martes, 20 de junio de 2017

Religiones ¿uniòn?




La unión entre religiones: ¿es eso lo que Dios quiere?
¿Qué hace la religión, dividirnos o unirnos?”. 
Esa fue la pregunta que hizo el diario The Sydney Morning Herald a sus lectores. 
La gran mayoría —el 89%— respondió que la religión divide a la gente.
LOS partidarios de la unión religiosa, en cambio, ven el asunto de forma muy distinta. 
“Muéstreme una religión que no fomente la compasión [...,] el cuidado del medio ambiente [...,] la hospitalidad”, señaló Eboo Patel, fundador del movimiento interreligioso Interfaith Youth Core.

Y es cierto: budistas, católicos, protestantes, hindúes y musulmanes han unido fuerzas en ocasiones para combatir la pobreza, defender los derechos humanos, luchar por la prohibición de las minas anti personales y alertar sobre los problemas ambientales. 
También han formado círculos de diálogo inter-religioso para promover la comprensión mutua y compartir ideas.
 Además, celebran la diversidad con festivales, ceremonias en las que se encienden velas, tocando música o haciendo oraciones.
¿Pueden las religiones resolver sus conflictos uniéndose?
 ¿Es así como Dios construirá un mundo mejor?

¿A QUÉ PRECIO?

Una de las mayores organizaciones inter-religiosas del mundo presume de tener presencia en mas de 76 países y contar con miembros de más de 200 religiones. 
Su objetivo expreso es “promover la cooperación inter-religiosa cotidiana y duradera”; sin embargo, ese ha resultado ser un objetivo muy difícil de alcanzar. 
Por ejemplo, según los fundadores de dicha organización, los estatutos tuvieron que redactarse con mucho cuidado para no ofender a las muchas religiones y grupos indígenas que la componen. 
¿Por qué? 
En parte porque no todas estaban de acuerdo en mencionar a Dios en el documento. 
¿La solución?.
Evitar toda referencia a él.
Pero si no se puede hablar de Dios, 
¿de qué sirve la religión?. 
¿Qué diferencia hay entre un movimiento de este tipo y una organización benéfica?. 
Es por eso que el grupo antes mencionado no se considera una entidad religiosa, sino un organismo para propiciar el acercamiento entre las personas.

¿BASTA CON PROMOVER EL BIEN?

Todas las religiones tienen el mismo mensaje de amor, de compasión y de perdón”, asegura el Dalai Lama, prominente defensor de la unión religiosa. 
Y añade: “Lo importante es que formen parte de nuestra vida diaria”.
Está claro que el amor, la compasión y el perdón son valores esenciales. 
La famosa Regla de Oro, formulada por Jesús, dice: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). 
Pero ¿es eso todo lo que se espera de la religión verdadera? 
¿Que promueva el bien y ya?
El apóstol Pablo dijo que en su día había muchas personas que tenían grandes deseos de servir a Dios, pero carecían de “conocimiento exacto”. 
Como no conocían “la justicia de Dios”, trataban de “establecer la suya propia” (Romanos 10:2, 3). 
De nada valían sus deseos ni su fe, pues no sabían con exactitud lo que Dios pedía de ellos (Mateo 7:21-23).

