsqueda, localización
y cuantificación de materiales sino que, mediante los nuevos campos
ya establecidos de la llamada Informática para Humanidades,
o Informática
humanística o Humanidades
digitales y
los conceptos y usos de la edición digital, su concepto
de hipertexto y
las consiguientes nuevas posibilidades que aportan, ha venido a
amplificar notablemente el panorama y la gama de medios existentes.
Problemas y peligros de la ecdòtica
Un
defecto común de las ediciones impresas es, por un lado, la
abundancia de erratas o
errores, cuya acumulación lleva a deturpar el texto, y por otro lado
la falta de sentido crítico a la hora de escoger el mejor texto para
realizar una edición. El texto de una edición, pues, debe escogerse
por su fidelidad al original del autor, si no es el original mismo.
El conjunto de textos que transmite una obra determinada se denomina
en crítica textual tradición.
Entre estos códices hay que escoger el mejor texto, y no siempre
puede encontrarse el texto más fiel en uno determinado de los libros
o manuscritos que transmiten una obra: a veces es necesario
reconstruir un texto perdido que se conserva fragmentaria, deformada
o irregularmente entre varios testimonios dispersos y muchas veces
los textos que conservan una obra en la tradición difieren en un
pasaje determinado, que se ve alterado o corrupto. Eso exige un gran
esfuerzo crítico para presentar un texto homogéneo y fiel y un
juicio científico muy fino para encontrar una lectio
facilior (lectura
más próxima al pasaje original del autor) en vez de una lectio
dificilior (lectura
errónea y alejada del texto original). Por ejemplo, en las ediciones
de Garcilaso
de la Vega apareció
este verso "y
de las verdes hojas" en
la publicación de 1543 junto
con la obra de Juan
Boscán;
pero en un manuscrito aparece "y
de las verdes ovas".
Si tanto en uno como en otro texto la lectura es correcta y fragua
sentido, ¿cuál es la correcta?. Durante el Renacimiento se
pensó que la más ingeniosa (emendatio
ope ingenii)
sea la correcta, hasta que en el siglo
XIX el
filólogo Karl
Lachmann (1793-1851)
empezó a utilizar criterios más científicos para evitar los
errores que provoca la peligrosa intuición.
Un texto antiguo
puede haber sido difundido a través de tres tradiciones diferentes
según el procedimiento de transmisión: la manuscrita, la impresa y
la oral. Cada una genera una tipología diferente de errores de
copia. A estas tradiciones puede añadirse modernamente una más, la
transmisión electrónica, que genera una tipología de errores
mecanizados también distinta. En el caso del manuscrito,
este puede ser autógrafo (del
autor) o apógrafo (copia
de otro).
Cuando conservamos un manuscrito sabemos que es original si
es autógrafo. A partir del siglo
XVIII en
la mayor parte de los países se empiezan a regular los derechos
de autor,
por lo cual no se publica nada sin autorización del autor y es
importante en el caso de los impresos: el texto impreso a veces es
superior al manuscrito porque
el manuscrito ha sido corregido o la edición es revisada por el
autor,
o
la edición se basa en un buen manuscrito no conocido. Actualmente
las ediciones son revisadas por el autor: corrección
de pruebas.
Por ejemplo, en La
Regenta se
lee "un
gabinete viejo" y
pasados 70 años de la muerte de Clarín se
demuestra que la verdadera expresión era "un
gabinete rojo" mirando
los manuscritos originales del autor. Por otra parte, en la
transmisión los textos pueden haber sufrido otro tipo de estragos
relacionados con la cultura: la censura, la adaptación, el resumen,
el alargamiento... Tiempo
de silencio,
de Luis
Martín Santos,
por ejemplo, tiene hoy veinte páginas más que en 1969,
cuando se editó con páginas censuradas en tiempos de Franco.
La codicología
enseña
cómo describir y estudiar los códices manuscritos. La crítica
textual,
cómo advertir los errores de copia, enmendarlos y editar un texto
con fidelidad al original perdido o arquetipo.
Para ello se reconstruye un árbol de testimonios escritos de una
obra llamado stemma o
estema, que sirve para orientar al editor a través de la tradición
que ha transmitido un texto. Los errores de copia, según
estatuyó Karl
Lachmann,
creador del método
lachmaniano de
edición de textos que lleva su nombre, sirven para separar las ramas
de ese árbol estableciendo distintas vías de transmisión. De esa
forma se establecen familias de textos por un texto original del cual
desciende un grupo de obras.
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