martes, 3 de octubre de 2017

Una vez salvo ¿siempre salvo?



“Una vez salvo, siempre salvo”... ¿cuán cierto es?

EL ASESINO “Son of Sam” aterrorizó a los residentes de la ciudad de Nueva York por más de un año, tiempo durante el cual mató a seis víctimas e hirió a varias otras. 

No obstante, según informes, la persona acusada del crimen había sido “salvada” en una reunión de iglesia unos cuatro años antes de iniciar su régimen de terror.

Un amigo del reo que había estado en el ejército con él fue quien lo invitó a la reunión de iglesia, y él relata que el recién converso “se acercó a mí con una mueca de satisfacción y me dijo con risa: ‘Hombre, estoy salvo.’ 
Entonces volvimos ese mismo día para el servicio nocturno y él se presentó de nuevo ante la invitación [de aceptar a Cristo]. 
Me dijo después que simplemente quería estar seguro de que [el “salvarse”] había tenido efecto.”

Al oír de las acusaciones hechas contra este ex-miembro de su iglesia, una señora dijo a la Prensa Asociada: 
“Qué agradecida estoy de que él estaba salvo.” 
¿Por qué? 
Ella declaró: 
“La Biblia dice, una vez salvo, siempre salvo.”—Post de Nueva York, 25 de agosto de 1977, pág. 2.

¿Realmente dice la Biblia: “Una vez salvo, siempre salvo”? 

No, no usa esas palabras en ningún texto específico, pero muchas personas sinceras creen que esto es lo que la Biblia enseña. 

Y es cierto que varios textos bíblicos indican que la base para la salvación no son las obras de uno, sino, más bien, fe en Jesucristo, junto con la “gracia” y misericordia de Dios. (Efe. 2:8, 9; 2 Tim. 1:9; Tito 3:4, 5) 
Además, Jesús mismo dijo que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna.”—Juan 3:36, Versión Valera Revisada (VR); 1 Juan 5:13.

A menudo se razona, al leer textos como éste, que si uno “tiene vida eterna,” en realidad la posee permanentemente; no la puede perder, o, como muchos desean creer: 
“Una vez salvo, siempre salvo.” 
Pero, ¿expresa a cabalidad este entendimiento el punto de vista bíblico de cómo se consigue vida eterna?.

Bueno, los cristianos que se interesan en su salvación sin duda también querrán considerar la declaración de Jesús de que “el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mat. 10:22; 24:12, 13; Mar. 13:13, VR).

Y el apóstol Pablo comenta de modo parecido: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firmes hasta el fin nuestra confianza del principio.”—Heb. 3:14, VR.

¿Cómo hemos de armonizar estas aparentes disparidades? 

Ciertamente estos siervos de Dios no estaban contradiciéndose. Más bien, ¿no estaban simplemente expresando el mismo entendimiento de diferentes puntos de vista? El apóstol Pablo suministra la llave para armonizar estos puntos de vista.
Vez tras vez el apóstol Pablo compara el curso o proceder del cristiano a una “carrera” en la que hay que correr hasta el fin. “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,” instó a los hebreos. (12:1, VR) Para entrar en la carrera, los pecadores tienen que dar los pasos necesarios para la salvación: oír y aceptar la Palabra de Dios, creer en Jesucristo y en su sacrificio de rescate, arrepentirse de sus pecados y bautizarse. Así se salvan “de esta perversa generación,” como exhortó Pedro a los que estaban reunidos en el Pentecostés. Los que no creen no están en la carrera, pues no entraron en ella al no “salvarse.”—Hech. 2:37-40, VR; 16:31-33; Rom. 10:13, 14.
Una vez que entra en la carrera por medio de ser “salvo,” el cristiano echa “mano de la vida que lo es en verdad.” (1 Tim. 6:19, Versión Moderna) Pero, ¿es posible dejar de tener empuñada la vida, de perder el dominio de ella? Pablo contesta esa pregunta: “Ya saben ustedes que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio.” Pablo indica que en la carrera cristiana, el “uno” que recibe el premio es cualquiera que termina la carrera. Por eso Pablo insta: “Corran ustedes de tal modo que reciban el premio.” Entonces, usándose a sí mismo como ejemplo para hacer entender su ilustración, continúa diciendo: “Yo castigo [aporreo] mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no ser yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros.”—1 Cor. 9:24-27, Versión Popular.
Se hace patente que el apóstol, que seguramente era un cristiano “salvo,” creía que él podía ser “descalificado” de la carrera. No obstante, mientras siguiera ‘corriendo de tal modo que pudiera recibir’ el premio, y así permaneciera en la carrera, se le aseguraba la salvación. Por eso se puede decir de los cristianos que permanecen en la carrera que ‘tiene vida eterna.’ Pero si abandonaran la carrera, quedarían ‘descalificados’ y dejarían de tener empuñada la vida eterna.
Es por eso que el apóstol Pablo, después de hablar de la carrera del cristiano, pasó a dar una advertencia acerca del peligro de la confianza excesiva. Usando como ejemplo a los israelitas que se salvaron al cruzar el Mar Rojo, pero que cedieron a la maldad en el desierto, amonestó: “Ni debemos [nosotros, los cristianos “salvos”] poner a prueba la paciencia del Señor.” Entonces, para remachar el clavo, declaró: “Así pues, el que cree que está firme, que tenga cuidado de no caer.” ¡Sí, eso pudiera sucederles, aun a los “salvos”!—1 Cor. 10:1-12, VP.
Por eso, en todo lo que escribió, Pablo siempre enfatizaba la necesidad que él mismo tenía de permanecer en la carrera. Por ejemplo, dijo de la resurrección que esperaba como premio: “Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” No fue sino hasta después que Pablo se acercó al fin de su vida que escribió: “He acabado la carrera, he guardado la fe.” Llegado a estas alturas de su vida, por fin pudo decir con confianza: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día.”—Fili. 3:11-14; 2 Tim. 4:6-8, VR.
Se ve, pues, que el punto de vista que Pablo tuvo de su propia salvación armoniza con los comentarios de Jesús ya mencionados acerca de ‘perseverar hasta el fin’ para ser salvos.—Vea también Revelación 2:10; 3:11, 12, VR.
Todo esto nos ayuda a entender por qué Pablo repetidas veces les rogaba a los cristianos “salvos” a estar alerta. La salvación eterna de ellos todavía estaba en juego. Dirigiéndose a los cristianos hebreos que obviamente eran “salvos” y que habían sido “iluminados” y que habían sostenido “gran combate de padecimientos,” advierte: “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados.” Así que, se pueden perder los beneficios sacrificatorios que “salvaron” a esas personas. ¿Por qué? Porque ese individuo ‘ha pisoteado al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, y ha hecho afrenta al Espíritu de gracia.’—Heb. 10:26-32, VR.
Sí, los cristianos que realmente aprecian la salvación provista por medio de Cristo y por medio de la gracia de Dios no serán demasiado confiados. Se esforzarán por permanecer en la carrera como lo hicieron Pablo y otros cristianos primitivos a quienes él animó diciendo: “Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación.”—Fili. 2:12, Biblia de Jerusalén.


Despertad 22 Septiembre 1978

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