LA BIBLIA Y LA UNIÓN RELIGIOSA

Felices los que trabajan por la paz”, afirmó Jesús (Mateo 5:9, El libro del Pueblo de Dios). 
Él mismo puso en práctica lo que predicaba, pues promovió la no violencia y llevó un mensaje de paz a personas de diversas religiones (Mateo 26:52). 
Quienes escucharon su mensaje formaron una 
hermandad unida por el vínculo inquebrantable del amor (Colosenses 3:14). 
Pero ¿significa eso que Jesús se contentó con fomentar el acercamiento entre personas y las relaciones pacíficas? ¿Se unió a gente de otras religiones?
Los líderes de las sectas de los fariseos y de los saduceos persiguieron sin piedad a Jesús; incluso buscaban asesinarlo. 
¿Cómo reaccionó él? 
Les dijo a sus discípulos: “Déjenlos. Guías ciegos es lo que son” (Mateo 15:14). 
Como vemos, Jesús se negó a formar un vínculo religioso con ellos.
Años después se fundó una congregación cristiana en la ciudad griega de Corinto, famosa por su pluralidad cultural y religiosa. 
¿Cómo debían los cristianos comportarse en medio de ese ambiente? 
El apóstol Pablo les escribió: “No lleguen a estar unidos [...] con los incrédulos”. 
Luego les explicó: “¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial [Satanás]? 
¿O qué porción tiene una persona fiel con un incrédulo?”.
 Entonces les dio este consejo: “Sálganse de entre ellos, 
y sepárense” (2 Corintios 6:14, 15, 17).
Está claro, pues, que la Biblia desaconseja la unión religiosa. “
¿Y cómo vamos a alcanzar verdadera unidad?”, quizás se pregunte.

LA VERDADERA UNIDAD

La Estación Espacial Internacional, una maravilla tecnológica ubicada en la órbita de la Tierra, es el resultado del esfuerzo conjunto de unos quince países. 
¿Cree usted que hubieran podido construirla si no se hubieran puesto de acuerdo ni siquiera en qué planos utilizar?
Pues básicamente esa es la situación en que se encuentran los movimientos inter-religiosos de hoy. 
Aunque se habla mucho de cooperación y respeto, nadie se pone de acuerdo sobre qué planos usar para construir una fe de calidad. 
Por eso es que las cuestiones morales y doctrinales siguen siendo tan polémicas como siempre.
La Biblia contiene las normas de Dios, que son como los planos de la fe y nos permiten construir una vida que valga la pena. 
Quienes han seguido dichos planos han logrado superar las divisiones religiosas y raciales, y han aprendido a trabajar en armonía y unidad. 
Dios lo predijo con estas palabras: “Daré a pueblos el cambio a un lenguaje puro, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová, para servirle hombro [con] hombro”.
 La unidad es producto del “lenguaje puro”, las normas de Dios (Sofonías 3:9; Isaías 2:2-4).
Los testigos de Jehová lo invitan cordialmente a visitar el Salón del Reino más cercano para que descubra por usted mismo la extraordinaria paz y unidad que hay entre ellos (Salmo 133:1).


¿Existe la verdad absoluta?

Los partidarios de la unión religiosa suelen pensar que ninguna religión posee la verdad absoluta, y que es precisamente esa mentalidad la que causa tantos y tantos problemas.
Sin embargo, la Biblia llama a Jehová “el Dios de la verdad”, y Jehová mismo asegura que él no cambia (Salmo 31:5; Malaquías 3:6). 
Además, Jesús le dijo a su Padre: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Y esa verdad ha sido revelada en la Biblia, un libro inspirado que nos capacita y prepara para efectuar “toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17).



La difusión de la Palabra de Dios en la España medieval

Cuando viaje con rumbo a España, espero [...] poder verlos y ser acompañado parte del camino por ustedes.” (Romanos 15:24)
EL APÓSTOL Pablo escribió estas palabras a los cristianos de Roma cerca del año 56. 
La Biblia no dice si logró realizar o no su viaje al territorio de la actual España. 
Pero en cualquier caso, el trabajo de Pablo y el de otros misioneros cristianos contribuyó a que el mensaje de la Palabra de Dios llegara a la península ibérica en el siglo II.
No tardaron en aparecer florecientes comunidades cristianas por toda la península. 
Como esta llevaba ya bastante tiempo bajo el dominio romano, y el latín se había convertido en el lenguaje más común del vasto imperio, surgió la necesidad de traducir la Biblia a dicho idioma.

LA BIBLIA EN LATÍN

Los primeros cristianos de la España romana realizaron varias traducciones al latín que llegaron a conocerse en su conjunto como la Vetus Latina Hispana. 
Estas versiones latinas estuvieron en circulación por siglos, hasta que Jerónimo concluyó su famosa Vulgata latina en el siglo V.
La traducción de Jerónimo —completada en Belén (Palestina)— llegó a España en tiempo récord. 
¿Cómo?. 
Cuando Lucinio, estudiante de la Biblia muy adinerado, se enteró de que Jerónimo estaba preparando una traducción al latín, quiso conseguir una copia lo antes posible, de modo que envió seis escribas a Belén para que copiaran el texto.
 En los siglos posteriores, esta versión fue sustituyendo gradualmente a la Vetus Latina Hispana. 
Aunque ambas traducciones ayudaron a la gente a entender el mensaje de la Biblia, surgió una nueva necesidad con la caída del Imperio romano.

LA BIBLIA EN PIZARRAS

Los visigodos y otras tribus germánicas invadieron la península ibérica en el siglo V y trajeron consigo un nuevo idioma: el gótico. 
Los invasores practicaban una forma de cristianismo llamada arrianismo, la cual rechazaba la doctrina de la Trinidad y tenían su propia traducción de las Escrituras: la Biblia gótica de Ulfilas. 
Esta Biblia se leyó en la España medieval hasta finales 
del siglo VI, cuando el rey visigodo Recaredo renunció al arrianismo y se hizo católico. 
El rey ordenó que se recogieran y destruyeran todos los libros arrianos, incluida la Biblia de Ulfilas, con lo cual desaparecieron de la península los textos góticos.
Aun así, la Palabra de Dios siguió su avance durante 
esta época. 
Aparte del gótico, se hablaba todavía un dialecto del latín que dio origen a las lenguas romances de la península. 
Los documentos más antiguos en este dialecto fueron escritos en tablillas de pizarra, razón por la cual se los conoce como pizarras visigodas. 
Son originales de los siglos VI y VII, y algunas contienen pasajes de los Salmos y los Evangelios. 
Una de ellas contiene el Salmo 16 completo.
La aparición de pasajes bíblicos en tablillas ordinarias demuestra que la gente común leía y copiaba la Palabra de Dios en aquel tiempo. 
Al parecer, los profesores usaban dichos textos como ejercicios para enseñar a leer y escribir a sus alumnos. 
Las tablillas eran mucho más baratas que el pergamino empleado por los monasterios medievales para producir sus Biblias ilustradas.
Una de estas valiosísimas obras se encuentra en la iglesia de San Isidoro, en León (España). 
Es del año 960, tiene 516 hojas de unos 47 centímetros (18,5 pulgadas) por 34 centímetros (13,5 pulgadas) y pesa unos 18 kilos (40 libras). 
Otra de ellas, la Biblia de Ripoll, se encuentra en la Biblioteca del Vaticano y fue producida cerca del año 1020.
 Es una de las Biblias medievales más bellamente ilustradas. 
Una sola letra inicial requería un día entero de trabajo por parte de un monje, y un título de página, una semana.
 A pesar de su inmenso valor, estas obras de arte no ayudaron mucho a difundir el mensaje de la Palabra de Dios entre el pueblo.

LA BIBLIA EN ÁRABE

En el siglo VIII, un nuevo idioma comenzó a echar raíces en la península como resultado de la invasión árabe. 
En las zonas que colonizaron los musulmanes, el árabe le ganó terreno al latín y surgió la necesidad de que hubiera una Biblia en ese idioma.
Se cree que en la España medieval circularon muchas traducciones de la Biblia en árabe, en especial de los Evangelios. 
Al parecer, un obispo sevillano del siglo VIII llamado Juan tradujo la Biblia completa a dicho idioma. 
Lamentablemente, la mayoría de esas traducciones han desaparecido. 
Una de las pocas que quedan es una versión de los Evangelios realizada a mediados del siglo X que se encuentra en la catedral de León.

LA BIBLIA EN ESPAÑOL

Al final de la Edad Media comenzó a tomar forma el castellano, o español. 
Esta nueva lengua estaba destinada a convertirse en una herramienta fundamental para la difusión de la Palabra de Dios. 
El texto más antiguo en español aparece en La Fazienda de Ultra Mar (Hechos de ultramar), de principios del siglo XIII. 
Esta obra contiene el relato de un viaje a Israel e incluye información del Pentateuco y otros libros de las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento), así como los Evangelios y las Epístolas.
La Iglesia Catòlica no estaba nada contenta con la labor de traducción. 
En 1234, el Concilio de Tarragona decretó que todas las Biblias en idiomas vernáculos (propios del país) debían entregarse al obispo local para ser quemadas.
 Afortunadamente, el decreto no logró detener la traducción de la Biblia. 
El rey Alfonso X (1252-1284), considerado el padre de la prosa española, quería contar con las Escrituras en español y patrocinó su traducción. 
Entre otras versiones de este período se encuentran la llamada Biblia prealfonsina y la Biblia Alfonsina, que vio la luz poco después y era la más completa de la época.
Ambas obras contribuyeron a la consolidación y enriquecimiento del naciente idioma. 
Thomas Montgomery, autoridad en la materia, dice lo siguiente sobre la Biblia prealfonsina: 
“El traductor de esta Biblia produjo una obra admirable, tanto por su exactitud como por la belleza de su lenguaje. [...] El lenguaje es sencillo y claro, como era conveniente en una Biblia preparada para el uso de personas no muy doctas en latín”.
No obstante, estas primeras Biblias en español no se tradujeron a partir de los idiomas originales, sino de la Vulgata latina. 
A partir del siglo XIV, los biblistas judíos comenzaron a producir diversas versiones españolas de las Escrituras Hebreas directamente del hebreo. 
En aquel entonces, España albergaba la mayor comunidad judía de Europa, y los traductores judíos tenían acceso a manuscritos de buena calidad.
Un ejemplo destacado es la Biblia de Alba, que se completó en el siglo XV. 
Un prominente noble español llamado Luis de Guzmán encargó al rabino Moisés Arragel la traducción de la Biblia al español castizo (puro) y explicó las razones de su solicitud. 
Para empezar, “la lengua romance de las Biblias de hoy está muy corrompida” y segundo, “las personas como nosotros forzosamente necesitan notas al margen para entender los pasajes oscuros”. 
Esta comisión demuestra que la gente de aquel tiempo tenía mucho interés en leer y comprender la Biblia. 
También prueba que las Escrituras en idiomas vernáculos tenían amplia circulación en España.
Gracias a los traductores y copistas medievales, la gente educada de España podía leer la Biblia en su propio idioma.
 Por eso, “el pueblo español conocía la Biblia mucho mejor que el pueblo alemán y el pueblo inglés antes de Lutero”, comenta el historiador Juan Orts González.
Con todo, a finales del siglo XV, la Inquisición española prohibió la traducción y posesión de Biblias en lenguas vernáculas, con lo cual comenzó un largo y oscuro capítulo en la historia de España. 
Pasarían tres siglos antes de que se levantara la prohibición. 
En aquella época tan difícil, algunos traductores valientes produjeron nuevas versiones españolas en el extranjero y las metieron de contrabando en el país.
Como demuestra esta historia de la Biblia en la España medieval, los adversarios de la Palabra de Dios intentaron eliminarla por todos los medios, pero no pudieron silenciar el mensaje del Todopoderoso (Salmo 83:1; 94:20).
Los incansables pioneros que tradujeron las Escrituras al latín, gótico, árabe y español lograron que la Biblia echara raíces y se difundiera en la España medieval, y los traductores modernos han seguido sus pasos. 
Como resultado, millones de hispanohablantes de todo el mundo pueden leer la Palabra de Dios en un idioma que les llega al corazón.


Castellano, catalán, gallego y portugués euskara, vinguì, bable.
Actualmente hay unos 600 millones de personas que tienen el español por lengua materna.



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